Cristóbal López Romero: «Nuestro objetivo no es que la Iglesia engorde» - Alfa y Omega

Cristóbal López Romero: «Nuestro objetivo no es que la Iglesia engorde»

La Iglesia no es «como la Coca Cola, que intenta ganarle mercado a la Pepsicola». El reto «no es hacer crecer la Iglesia, sino el Reino de Dios», y eso solo se consigue trabajando por «la justicia y la paz». Esta es la convicción del nuevo arzobispo de Rabat, el salesiano español Cristóbal López Romero

Ricardo Benjumea
Cristóbal López en Kenitra (Marruecos), cuando era director de este colegio salesiano. Foto: Salesianos

Cuando estaba a punto de iniciar los trámites para su jubilación civil y a dos años del fin de su sexenio como inspector salesiano en la inspectoría de María Auxiliadora (con sede en Sevilla) a Cristóbal López Romero (Vélez Rubio –Almería–, 1952) le sorprendió la noticia de su nombramiento como arzobispo de Rabat. Regresa a Marruecos, donde ya vivió durante 8 años, para hacerse cargo de una diócesis similar en tamaño al conjunto del territorio español, pero con apenas 25.000 fieles, todos extranjeros, ya que no hay oficialmente cristianos nativos en el país alauita. Él, sin embargo, se considera pastor de todos, «porque el Señor le encomienda al obispo no solo a los que creen, sino a todas las personas que están allí». Conserva, cuenta, buenos amigos musulmanes de su época en Kenitra (2003-2011), a unos 40 kilómetros de Rabat, donde fue director del colegio y del centro de formación profesional Don Bosco. Abandonó el país al ser nombrado provincial salesiano en Bolivia (2011-2014). Periodista de formación, ha sido misionero en Paraguay y provincial salesiano en Bolivia.

Con él serán dos los obispos españoles en Marruecos, si bien el arzobispo de Rabat, Santiago Agrelo, ha presentado ya al Papa la renuncia por motivos de edad. «Me mandó una carta muy cariñosa y muy profunda, como suelen ser todos sus escritos —cuenta López Romero—. Me dijo que, aunque se rompa las dos piernas, estará conmigo en la catedral de Rabat el 10 de marzo». Presidirá la ordenación episcopal el arzobispo de Barcelona, el cardenal Juan José Omella.

La Iglesia en Marruecos, ha dicho usted, es «insignificante pero muy significativa». ¿Qué quiere decir con esto?
Es una iglesia del encuentro, del encuentro entre cristianos y musulmanes. Sin poder, sin grandes medios, sin la posibilidad de anunciar a Jesucristo públicamente, pero obligada, ¡felizmente obligada!, a basar la evangelización en el testimonio. Aquí está en juego un concepto sobre la tarea evangelizadora muy importante. Algunos piensan que nuestro objetivo es que la Iglesia engorde, ser más, un poco como la Coca Cola, que intenta ganarle mercado a la Pepsicola. Pero el objetivo de los cristianos no es hacer crecer la Iglesia, sino hacer crecer el Reino de Dios, y entonces, lo demás se nos dará «por añadidura». Una Iglesia, aunque sea pequeña, si trabaja para que crezcan la justicia y la paz, la dignidad de la persona, la vida, la verdad, el amor…, está cumpliendo plenamente su misión. Por eso me gusta decir que hay lugares donde la Iglesia es tal vez muy grande y lo abarca todo, pero a lo mejor el Reino de Dios allí es pequeño. Y podría darse el caso de que, en otras partes, la Iglesia fuera chiquitita y el Reino de Dios, por el contrario, muy grande. Esto es algo que se tiene muy claro en Marruecos. Aunque si es voluntad de Dios que la Iglesia crezca, pues qué maravilla.

La frontera entre España y Marruecos es la más desigual del mundo. Hay importantes diferencias económicas y también culturales. ¿Qué puede aportar un obispo español al diálogo?
La Iglesia no es francesa, española o marroquí, sino católica y universal, pero una de las características más hermosas de la Iglesia que está en Marruecos es que cuenta con unas 40 nacionalidades representadas entre los agentes de pastoral, y con 80 o 90 nacionalidades entre los fieles. El dialogo cultural no es una tarea especifica o exclusiva de la Iglesia, pero sí queremos ser un factor que posibilite y facilite ese diálogo, que tiene que darse entre Oriente y Occidente, entre Europa y África, entre el norte y el sur, entre ricos y pobres, entre cristianos y musulmanes… Se trata de levantar puentes, como dice continuamente el Papa, y no muros, que ya hay muchos en el mundo, de manera que se vaya construyendo el mundo como una sola familia: la familia de los hijos de Dios.

Buena parte de sus feligreses van a ser subsaharianos en tránsito hacia Europa que terminan quedándose en Marruecos. ¿Qué atención les da la Iglesia?
Eso que empezó siendo una población pequeña y marginal ahora es una población importante, gracias también a que Marruecos en estos últimos años ha abierto los brazos y ha concedido derechos de acogida a muchos subsaharianos. La Iglesia en Rabat cuenta con Cáritas y con otras dos instituciones para acoger a los migrantes que se acercan para escucharlos, orientarlos y ayudarlos en sus necesidades. Sobre todo es importante acogerlos como hermanos: que se encuentren con personas amigas, en contraste con los asaltantes y los explotadores a los que han sobrevivido durante el camino. Que puedan descansar en confianza entre personas que buscan su bien.

Helena Maleno está siendo juzgada en Marruecos como cómplice de las mafias por dar aviso a Salvamento Marítimo de migrantes en pateras a la deriva. No es un caso único, hay otros 45 activistas denunciados en Europa.
La hipocresía europea es enorme. Europa está jugando un papel que es no solo anticristiano, sino inhumano. En lugar de acoger a las personas, les pone barreras. Yo entiendo que este es un problema complejo, no lo simplifico, pero no es esa la actitud que se tuvo con los europeos cuando en Europa se pasaba hambre y las puertas de los países americanos se les abrieron de par en par. Deberíamos volver a nuestras raíces cristianas y tener una actitud de verdadera acogida, de verdadera fraternidad.

Algunos dirigentes europeos aseguran que cierran sus fronteras para proteger la identidad cristiana de nuestras sociedades.
[Ríe] Eso ya es ironía… Sarcasmo.