«Si Jesús está vivo, ¿nos dejará morir? ¡No! ¡Él nos espera!» - Alfa y Omega

«Si Jesús está vivo, ¿nos dejará morir? ¡No! ¡Él nos espera!»

El Papa aprovechó la audiencia general de este miércoles para pedir, una vez más, oraciones por la paz en Siria, y por las religiosas secuestradas dos días antes. Además, siguió tratando el tema de la resurrección de la carne, que ya había iniciado la semana pasada. «¿Creen que Jesús nos dejará morir y no nos hará resucitar? ¡No! ¡Él nos espera!» insistió, antes de explicar que nuestra resurrección viene preparada en esta vida por «los Sacramentos, especialmente la Eucaristía»

Redacción

«Deseo invitar a todos a rezar por las religiosas del Monasterio greco-ortodoxo de Santa Tecla en Maalula, Siria, que hace dos días fueron secuestradas por hombres armados. Recemos por estas hermanas y por todas las personas secuestradas a causa del conflicto en curso. ¡Sigamos rezando y obrando juntos por la paz! Ave María, Reina de la Paz». El Papa aprovechó la audiencia general, que congrega a miles de personas en la Plaza de San Pedro, para recordar la dramática situación en Siria y pedir a los fieles que sigan recordando al país y las víctimas del conflicto en la oración.

Durante su catequesis, y dentro del ciclo sobre el Credo, el Papa volvió a insistir en el artículo sobre la resurrección de la carne, que ya inició la semana pasada. Dios -explicó- «volverá a dar la vida a nuestro cuerpo reuniéndolo con el alma, en virtud de la resurrección de Jesús. Y ésta es la explicación fundamental: porque Jesús ha Resucitado, nosotros resucitaremos», no volviendo a la vida terrenal, sino con cuerpos «que serán transformados en cuerpos gloriosos, cuerpos espirituales». El Papa llegó a bromear con los fieles en la Plaza de San Pedro, preguntándoles: «¿Ustedes creen que Jesús está vivo? Ah, no lo creen, ¿eh?» Y continuó: «Y, si Jesús está vivo, ¿creen que nos dejará morir y no nos hará resucitar? ¡No! ¡Él nos espera!».

La vida eterna comienza ya

Esta transfiguración de nuestro cuerpo «viene preparada en esta vida por la relación con Jesús, en los Sacramentos, especialmente en la Eucaristía». Además, «también es verdad que, en un cierto sentido, con Él ya hemos resucitado. ¡La vida eterna comienza ya en este momento! Mediante el bautismo, somos incorporados en la muerte y resurrección de Cristo, y participamos de la vida nueva, que es la vida de Él». La implicación de esto es que «también el cuerpo de cada uno de nosotros es resonancia de eternidad, y por ello siempre debe ser respetado; y sobre todo se debe respetar y amar la vida de los que sufren».

La misma Escritura -había explicado antes- presenta «un camino hacia la plena fe en la resurrección de los muertos», vinculada a la fe en «Dios Creador de todo hombre -cuerpo y alma-», y en «Dios liberador, Dios fiel». Esta revelación progresiva llega a su cumplimiento en el Nuevo Testamento, con Jesús, que «vincula la fe en la resurrección a su propia persona», y que será, Él mismo, quien «resucitará el último día a los que han creído en Él». La espera vigilante de su Reino glorioso «es la fuente y la razón de nuestra esperanza: una esperanza que, si se cultiva y se custodia, se convierte en luz para iluminar nuestra historia personal y también la historia comunitaria». En este sentido, animó a recordar siempre que «somos discípulos de Aquel que vino, que viene todos los días y vendrá al final». Teniendo esto presente -prometió- «estaremos menos fatigados ante lo cotidiano, menos prisioneros de lo efímero».

Texto íntegro de la catequesis del Santo Padre

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!:

quiero volver de nuevo hoy sobre la afirmación: «Creo en la resurrección de la carne». Se trata de una verdad que no es simple, y menos aún obvia, porque, viviendo inmersos en este mundo, no es fácil de entender las realidades del futuro. Pero el Evangelio nos ilumina: nuestra resurrección está estrechamente ligada a la resurrección de Jesús; el hecho de que Él resucitó es la prueba de que existe la resurrección de los muertos. Quisiera presentar algunos aspectos que conciernen a la relación entre la resurrección de Cristo y nuestra resurrección. ¡Él ha resucitado! Y porque Él ha resucitado, también nosotros resucitaremos.

