Cuando la verdad alegra - Alfa y Omega

Las claves de la constitución apostólica Veritatis gaudium aparecen desde su primer párrafo. La renovación de los estudios eclesiásticos se sitúa en el horizonte de la experiencia de alegría que significa conocer y transmitir la Verdad en persona, Jesucristo el Hijo de Dios. Quien se ha encontrado personalmente con Jesús de Nazaret y su Buena Nueva reconoce un síntoma inconfundible: le invade una alegría antes desconocida y, sin embargo, familiar, que le ensancha el corazón y le mueve a comunicarla tanto a quienes comparten la vida cotidiana como quienes se conoce en situaciones extraordinarias. La constitución mantiene así un rasgo característico del magisterio desde el Concilio Vaticano II hasta nuestros días: el carácter cristológico y personal de la Verdad.

A partir de esta afirmación se describe el contexto sociocultural en el que se insertan hoy los estudios eclesiásticos. Se mencionan, entre otros rasgos, la profunda interconexión global de las comunidades humanas, el flujo continuo de la información con recursos tecnológicos inimaginables hasta ahora, la emigración de dimensiones masivas en ciertos puntos del mundo. Se produce una singular combinación de esta perspectiva global con problemáticas locales, a veces muy conflictivas por motivos de índole política, económica o cultural. El documento urge a hacerse cargo de la perspectiva multicultural e interreligiosa que incide en las cuestiones mencionadas. Ante estas profundas transformaciones hacía falta revisar y actualizar la anterior constitución apostólica Sapientia Christiana y favorecer un relanzamiento de los estudios eclesiásticos, acorde con en esta nueva etapa misionera de Iglesia en salida.

Veritatis gaudium nos recuerda que vivimos un cambio de época, marcado por una crisis antropológica y una crisis socioambiental de alcance global. Por ello aparecen síntomas –advierte la constitución– de pérdida de las certezas y de las seguridades que se han poseído durante mucho tiempo. Ante este panorama, no podemos quedarnos paralizados, sino que se nos llama a generar una cultura humana que todavía no hemos adquirido plenamente. En esta tarea será de especial relevancia la renovación de los estudios eclesiásticos.

Criterios para la renovación de los estudios eclesiásticos

La constitución propone cuatro criterios para dicha renovación. Será responsabilidad de las instituciones educativas acogerlos, profundizar en ellos y asimilarlos de manera creativa. El primer criterio, y el prioritario, es el de fomentar una contemplación y una introducción espiritual, intelectual y existencial en el corazón del kerygma que es la buena noticia de Jesús. Este principio, que es habitual en el magisterio del Papa Francisco, se propone ahora como fundamento para un adecuado planteamiento de los estudios eclesiásticos. No podremos transmitir a nuestros hermanos los hombres la alegría del Evangelio si no nos impregna a nosotros, hasta moldear nuestros sentimientos, nuestros pensamientos, nuestras acciones en su raíz más honda.

En segundo lugar, la constitución nos urge a comprender el trabajo teológico en un horizonte de diálogo entre las disciplinas eclesiásticas y con las demás disciplinas universitarias. En ese diálogo se producirá un beneficio en ambas direcciones. Por un lado, la teología y las ciencias eclesiásticas podrán enriquecer el progreso de las disciplinas humanistas y científicas, por otro nosotros podremos crecer en la inteligencia de la fe por medio de ese diálogo. El otro, en efecto, no es solo es un destinatario sino que es también un compañero de camino que hace avanzar el conocimiento gracias a sus descubrimientos, sus preguntas y observaciones.

En tercer lugar, el interés por una relación adecuada entre la unidad y la pluralidad del saber a través de la interdisciplinariedad y la transdisciplinariedad. Es una de las tareas más importantes en el mundo universitario de nuestros días, en el que se va difundiendo una creciente fragmentación de los saberes. Urge pensar nuestras comunidades académicas como los sujetos eclesiales de una educación universitaria con un fundamento unitario y con la capacidad de abarcar las distintas dimensiones del conocimiento humano.

Un último subrayado de particular novedad es la urgencia de crear redes entre las instituciones en cualquier parte del mundo para promover los estudios eclesiásticos y colaborar con instituciones de distintas tradiciones culturales y religiosas. Además se pone un énfasis muy marcado en la creación de centros de estudio y de investigación de excelencia, para servir mejor a la misión de la Iglesia.

Veritatis gaudium nos pone ante un gran desafío cultural, espiritual y educativo con largos procesos de evolución, para la regeneración de universidades y facultades eclesiásticas. San Dámaso está ya trabajando a fondo para prestar su mejor contribución a la tarea pastoral y misionera de la Iglesia en Madrid y en el mundo.