Laicidad a la francesa - Alfa y Omega

Laicidad a la francesa

Ignacio Uría
Foto: REUTERS/Yves Herman

Hace un mes escaso el Ministerio francés de las Fuerzas Armadas publicó un manual en el que explicaba cómo se vivía en el Ejército la famosa laicidad republicana. Los medios publicaron la noticia con amplitud, destacando que el documento había sido presentado con religiosos de los principales credos de Francia. Hoy día colaboran con la milicia 231 capellanes: 142 católicos, 38 musulmanes, 34 protestantes y 17 judíos. Todos a cargo del presupuesto militar, como ocurre desde 1874.

La guía pretende dar «una referencia clara y objetiva, basada en las leyes republicanas, del secularismo militar […] y garantizar la libertad de la práctica religiosa» en una potencia con armas nucleares profesionalizada en 2000. El coordinador del libro, Eric Germain (jefe de asuntos religiosos en la Dirección de Asuntos Internacionales y Estratégicos) añade: «el Ejército es el único lugar donde la sociedad francesa se encuentra en toda su diversidad, y la aplicación del secularismo implica no neutralizar ninguna expresión de lo religioso, sino regularla para sacar lo mejor de ella para el interés general».

La milicia, por tanto, da un paso al frente y reivindica una laicidad alejada de la tendencia izquierdista de eliminar la religión de la vida pública. Esta opinión, legítima aunque intransigente, no deja de estar alejada de la diversidad sociológica francesa, donde el 60 % de la población se considera cristiana y casi el 9 % es musulmana.

En un entorno político donde el populismo de derechas agita la idea de una quinta columna islamista y el de izquierdas hostiga a cristianos y judíos, la religión no puede ser utilizada como un elemento de discordia artificial. Y aquí debe diferenciarse religión de tradición religiosa, entendida como la expresión cultural de un grupo social concreto aunque sea minoritario. Por eso, los poderes públicos no respaldan postulados religiosos cuando respetan tradiciones religiosas como la Semana Santa o el Ramadán.

La laicidad del Estado –no el laicismo excluyente– debe buscar la integración del hecho religioso en la sociedad y en el espacio público. También en España.