China y Vaticano en la historia: como falló el primer intento de establecer relaciones diplomáticas - Alfa y Omega

China y Vaticano en la historia: como falló el primer intento de establecer relaciones diplomáticas

El primer intento de China y el Vaticano de enviar diplomáticos recíprocamente, bajo el pontificado de León XIII, fue abortado por la amenaza de Francia de romper relaciones con la Santa Sede

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El 31 de enero de 2018 pudo admirarse en todo el mundo el eclipse de la luna azul. El fenómeno había ocurrido por última vez en 1866 cuando también se vio en el cielo sobre la Catedral de la Inmaculada Concepción de Pekín, conocida como Nantang.

Cuatro años después, el 21 de junio de 1870, el mundo entero quedó conmocionado por la matanza de Tientsin, en la cual misioneros extranjeros y católicos chinos fueron asesinados por la muchedumbre ante el silencio del gobierno chino. El pago de 450.000 tael de plata por parte del gobierno chino como indemnización después de la masacre, quedo muy lejos de ser suficiente como para reconstruir las iglesias e instituciones destruidas y compensar a las familias de las víctimas. Como consecuencia de ello, la Iglesia Católica de Wanghailou en Tianjin (Tientsin) permaneció en ruinas durante 27 años, hasta 1897, momento en que la Iglesia Católica local consiguió reunir el dinero necesario para reconstruirla. Por desgracia, la iglesia fue quemada tres años después, en 1900, durante la Rebelión de los Boxer.

El 13 de febrero de 1897, poco después de la masacre de Tianjin, el gobierno chino elaboró y difundió un Reglamento sobre el trabajo de los misioneros y solicitó la opinión de las misiones diplomáticas. El Reglamento constaba de los siguientes ocho artículos:

  1. Ya que todos los orfanatos construidos por la Iglesia no estaban registrados ante el gobierno, deben ser cerrados.
  2. Se debe impedir a las mujeres chinas entrar en las iglesias y las religiosas católicas extranjeras tienen prohibido llevar a cabo actividades misioneras en China.
  3. Los misioneros deben cumplir con las leyes y costumbres chinas y no deben interferir en los procesos legales entre los chinos.
  4. Los chinos y los extranjeros deben ser tratados de la misma manera.
  5. Las licencias otorgadas a los misioneros deben indicar la provincia en la que viven y trabajan y no podrán entrar en otras provincias. Las licencias no pueden ser transferidas a otras personas.
  6. La Iglesia es responsable de realizar un control cuidadoso antes de que cualquier persona se convierta oficialmente. Solo cuando los nuevos no tengan antecedentes penales, la Iglesia podrá aceptarlos como miembros. Los nuevos conversos también deben registrarse ante el gobierno.
  7. Los misioneros en China deben adecuarse a las costumbres chinas y no deben ignorar a sus superiores inmediatos en la entrega de notas diplomáticas al gobierno chino a todos los niveles.
  8. Los misioneros no deben reclamar iglesias solos. Tampoco deben recurrir a una agencia para comprar una propiedad para construir iglesias. Sino que deben informar al gobierno.

La indignación de los misioneros

Los diplomáticos y misioneros en China se opusieron unánimemente a los ocho artículos. Creían que prohibir el ingreso de mujeres chinas a las iglesias tenía como objetivo prohibir el trabajo misionero de la Iglesia católica en China. Los diplomáticos respondieron que, si bien sabían que «su gobierno tiene el derecho de establecer normas y aplicarlas», sería aconsejable que el gobierno tratara estos asuntos con los líderes de la Iglesia, para apaciguar los ánimos entre el gobierno y los cristianos, y entre los cristianos y los no creyentes. Los misioneros estaban indignados por tal regulación y expresaron su oposición. Para el obispo Lei Mengsheng (雷蒙 声) tales normas eran inauditas y estaban orientadas a restringir el trabajo misionero. En el ámbito protestante, el misionero británico Griffith John lamentó que «tales requisitos fueran redactados para sacudir las bases de las sociedades misioneras en China y obligarlas a cerrar todas las iglesias y escuelas en el país». Gracias a las enérgicas protestas de los diplomáticos y de los misioneros en China, la legislación no se aplicó finalmente.

