El milagro de una familia normal - Alfa y Omega

El milagro de una familia normal

Familias que ayudan a familias: algo bastante frecuente, pero Santos y Carmen, un matrimonio valenciano, recibieron en el año 2008 una ayuda muy especial, la de Louis Martin y Zélie Guérin, los padres de santa Teresita de Lisieux, cuya intercesión permitió a su hija Carmen, recién nacida, curarse de una grave enfermedad. El Papa acaba de aprobar el milagro atribuido a su mediación, y se prevé que serán canonizados en octubre, en torno a la celebración del Sínodo de los Obispos sobre la familia

Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo
Carmen y su familia, en Lisieux (en los carteles, Louis y Zélie, padres de santa Teresita)

El heroísmo de la vida cotidiana

Carmen, la segunda hija de Santos y Carmen, no lo tuvo fácil para vivir. Desde el primer momento del embarazo, su madre tuvo que guardar reposo, y la niña nació finalmente en la semana 28 de gestación, con sólo un kilo de peso; ya en la incubadora, su situación se complicó con una hemorragia cerebral y una infección que no alcanzaba a remitir ante el tratamiento. «Nos daban muy pocas probabilidades de vida», afirma Santos a Alfa y Omega. Por eso, cuando todo parecía tambalearse, sus padres empezaron a acudir a Aquel que nunca falla: «Empezamos a rezar a la Virgen de Lourdes, a la que teníamos mucha devoción; y, como Carmen nació un 15 de octubre, fiesta de santa Teresa, se me ocurrió buscar por Internet un monasterio para encargarles que rezaran a santa Teresa a favor de mi hija».

El resultado de su búsqueda fue el monasterio de San José y Santa Teresa, en Serra, a 30 kilómetros de la capital valenciana. Y hasta allí se dirigió Santos, conduciendo por varias carreteras comarcales, una tarde oscura del mes de octubre. Desde aquel día, sus padres empezaron a rezar por ella, encomendándose de manera especial, por sugerencia de las monjas, a los padres de Teresa de Lisieux, que justo en esos días –el 19 de octubre– acababan de ser beatificados. El milagro que permitió su beatificación fue precisamente la curación de un niño nacido con una malformación en los pulmones. Había esperanzas…

Sin embargo, al poco tiempo, el estado de Carmen empeoró debido a un ductus en el corazón, que le hizo necesitar respiración asistida. Pero sus padres siguieron rezando a los Martin Guérin. «Había pasado ya 40 días en la UCI, y de repente mejoró mucho y pudo pasar a la planta de neonatos. Estábamos la mitad alegres y la mitad incrédulos. No lo veíamos muy normal, remitió todo muy rápido. Los médicos fueron muy cautos también, porque seguía con algún problema de bajo peso y de alimentación, pero nos dijeron que se estaba recuperando rápidamente y muy bien».

Los tres años posteriores, Carmen tuvo algunos problemas sobre todo de respiración, algo habitual en todos los niños prematuros, pero de la hemorragia cerebral no quedó ninguna secuela. Hoy, seis años y medio después de aquel milagro, Carmen sigue sin secuelas de ningún tipo, y hace vida normal. «A su edad, ella ya sabe que, de pequeña, estuvo malita en el hospital –dice su padre–, y a los padres de santa Teresita los reconoce y sabe quiénes son, pero hoy lo único que quiere es jugar».

Sobre Louis Martin y Zélie Guérin, Santos reconoce que, «cuando lees su historia, te sorprende cómo pudieron creer y mantener la fe en medio de tantos problemas, con las enfermedades y muertes de sus hijos. No perdieron la fe, y se desvivieron al servicio de su familia. Impresiona ver cómo en su vida iban juntos su amor y su fe». Piensa que «es bueno conocer familias como ésta, como otras muchas que, a pesar de los problemas, hacen lo posible por luchar por sus hijos», pero sobre todo destaca que «fueron una familia normal, que vivieron una vida cotidiana y normal, y que dentro de su hogar, a pesar de no hacer nada especial, vivieron con heroísmo la educación de sus hijos y su servicio a la familia».

Quizá por ello, además de intercesores, la Iglesia los propone como modelo para todas las familias, precisamente en un año sinodal especialmente dedicado a la familia.