Los Reyes que traen obispos misioneros - Alfa y Omega

Quisiera recordar que, en esta fiesta que cierra la Navidad, san Juan Pablo II consagraba nuevos obispos misioneros, recordando que la Epifanía era una fiesta misionera por excelencia que nos invita a cada uno de los cristianos a salir, como salieron los Reyes Magos del Oriente, y ponernos en camino de búsqueda, siguiendo la estrella. No como aventureros o como emigrantes, sino como creyentes y misioneros que debemos saber leer los signos que Dios nos envía en cada tiempo, para darnos la buena noticia de que Jesús ha venido a salvar a todas las razas, culturas y pueblos, a llevar esperanza y alegría como buenos mensajeros de Dios.

Esta fecha es para mí también muy singular, porque hace 19 años, un 6 de enero, en la basílica de San Pedro, yo mismo fui consagrado obispo misionero por san Juan Pablo II. Nunca imaginé asumir esta gran responsabilidad episcopal; ni lo quería ni lo deseaba, más bien me resistía a creerlo y aceptarlo. Pero la obediencia a la Iglesia y la fidelidad a la misión me convencieron.

Cuando el día de san Francisco Javier, patrono de las misiones, el nuncio me daba la noticia, fue como un jarro de agua fría. Pero san Francisco Javier me animó y el 8 de diciembre, fiesta de la Inmaculada, se hizo público mi nombramiento de obispo. Fue como una caricia de la Madre generosa que un día dio también su sí para la misión que Dios la encomendó.

Después del camino realizado en estos 19 años, he de dar las gracias a Dios por su amor misericordioso para conmigo. Cuando me dijeron que tenía que escoger un lema episcopal abrí la Biblia y encontré a san Pablo: «Haced todo con amor». Ese quise que fuera el pensamiento que debía realizar cada día en mi trabajo episcopal y, además, enseñarlo con mi vida a los demás. Ciertamente, lo que no se hace con amor no tiene valor.

Muchas cosas he aprendido en este camino misionero. Por ejemplo, que el trabajo de un buen misionero ha de estar realizado con mucha paciencia, con mucho amor y generosidad, amando al pueblo que se te confía y desde la gratuidad que Dios providente nos enseña cada día. Como dice su Palabra, quien en Él confía nunca queda defraudado. Me gustaba la frase que el día de mi ordenación sacerdotal puse en mi recordatorio: «Me gastaré y desgastaré por vosotros, aunque amándoos más sea menos amado», palabras también del apóstol misionero san Pablo en la segunda carta a los Corintios. Creo que esto también se hace realidad en la vida misionera y nos anima a dar la vida por los demás, como la dio Cristo.

Me queda juntamente con el agradecimiento una petición: recen por los obispos misioneros, que lo necesitamos mucho. Somos un regalo de Dios en la fiesta de los Reyes para su Iglesia misionera.