El Papa pasará el fin de semana en Casa Santa Marta con tres víctimas de abusos sexuales en Chile - Alfa y Omega

El Papa pasará el fin de semana en Casa Santa Marta con tres víctimas de abusos sexuales en Chile

Francisco les hospedará para «pedirles perdón» y «hablar todo el tiempo que sea necesario»

Juan Vicente Boo
Juan Cruz, víctima de abusos sexuales por parte del clero en Chile, en el Vaticano, el 24 de abril de 2018. Foto: REUTERS/Alessandro Bianchi

En un clima sereno y constructivo, el portavoz del Vaticano ha informado este miércoles que «el próximo fin de semana, el Santo Padre acogerá en Casa Santa Marta a tres víctimas de abusos cometidos por el clero en Chile: respectivamente, Juan Carlos Cruz, James Hamilton y José Andrés Murillo».

Greg Burke ha adelantado que «el Papa les da las gracias por haber aceptado su invitación: durante estos días de encuentro personal y fraterno, quiere pedirles perdón, compartir su dolor y su vergüenza por lo que han sufrido y, sobre todo, escucharlos en todas aquellas sugerencias que puedan realizarle para evitar la repetición de semejantes hechos reprobables».

Según su portavoz, «el Papa recibirá a las víctimas individualmente, dejando hablar a cada uno de ellos todo el tiempo que sea necesario».

La declaración –tan milimetrada como clara– concluye señalando que «el Santo Padre pide oraciones por la Iglesia de Chile en este momento doloroso, esperando que estos encuentros puedan desarrollarse en un clima de serena confianza y sean un paso crucial para remediar y evitar para siempre los abusos de conciencia, de poder y, particularmente, sexuales en el seno de la Iglesia».

El reciente informe presentado al Papa por el arzobispo de Malta Charles Scicluna, enviado por Francisco a Nueva York y Chile para escuchar a víctimas de abusos sexuales, dejó claro que este problema se ha dado en numerosas diócesis chilenas sin que los obispos hayan querido atajarlo con energía.

El abuso sexual de menores es muy extenso en otros ambientes de Chile donde todavía es tabú abordarlo en público, pero que irán saliendo a la luz una vez que la Iglesia católica ponga en marcha una limpieza masiva como ha sucedido en Estados Unidos e Irlanda.

Los delitos contra menores cometidos por eclesiásticos son tan solo la punta del iceberg de lo que sucede en el país, pero a negatividad de una parte de la prensa chilena y la acritud del debate social, han retrasado hacer frente a esa patología en otros terrenos.

Siguiendo un calendario «sin prisa pero sin pausa», el Papa recibirá del 14 al 17 de mayo a los 32 obispos en activo en Chile, algunos de los cuales enviarán probablemente de antemano sus cartas de renuncia.

Este encuentro extraordinario sigue la pauta de los convocados por Juan Pablo II en 2002 con los 12 cardenales y la cúpula de la conferencia episcopal norteamericana, y por Benedicto XVI en 2010 con los obispos de Irlanda, para zanjar el problema mediante un cambia radical de actitud hacia las víctimas -que pasan a ser el centro de atención y ayuda- así como normas vigorosas de prevención de abusos y de colaboración plena con las autoridades policiales y judiciales.

La visita de las víctimas de abusos sexuales cometidos por el influyente sacerdote Fernando Karadima –jefe de una parroquia adinerada y conservadora en Santiago de Chile y presidente de una fraternidad sacerdotal hoy disuelta–, permitirá identificar los tipos de patología que el Papa desea clarificar: «abusos de conciencia, de poder y, particularmente, sexuales», que suelen producirse en ese orden.

Las dos semanas siguientes a la visita de las víctimas permitirán terminar de identificar a los obispos chilenos que ocultaron abusos y a los eclesiásticos que han engañado al Papa, entre los que las víctimas y personas que conocen el problema suelen mencionar a tres.

Se trata del actual arzobispo de Santiago de Chile, Ricardo Ezzati, de 76 años; su predecesor en el período de 1998 a 2010, el cardenal Francisco Javier Errazuriz, miembro del «consejo de nueve cardenales» del Papa; y el nuncio en Chile desde 2011, arzobispo Ivo Scapolo».

El comunicado de la asamblea plenaria de los obispos chilenos después de recibir la vigorosa carta en la que el Papa pidió perdón a las víctimas por los errores debidos a información errónea, fue muy genérico, evasivo y decepcionante, lo cual revela la profundidad del problema.

Tan solo el obispo castrense y presidente de la conferencia episcopal, Santiago Silva Retamales, se atrevió a reconocer tres días después, en una larga declaración realizada el 16 de abril, que «como Iglesia en Chile, no estamos bien» sino en una profunda crisis que no se limita al episcopado.

Silva Retamales se refiere explícitamente a «abusos de conciencia y abusos sexuales», señalando que ambos son «manifestaciones del núcleo de la crisis: el progresivo deshacimiento -a todo nivel- del tejido discipular y eclesial y, a la vez, la falta de capacidad como Iglesia de dialogar con los nuevos contextos culturales y sus desafíos antropológicos y sociales».

El episcopado chileno sufre de envejecimiento y de un excesivo porcentaje de «obispos de despacho», poco dados a escuchar a las personas sencillas, visitar a los alejados, ayudar a quienes pasan por necesidades materiales, etc.

El diagnostico más profundo lo hizo el Papa durante su encuentro con los obispos el pasado 16 de enero en Santiago de Chile. Francisco les dijo que «la Iglesia no es ni será nunca una élite de consagrados, sacerdotes y obispos», pues el olvido de que deben comportarse «como servidores y no como dueños, nos puede llevar a una de las tentaciones que más daño hacen: el clericalismo».

El Papa les desafió a incorporar a los laicos y confiar en ellos para que «los estilos, los horarios, el lenguaje y toda la estructura eclesiástica se conviertan en un cauce adecuado de la evangelización de Chile más que para una autopreservación eclesiástica». El trabajo está por hacer, pero experimentará un acelerón en los próximos meses.

Juan Vicente Boo / ABC