25 años de amigos de Dios - Alfa y Omega

En estos 25 años, lo mejor que me ha ocurrido es haber podido conocer personalmente a dos santos, uno ya en los altares, san Juan Pablo II, y otra aún por llegar, Chiara Lubich, fundadora del Movimiento de los Focolares, cuyo Proceso hacía la declaración de virtudes heroicas ya ha comenzado.

Nuestra generación (tanto de sacerdotes como de religiosos y de laicos) es, sin duda, la generación de san Juan Pablo II. A él le conté mi vocación cuando aún tenía 17 años, y me apretó de tal modo las manos que me estuvieron doliendo todo el día. Luego tuve la oportunidad de hablar con él otras cuatro veces, pero, sobre todo, de seguirle día a día, de estudiar su magisterio, de empaparme de su aplomo y de su fe inquebrantables.

Una frase de Chiara Lubich me ha ayudado muchísimo en estos años, tanto en los buenos como en los malos momentos: «El pasado está en la misericordia de Dios, el futuro en su Providencia. Sólo el presente está en tus manos: es el único instante que tienes para amar». Siempre me impresionó esa escena de la película La Pasión de Cristo, de Mel Gibson, en la que Jesús, en una de sus caídas con la cruz a cuestas, encuentra a María y le dice sollozando de dolor, pero atisbando una sonrisa: ¡Ves, Madre, cómo hago nuevas todas las cosas! He encontrado en esta frase del libro del Apocalipsis la llamada a mirar más hacia adelante que hacia atrás en esta aventura de la vida. Siento de veras que el Señor no ha dejado de hacer, ni dejará de hacer nunca, también en mi historia personal, nuevas todas las cosas. Nueva cada persona, nueva cada oportunidad de servirla, nuevo cada día para acoger, para escuchar, para construir, para volver a empezar.

Alguien me enseñó una vez que, en un cristiano, no deberían faltar nunca dos palabras: perdón y gracias. Quiero pedir perdón a todos aquellos para quienes, en estos años, no he estado a la altura de la misión que se me ha encomendado. Pero, sobre todo, doy muchas gracias a Dios y a tantos que Dios ha puesto en mi camino en estos años: a mis padres, a mi familia, a mis amigos obispos, a quienes he tenido la ocasión de tratar y de entablar una bella amistad en estos años dedicados a la información religiosa. Muchos me han escrito con ocasión de este aniversario con palabras llenas de apoyo y de cariño. Y, especialmente, gracias a mis amigos sacerdotes, que han sido los que más me han ayudado en los momentos más aciagos, ¡y con los que mejor me lo he pasado estos años!

Me enorgullezco de haber compartido la fe -la fe religiosa en la mayoría de los casos, pero también la fe en el hombre en quienes no abrazan ningún credo- con tantas personas que me han acompañado, robustecido, corregido, alentado, enseñado y querido; sobre todo, cuando, con su presencia, me confirmaban esa frase del decálogo de Kipling, que dice: «Si ni el triunfo ni el desastre te imponen su ley, y los tratas lo mismo que a dos impostores, serás hombre».