Lo pequeño también tiene luz propia - Alfa y Omega

Lo pequeño también tiene luz propia

Es fácil quedar deslumbrado por una obra de gran tamaño. ¿Quién no recuerda Las tres gracias, de Rubens, una obra de 221 por 181 centímetros? Sin embargo, Diana y sus ninfas, otra obra maestra suya, pasa desapercibida para el gran público a causa de su reducido tamaño (27,7 por 58 centímetros). Recuperar esta belleza que se encuentra cautiva en lo pequeño es el objetivo de esta exposición, organizada por la Obra Social La Caixa y el Museo del Prado, ayer inaugurada, y que se podrá admirar en Barcelona hasta el 5 de enero próximo

Fernando de Navascués
'Cristo con la Cruz a cuestas' (detalle), de Tiziano (ca. 1565)
Cristo con la Cruz a cuestas (detalle), de Tiziano (ca. 1565).

La exposición La belleza cautiva. Pequeños tesoros del Museo del Prado la componen 135 obras que representan a todas las escuelas que alberga la pinacoteca madrileña, desde el siglo II d. C., con una escultura de Palas Atenea, hasta el siglo XIX, con Fortuny. Entre esos dos polos contemplamos miniaturas de El Bosco, Tiziano, Brueghel el Viejo, El Greco, Velázquez, Rubens, Rosales o Madrazo. Una exposición que aborda todo tipo de géneros y temas.

Para realzar estas esculturas, bocetos, cuadros de altar, cuadros de gabinete o, simplemente, los pequeños retratos pintados para el uso más personal, se utilizan recursos expositivos como ventanas, cámaras oscuras o un perfecto colgado a la altura de los ojos. Lo pequeño también tiene belleza y originalidad.

'La Virgen con el Niño y ángeles', de Gérard David (ca. 1520)
La Virgen con el Niño y ángeles, de Gérard David (ca. 1520).

La religiosidad medieval

Palas Atenea, diosa de las artes, inicia esta exposición de pintura y escultura en pequeño formato, introduciendo al visitante en la Edad Media. Aquí encontramos escenas de vidas de santos, obras de gabinete dedicadas a reyes y grandes señores, y pequeños cuadros de altares portátiles, o de oratorios privados. Ejemplo de ello es un cuadro de devoción de Gérard David, La Virgen con el Niño y ángeles.

El manierismo en tamaño reducido

Posteriormente, la artificiosidad del manierismo ofrece figuras de proporciones alargadas, actitudes violentamente forzadas, colores inusuales… Los artistas de este siglo XVI experimentaron, con la intimidad de las pequeñas proporciones, una forma de responder a las demandas de la sociedad moderna. Así encontramos a Tiziano con su Cristo con la Cruz a cuestas; o El descanso en la huida a Egipto, de Giovanni Battista Crespi, Il Cerano.

'El Descanso en la Huida a Egipto', de Crespi, 'Il Cerano' (ca. 1595)
El Descanso en la Huida a Egipto, de Crespi, Il Cerano (ca. 1595).

El barroco: lo religioso y lo profano

Es en la época del Concilio de Trento donde las vidas ejemplares y la fugacidad de las cosas cobran mayor sentido si cabe. De esta manera encontramos El Descendimiento, de Antonio Allegri, así como la aparición del género del bodegón, donde Gabriël Metsu nos habla de la fugacidad del tiempo con su Gallo muerto. Y en cuanto a la pintura profana, Rubens expone Diana y sus ninfas cazando, y Brueghel el Viejo, el autor de pequeñas escenas cuya minuciosidad invita al espectador a abandonar su mundo e introducirse en el de la pintura, ofrece El Paraíso terrenal.

'Diana y sus ninfas cazando', de Pedro Pablo Rubens (1636-1637)
Diana y sus ninfas cazando, de Pedro Pablo Rubens (1636-1637).

Las novedades del siglo XVII

Si algo aporta de especial este siglo XVII es la creación del paisaje como género independiente. En Italia se dedicaron al paisaje clásico, y los flamencos y holandeses a su propio entorno natural, como vemos en La abundancia, de Brueghel el Joven. Pero también en los Países Bajos se desarrolló un estilo de pintura dedicado a la vida diaria, como vemos en El viejo y la criada, donde el espacio y la proporción no parecen ser un problema para su autor, David Teniers.

La elegancia cortesana del siglo XVIII

La dinastía borbónica, instaurada en España en 1700, trajo artistas italianos y franceses para las decoraciones de los Sitios Reales. Estas obras van desde el rococó, ilusorio y colorista de Tiépolo con su Olimpo, hasta el neoclasicismo de Bayeu, con El paseo de las Delicias.

'La ermita de San Isidro el día de la fiesta', de Francisco de Goya (1788)
La ermita de San Isidro el día de la fiesta, de Francisco de Goya (1788).

Goya y los ámbitos privados

Y para finalizar, Francisco de Goya y Lucientes, el maestro que usó el pequeño formato para dar rienda suelta a la fantasía y la imaginación, y así primar lo satírico, o lo trágico, como vemos en sus Caprichos.

No obstante, en esta exposición también brilla con luz propia La ermita de San Isidro el día de la fiesta. Por su parte, el romanticismo aportó mayor privacidad a la aristocracia y la burguesía, enriqueciendo sus estancias con este tipo de obras.

De este modo, aparecieron nuevos temas como la ciudad, la playa o el orientalismo, según lo refleja Fortuny con Los hijos del pintor en el salón japonés, todo un ejemplo de este momento.