En primer lugar, la propia Sagrada Escritura contiene un camino hacia la plena fe en la resurrección de los muertos. Ésta se expresa como la fe en Dios Creador de todo hombre -cuerpo y alma- y como fe en Dios liberador, el Dios fiel a la alianza con su pueblo. El profeta Ezequiel en una visión, contempla los sepulcros de los deportados que se vuelven a abrir y los huesos secos que vuelven a la vida gracias a la infusión de un espíritu vivificante. Esta visión expresa la esperanza en la futura «resurrección de Israel, es decir, en el renacimiento del pueblo derrotado y humillado» (cf. Ez 37, 1-14).

Jesús en el Nuevo Testamento, lleva a cumplimiento esta revelación, y vincula la fe en la resurrección a su propia persona y dice: «Yo soy la resurrección y la vida» (Jn 11, 25). De hecho, será el Señor Jesús quien resucitará el último día a los que han creído en Él. Jesús vino entre nosotros, se hizo hombre como nosotros en todo, menos en el pecado; y de esta manera nos ha tomado con él en su camino de regreso al Padre. Él, el Verbo encarnado, muerto por nosotros y resucitado, da a sus discípulos el Espíritu Santo como garantía de la plena comunión en su Reino glorioso, que esperamos vigilantes. Esta espera es la fuente y la razón de nuestra esperanza: una esperanza que, si se cultiva y se custodia, nuestra esperanza si la cultivamos y la custodiamos, se convierten en luz para iluminar nuestra historia personal y también la historia comunitaria. Recordémoslo siempre: somos discípulos de Aquel que vino, que viene todos los días y vendrá al final. Si somos capaces de tener más presente esta realidad, estaremos menos fatigados ante lo cotidiano, menos prisioneros de lo efímero y más dispuestos a caminar con un corazón misericordioso por el camino de la salvación.

Otro aspecto: ¿qué significa resucitar? La resurrección -¡la resurrección de todos nosotros, eh!- tendrá lugar el último día, en el fin del mundo, por la omnipotencia de Dios, que volverá a dar la vida a nuestro cuerpo reuniéndolo con el alma, en virtud de la resurrección de Jesús. Y ésta es la explicación fundamental, porque Jesús ha Resucitado, nosotros resucitaremos. Nosotros tenemos esperanza en la resurrección, porque Él nos ha abierto la puerta: nos ha abierto la puerta a esta resurrección. Y esta transformación en espera, en camino de resurrección, esta transfiguración de nuestro cuerpo viene preparada en esta vida por la relación con Jesús, en los Sacramentos, especialmente en la Eucaristía. Nosotros que en esta vida nos alimentamos de su Cuerpo y de su Sangre resucitaremos como Él, con Él y por medio de Él. Como Jesús ha resucitado con su cuerpo, pero no ha vuelto a la vida terrenal, así también nosotros resurgiremos con nuestros cuerpos que serán transformados en cuerpos gloriosos, cuerpos espirituales. Pero esto no es una mentira, ¡eh! ¡Esto es cierto! Nosotros creemos que Jesús ha Resucitado, que Jesús está vivo en este momento. Pero, ¿ustedes creen que Jesús está vivo? ¿Qué vive? Ah, no lo creen, ¿eh? (Responden: «¡Sí!») ¿Lo creen o no lo creen? (Responden: «¡Sí!») Y si Jesús está vivo, ¿ustedes creen que Jesús nos dejará morir y no nos hará resucitar? ¡No! Él nos espera. Y porque ha resucitado, ¡la fuerza de su resurrección nos resucitará a todos nosotros!

Y ya en esta vida tenemos una participación en la Resurrección de Cristo. Si bien es cierto que Jesús nos resucitará al final de los tiempos, también es verdad que, en un cierto sentido, con Él ya hemos resucitado. ¡La vida eterna comienza ya en este momento! Comienza durante toda la vida, hacia aquel momento de la resurrección final. ¡Y ya estamos resucitados! De hecho, mediante el Bautismo, somos incorporados en la muerte y resurrección de Cristo y participamos de la vida nueva, que es la vida de Él. Por lo tanto, a la espera del último día, tenemos en nosotros mismos una semilla de resurrección, como la anticipación de la resurrección plena que recibiremos en herencia. Por esta razón, también el cuerpo de cada uno de nosotros es resonancia de eternidad, y por ello siempre debe ser respetado; y sobre todo se debe respetar y amar la vida de los que sufren, para que sientan la cercanía del Reino de Dios, aquella condición de vida eterna hacia la que caminamos ¡Y este pensamiento nos da esperanza! Estamos en camino hacia la Resurrección. Y esta es nuestra alegría: un día encontrar a Jesús, encontrarnos con Jesús todos juntos, todos juntos -no aquí en la plaza, en otra parte- pero felices con Jesús. ¡Y este es nuestro destino!

Traducción: RV