«Taizé es un lugar de búsqueda para los jóvenes» - Alfa y Omega

«Taizé es un lugar de búsqueda para los jóvenes»

María Martínez López
Jóvenes llegan a Valencia el 28 de diciembre de 2015 para participar en el Encuentro Europeo que tuvo lugar en la ciudad. Foto: Familia Marianista

«Estoy muy ilusionado de que el próximo Encuentro Europeo de Jóvenes de Taizé se vaya a celebrar en Madrid» en torno al Año Nuevo de 2019. Jorge, un joven jerezano de 28 años, sabe bien de lo que habla. Es un visitante frecuente de la comunidad ecuménica fundada por el hermano Roger Schutz en la Borgoña francesa, y ha vivido como voluntario el encuentro europeo que terminó el lunes en Basilea (Suiza). También participó en los anteriores, en Riga (Letonia) y Valencia. El artífice de este último encuentro fue el actual arzobispo de Madrid, el cardenal Carlos Osoro. Buen conocedor de la comunidad, el purpurado saludó el sábado la noticia de la designación de la capital de España con alegría: «Madrid es lugar de encuentro, de comunión y de expansión de la fe a todos los lugares de la tierra».

Jorge visitó por primera vez Taizé invitado por un seminarista de su parroquia, en 2011. Durante el verano, decenas de miles de jóvenes acampan durante una semana en torno al convento de esta comunidad compuesta por 100 religiosos de 36 países. Quieren vivir la experiencia de oración, reflexión y encuentro que la comunidad les ofrece. «Allí encontré paz, un lugar donde me daban los medios para escuchar a Dios, donde durante la oración podía mirar hacia dentro, incluso a puntos de mí mismo que dolían», recuerda este voluntario andaluz.

En septiembre de 2016, días después del último examen de la carrera, se trasladó a Taizé como voluntario. «Necesitaba parar y tener un tiempo de escucha», dice. Su vida allí, con jóvenes de otros 17 países, consiste en tres oraciones diarias, dos momentos semanales de estudio bíblico, ayudar en la acogida de otros jóvenes y una entrevista semanal con el hermano de la comunidad que lo acompaña. Una vida muy similar a la de los propios religiosos. «Pero al ser con otros jóvenes se vive con naturalidad. Tienes mucho tiempo para profundizar en tu fe, y creces de una forma brutal».

Un momento de oración en la iglesia de la Reconciliación en Taizé. Foto: Maciej Biłas

Desde septiembre, estuvo en Basilea preparando el Encuentro Europeo de Jóvenes de 2017, y «asegurándose de que cada uno de los 15.000 jóvenes que han venido tuvieran una familia que los acogiera». A diferencia de las semanas en Taizé, «los encuentros europeos tienen un elemento añadido de descubrir a Cristo en la Iglesia local», en las comunidades de distintas confesiones de la ciudad donde se celebra. «Para conocer hoy en día a la Iglesia –afirma el joven– hay que entender sus Iglesias locales». Así, miles de jóvenes de Europa tendrán la oportunidad de conocer la realidad de la Iglesia en Madrid.

El atractivo de la oración

Las parroquias madrileñas, por su parte, podrán conocer mejor una propuesta que desde los años 1970 ha ejercido un gran atractivo sobre los jóvenes. Tiene elementos comunes con las Jornadas Mundiales de la Juventud, en el sentido de que «a los jóvenes, que quizá vienen de entornos donde la gente de su edad no ve bien la religión, les impresiona estar rezando con otros 6.000 chicos de distintos países» y además, en este caso, también protestantes y ortodoxos. «Ven que no pasa nada por decir que eres cristiano». Lo explica José María Oviedo, de la parroquia madrileña de la Sagrada Familia, que ofrece una oración mensual según el estilo de Taizé.

Para este sacerdote, uno de los principales ingredientes que atrae a los chicos es, precisamente, la plegaria: sencilla y cuidada, pero abierta. «A veces nuestras oraciones son demasiado intelectuales, con muchos textos que te dirigen. Aquí no. A los jóvenes también les ayuda la música meditativa. Al principio les parece aburrida, pero cuando la conocen se dan cuenta de que precisamente por eso no tienes por qué estar atento todo el rato». El mensaje va calando poco a poco, «como ocurre con el rosario. En esos momentos, aflora lo que tienes en el corazón, y como las canciones suelen remitir a la confianza en Dios y a Su amor, te permiten ponerlo todo en Sus manos».

