«En Japón se piensa que el catolicismo es extranjero. Necesitan testimonios de japoneses» - Alfa y Omega

«En Japón se piensa que el catolicismo es extranjero. Necesitan testimonios de japoneses»

¿Por qué ha durado dos mil años la Iglesia, con todos los errores que han cometido sus líderes? Esta pregunta asaltó al joven Mashiro Yuki cuando estudiaba Historia en su Oita natal. Ahora, se prepara en Pamplona para ser sacerdote, y volver a anunciar el Evangelio a su país

María Martínez López
Foto: Masahiro Yuki

La diócesis de Oita, en el sur de Japón, solo tiene menos de un 0,3 % de católicos: poco más de 6.000. Eso, a pesar de ser sufragánea de la de Nagasaki, el núcleo fuerte del catolicismo en el país nipón. Hay 28 sacerdotes y religiosos japoneses, 17 misioneros… y un solo seminarista. Se llama Masahiro Yuki, y se prepara para el sacerdocio en Pamplona, tierra del primer misionero en Japón: san Francisco Javier.

Masahiro es uno de los rostros de la campaña para la Jornada de Vocaciones Nativas, que se celebra este domingo. Esta jornada depende de la Obra de San Pedro Apóstol, que se dedica a la formación de seminaristas y novicios en los territorios de misión. Los 18,5 millones de euros que se destinaron a esta labor en 2017 –de ellos 1,6 salidos de España– hacen posible la formación de uno de cada tres seminaristas del mundo.

Masahiro está estudiando en España «para volver a mi diócesis como sacerdote diocesano –explica–. Es mejor que evangelice un japonés, porque cuando lo hacen misioneros extranjeros algunas personas piensan que el cristianismo es la religión de otro país. Necesitan el testimonio de japoneses para descubrir que el catolicismo es universal».

Masahiro es el único católico de su familia. Descubrió la fe, de adolescente, por pura inquietud cultural. «En el colegio –recuerda–, al estudiar la Historia del mundo, me llamaba la atención cómo podía continuar la Iglesia hasta hoy, dos mil años, si algunos papas habían hecho cosas malas». La curiosidad le llevó a acercarse a la catedral de Oita, llamada precisamente de San Francisco Javier, donde había un cura celebrando Misa.

«Me impresionó la caridad»

Era «un sacerdote japonés, que sabe mucha historia de la Iglesia en Japón. Él me explicó que el Santo Padre no es un político o un rey, sino el sucesor de san Pedro y el Vicario de Cristo. Yo no sabía nada de eso, pero él me cambió el punto de vista».

El clérigo le ofreció, si estaba interesado en saber más, que acudiera a hablar con él de forma periódica. Masahiro recuerda que, de todo lo que le explicó sobre el cristianismo, «de lo que más me impresionó fue la caridad, el amor sin condiciones, hasta el sacrificio». Al completar un año de catequesis individualizadas, y con los 18 años cumplidos, se bautizó y confirmó. «Fue el día más especial de mi vida», destaca.

Poco después, Masahiro dejó Oita para estudiar Literatura en otra ciudad, aunque en cada visita seguía dirigiéndose espiritualmente con el sacerdote que le había guiado a la fe. «Siempre me hablaba con mucha alegría», cuenta el joven seminarista.

Mártir «para salvar almas»

Cuando le confesó que se estaba planteando el sacerdocio, le ofreció estudiar en el Colegio Eclesiástico Internacional Bidasoa, donde él mismo había estudiado. Este seminario internacional está dirigido por la Prelatura de la Santa Cruz y adscrito a la facultad de Teología de la Universidad de Navarra. Así fue como, en 2015, Masahiro llegó a España. Después de dedicar un primer año a aprender español, estudia Teología en esta universidad

A Masahiro le inspira mucho la historia del beato Pedro Kibe, un mártir de Oita. Después de un primer siglo de gran crecimiento, entre los siglos XVII y XIX los cristianos nipones sufrieron una gran persecución. Por eso, «él se fue a estudiar al seminario de los jesuitas en Filipinas –narra–. Pero no se pudo ordenar allí» por algunas desavenencias en el seno de la Compañía de Jesús. «Cruzó toda Asia para hacerse sacerdote en Roma y poder volver. Quería evangelizar a los japoneses, para salvar las almas de la gente».

La libertad religiosa volvió a Japón en 1889, pero los católicos siguen siendo una minoría. «Después de la II Guerra Mundial creció mucho el número de cristianos. Pero, según me ha contado mi director espiritual, mucha gente dejó la Iglesia después del Concilio Vaticano II porque se entendió mal», y ese resurgir quedó frustrado.

Ahora, sin haber llegado a asentarse el catolicismo, la evangelización se enfrenta a los mismos retos que en Occidente: «Las condiciones sociales son muy parecidas: secularismo, materialismo, relativismo… La gente se casa tarde, hay muchos suicidios… Los japoneses necesitan oír hablar de Dios».

Y, en esta predicación –como le ocurrió a él–, cree que será clave «mostrar la caridad de Cristo. En general los japoneses todavía no conocen a Cristo ni a la Iglesia. Pero conocer el amor y la misericordia de Dios podría cambiarles. Y al mundo».