El 23 de junio de 1879, la Congregación para la Propagación de la Fe dividió a China en cinco territorios de misión, incluidos 50 vicariatos apostólicos y una diócesis (Macao). El primer territorio de misión incluía Zhili (Hebei), Manzhouli y Mongolia. El segundo a Shandong, Shanxi, Shaanxi y Gansu. El tercero a Hubei, Hunan, Henan, Zhejiang, Jiangnan y Jiangxi. El cuarto a Sichuan, Yunnan, Guizhou y el Tíbet. El quinto incluía a Guangdong, Guangxi, Hong Kong, Fujian y Xiamen. Los cinco territorios de misión se establecieron en función de su ubicación geográfica en el norte, este, centro, oeste y sur. El 18 de abril de 1880, después del establecimiento de las cinco regiones, el primer territorio de misión celebró una asamblea plenaria regional que duró tres meses en Beijing y que se centró en tres temas, incluyendo la gestión del clero y los laicos y la metodología del trabajo misionero.

El emperador Guangxu.

El protectorado francés en Vietnam

Dado que ni China ni Francia ganaron la Guerra Franco-China (1883-1885) que estalló en Vietnam, las dos partes decidieron entablar unas negociaciones que terminaron en un nuevo acuerdo en 1885. El gobierno chino acordó reconocer Vietnam como un protectorado francés. La guerra entre China y Francia provocó una gran preocupación en la Santa Sede por la posibilidad de que el imperio chino persiguiera a los misioneros extranjeros en China como represalia por la guerra. La preocupación estaba justificada, ya que Francia ejercía el protectorado de las misiones en China. Sin embargo, el protectorado francés era completamente diferente del protectorado de misiones que Portugal detentaba en el pasado ya que este se basaba en un acuerdo entre la Santa Sede y el Reino de Portugal. El rey de Portugal tenía el derecho de recomendar candidatos para obispos y de recaudar fondos para misiones en su rango de influencia. El protectorado francés de las misiones en China, sin embargo, no se estableció por un acuerdo entre la Santa Sede y Francia, sino que se originó a partir de una cláusula en un acuerdo comercial entre China y Francia que establecía que Francia tenía la responsabilidad de proteger a la Iglesia Católica en China.

De hecho, los acuerdos comerciales entre el gobierno chino y otras potencias occidentales contenían cláusulas similares. La única diferencia es que el acuerdo franco-chino de 1860 estipulaba que las propiedades que se devolverían a la Iglesia católica deberían entregarse primero a los funcionarios franceses destinados en Beijing y luego transferirse a los católicos chinos, mientras que los acuerdos con otros países establecían simplemente que deberían ser restituidas a los creyentes chinos. En ese momento los franceses eran la mayoría entre los misioneros católicos en el extranjero en China, lo que creó un protectorado francés de facto que se acentuó con «la transferencia de propiedades» según lo establecido en el acuerdo. Una vez que se produjo el conflicto entre los católicos y el gobierno local o la aristocracia, los misioneros franceses naturalmente recurrieron al enviado francés en China, que luego enviaría sus despachos diplomáticos al Ministerio de Relaciones Exteriores de China. Todos estos elementos daban lugar a una protección real de Francia hacia la Iglesia Católica en China.

Carta de León XIII al emperador Guangxu

Cuando la Guerra Franco-China llegaba a su fin, el Papa León XIII envió una carta al emperador chino Guangxu el 1 de febrero de 1885. Al mismo tiempo que le expresaba su agradecimiento al emperador por proteger a los misioneros, el Papa también explicaba que «todos los misioneros están difundiendo el Evangelio en el gran y próspero imperio chino enviados por el mismo Papa, quien les confió misiones y responsabilidades y les dio poder… La fe cristiana no pertenece a una determinada nación; es para toda la humanidad y no conoce fronteras de nacionalidad o raza. Une a todas las personas a través del amor». (Gu Weimin, Las Crónicas de la Iglesia Católica China, p. 404)

Evidentemente, el Papa León XII escribió la carta para diferenciar el propósito religioso de los misioneros del poder político de Francia en un intento por evitar posibles desventuras para los misioneros en China tras la guerra entre China y Francia. La carta aclaraba al gobierno chino que China podría tratar los asuntos religiosos directamente con el Papa, sin recurrir a Francia. El gobierno chino era consciente de que el Papa no poseía un ejército y no amenazaba al imperio con cañones y barcos en el caso de conflicto, como sí hacían los franceses. Eso hizo las cosas mucho más fáciles para el gobierno chino.

