Vía Crucis en Siria - Alfa y Omega

Vía Crucis en Siria

En pleno 2014, hay un rincón del planeta en el que se crucifica a seres humanos

Jesús Colina. Roma
Refugiados huyendo de la ciudad de Homs, en Siria

Hablamos de Siria, el lugar donde los cristianos recibieron por primera vez ese nombre, donde durante décadas estos seguidores de Jesús de la primera hora han convivido con sus hermanos musulmanes que conquistaron ésta muchos siglos después. El Papa, quien el 24 de mayo emprende su peregrinación a Tierra Santa, llamará la atención de la comunidad internacional sobre el vía crucis sirio, según ha anunciado su Secretario de Estado, el cardenal Parolin. «Temo -ha dicho- que el conflicto acabe siendo olvidado; hay que reanudar las negociaciones, sabiendo que una solución militar no traerá nada».

La actitud del Papa Francisco está uniendo a todos los cristianos en Siria, católicos o no. El arzobispo Dionysius Jean Kawak, responsable de la Oficina Patriarcal en Damasco de la Iglesia sirio-ortodoxa, participó, la pasada semana, en un congreso que reunió a representantes de todas las Iglesias cristianas de Siria en Ginebra. La situación es dramática para toda la población, afirma, pero «los cristianos están sufriendo algo más, pues son una minoría, y padecen el aumento del extremismo islámico». En particular, el prelado se refiere al drama que han vivido las ciudades de Malula, Kessab y Homs, que fueron atacadas precisamente por la presencia cristiana que las animaba. En los últimos días, «antes de retirarse de Homs, los radicales quemaron una de las iglesias cristianas más antiguas, la catedral sirio-ortodoxa», denuncia.

En Malula, localidad enclavada en un desfiladero rocoso, con unos dos mil habitantes, una de las últimas poblaciones en las que se habla arameo, la lengua de Jesús, la mayoría de los habitantes son católicos (de rito melquita) u ortodoxos. Éste es su peor crimen ante los ojos de los yihadistas del Frente Al-Nusra, que asaltaron y tomaron el pueblo en varias ocasiones entre septiembre y abril. Cobardemente se defendieron tomando como rehenes a doce religiosas del monasterio de Santa Tecla. Aunque el 15 de abril los rebeldes abandonaron el pueblo, expulsados por el ejército, no se marcharon sin antes terminar de destruir siglos de riqueza cultural custodiada por esa antigua comunidad cristiana. Hoy sólo quedan ruinas chamuscadas. El pueblo tiene un santuario dedicado a san Sergio (Mar Sakis), que también ha quedado desfigurado por la locura destructora de los extremistas islámicos. Parte de sus milenarios muros, construidos en el siglo V en honor del soldado romano martirizado durante la persecución del emperador romano Galerio (a finales del siglo III e inicios del siglo IV), han caído derrumbados. Cuando en Pascua la población superviviente pudo regresar, en la pequeña capilla los escombros ocupaban el lugar de los fieles, entre bancos milagrosamente resguardados. Por el piso del convento, símbolos cristianos destruidos alternan con escombros, y en una imagen surrealista, comida fría a medio servir esperaba a quien diera cuenta de ella.

El Papa, en una de las misas matutinas de Santa Marta, confesó que lloró al recibir la noticia de los hombres que fueron crucificados en otra ciudad, Raqqa. Los asesinados aparecían en las fotografías con los ojos vendados, y sus brazos extendidos estaban atados a tablas de madera con una cuerda de color verde. Una bandera envuelta alrededor de uno de los cadáveres ensangrentados decía: «Este hombre se enfrentó a los musulmanes y detonó un artefacto explosivo». Un puñado de personas, entre ellos menores de edad, contemplan la escena, mientras que otros civiles sencillamente siguen con sus actividades normales.

El arzobispo ortodoxo Dionysius Jean Kawak se une al llamamiento del Papa para encontrar una solución en Siria, y dirige un llamamiento a la comunidad internacional. «Tan sólo debe ayudarnos a hacer que las dos partes dialoguen, los rebeldes y el Gobierno», pide.