Con la carta del Papa León XIII y la mejora de las situaciones internacionales, el imperio chino comenzó a considerar la posibilidad de enviar un diplomático a la Santa Sede y de recibir un Nuncio del Papa.

León XIII.

Chantaje de Francia

En ese momento, Dowager Empress Cixi decidió expandir el palacio imperial. Como la iglesia católica de Beitang, originalmente ubicada en Canchikou, se interponía en el proyecto de expansión planeado por Cixi, el gobierno chino propuso trasladar la iglesia a Xishiku, donde se encuentra ahora. El comisionado imperial chino Li Hongzhang decidió enviar a un católico inglés llamado John Dun (敦约翰) a Roma para discutir la reubicación y el envío de diplomáticos. Antes de que John Dun partiera, Li le dijo: «Cuando vea al Papa y a sus colaboradores pregúnteles si en el futuro el gobierno chino puede hablar directamente con ellos cuando surja algún caso que tenga que ver con el trabajo misionero sin tener que pasar por las manos de los franceses». John Dun respondió inmediatamente: «Si el gobierno chino realmente desea que sea así, no hay ninguna razón para que el Papa diga que no». (Luo Guang, Una historia de diplomáticos entre la Santa Sede y China, p183-185)

John Dun dijo esto sin haber consultado con Roma, ya que tenía muy claro que, para evitar al intermediario francés, la Santa Sede estaría más que satisfecha por poder tratar con el imperio chino directamente sobre los asuntos que se refieren a la Iglesia.

John Dun fue recibido por el Papa León XIII el 4 de febrero de 1886 como un emisario del gobierno chino. La Santa Sede departió con él sobre China. El Papa necesitaba el intercambio diplomático. El 2 de mayo, Li Hongzhang recibió un telégrafo de John Dun que decía que el Papa había acordado reubicar la iglesia de Beitang y le pedía al obispo Pierre-Marie-Alphonse Favier, CM, viajar a Roma para discutir asuntos relevantes. El Papa también estaba considerando enviar un diplomático a China. Pero tan pronto como Francia supo del plan, protestó y dio a la Santa Sede un ultimátum por el que, si la Santa Sede enviaba un nuncio apostólico a China, Francia llamaría a consultas a su embajador ante la Santa Sede y anularía todos los acuerdos con ella. Para empeorar las cosas además dejarían de entregar a los sacerdotes franceses la ayuda de 500.000 francos. Este pago del gobierno francés a los sacerdotes procede de los tiempos de la Revolución Francesa (1789-1799), cuando las abadías y los monasterios se cerraron y el gobierno francés confiscó las propiedades de la Iglesia. Los sacerdotes franceses, especialmente los religiosos, se exiliaron en otros países europeos y sus responsabilidades anteriores en la sociedad fueron asumidas por el gobierno. El papel de la Iglesia quedó estrictamente limitado a la esfera pastoral, algo que no fue necesariamente malo, ya que la fe del clero y los laicos se pudo purificar a través de dichos cambios.

La Iglesia en Francia se liberó de los asuntos seculares y se dedicó a la misión religiosa. Después de la Revolución, la Iglesia católica y el gobierno francés llegaron a un acuerdo por el que las propiedades de la Iglesia confiscadas serían devueltas y las propiedades destruidas serían restituidas en forma de asignaciones anuales a los sacerdotes franceses proporcionadas por el gobierno. Si el gobierno francés hubiera anulado su acuerdo con la Santa Sede, todos los sacerdotes franceses hubieran muerto de hambre. Los obispos y sacerdotes franceses inmediatamente solicitaron al Papa que detuviera su plan de enviar un nuncio a China. A la Santa Sede también le preocupaban las condiciones de vida de los obispos y sacerdotes franceses, por lo que decidió archivar el plan e informó a Li Hongzhang de la situación a través de John Dun.

El primer intento de China y el Vaticano de enviar diplomáticos recíprocamente fue abortado por la amenaza de Francia con su protectorado de las misiones.

Peter Zhao Jianmin
Vicario general de la diócesis de Pekín y fundador del Instituto de Pekín de Cristianismo y Cultura
(Agencia Fides)