«Venían los toxicómanos del barrio»

Este estilo llega a las personas más insospechadas. «Yo conocí esta oración gracias a la que se hacía en mi parroquia de Vallecas, y a la que iba todo tipo de gente; incluso algunos toxicómanos del barrio», recuerda el sacerdote. Jorge lo ratifica: «Taizé es un lugar de búsqueda», al que acuden jóvenes cristianos pero también personas que se hacen preguntas o «que dicen que no creen. Creo que una de las cosas que les atrae es la sencillez. Y, en los grupos de compartir, siempre surgen todo tipo de temas y experiencias. Sin darte cuenta, puedes ayudar a otros. En nuestras parroquias, no ponemos eso a disposición de la gente; quizá hacemos un club de amigos, pero no un lugar verdaderamente de encuentro».

Jóvenes de la familia marista en Taizé. Foto: Familia Marianista

Por razones como estas, los marianistas llevan ya casi dos décadas integrando la experiencia de Taizé en la propuesta pastoral de sus centros. «En distintos sitios de España hacemos oraciones siguiendo este estilo, y a los chicos de 2º de Bachillerato y universitarios les proponemos en verano visitar la comunidad, igual que a los de 1º los llevamos al Camino de Santiago», explica Paco Calancha, responsable de pastoral juvenil y vocacional en España. «Se ha creado ya una tradición, y los chavales se lo cuentan unos a otros».

Un nuevo interés

El interés por la comunidad ecuménica de la Borgoña está viviendo un repunte en España, después de algunos años de declive en sitios de nuestra geografía donde antes participaba más gente. En otros, como Madrid, unas pocas parroquias ofrecían oraciones y viajes a Taizé, pero siempre de forma aislada. La sospecha de que el ecumenismo terminara conduciendo al sincretismo o al relativismo –pensar que es igual ser católico que de otra confesión– hacía que esta espiritualidad no se impulsara demasiado.

Este recelo –explica el párroco de la Sagrada Familia– es infundado: el estilo de vida de Taizé está pensado «para que cada uno pueda vivir su fe en libertad, sin sentirse presionado por los demás. En la iglesia de la Reconciliación, por ejemplo, hay un sagrario con el icono de la Virgen encima y se da la comunión diaria. Los protestantes, a su vez, reciben el pan bendito, que no está consagrado. No tienes que renunciar a lo tuyo para poder vivir lo que tenemos en común».

En Madrid, la llegada como arzobispo en 2014 del cardenal Osoro, ha impulsado esta propuesta. La Delegación de Infancia y Juventud ahora organiza varias peregrinaciones cada año. Esto ha provocado que hayan empezado a acudir «jóvenes de otros estilos, con un bagaje más tradicional. Esto está muy bien, aunque al principio algunos se sientan incómodos», confiesa Oviedo.

Ecumenismo desde la amistad

En España, la división entre los cristianos no es algo que los jóvenes creyentes vean o experimenten en su día a día, como puede ocurrir en otros países europeos. «Saben que hay otras confesiones, y a veces, por no estar juntos, tienen más prejuicios hacia ellas». A la mayoría –continúa el sacerdote– se les pasa después de convivir unos días. «Allí los temas de conversación buscan siempre lo que nos une. Pero como los grupos de compartir son estables durante toda la semana, a medida que van cogiendo confianza y cariño sí surge, de forma espontánea, la curiosidad por las diferencias. Cuando vuelven, les ha cambiado un poco la visión. Han visto que los jóvenes de otras confesiones no son tan distintos, porque todos creemos en el mismo Jesucristo», además de compartir muchas situaciones e inquietudes.

También Natalia maduró en su experiencia de fe gracias a una visita a Taizé. «Yo venía de una vivencia del cristianismo más ritual, más conservadora. Una vez, cuando vivía en Francia, visité Taizé. Se me abrió una mirada diferente, no tanto desde los mandamientos, sino desde la relación con un Dios más asequible y cercano. Esto es lo que me mueve a intentar llevar esta experiencia a los demás».

Oración organizada por Taizeando en la parroquia madrileña de los Santos Inocentes. Foto: Taizeando

Visitas a las parroquias

Hoy Natalia y su marido, Raúl –al que conoció en ese viaje–, forman, con otros jóvenes, Taizeando: un grupo que visita las parroquias de Madrid organizando oraciones y animando a peregrinar a esta localidad francesa con la Delegación de Juventud.

La idea surgió en 2014, a raíz del Encuentro Europeo de Jóvenes de Praga. «Un hermano de la comunidad nos dijo que sería bonito que en Madrid se conociera más esta experiencia. Les preocupaba que ya no iban tantos españoles a Taizé, y temían que no fueran a acudir muchos madrileños a la cita de Valencia, al año siguiente. A raíz de ese comentario sopló el Espíritu, y decidimos salir de nuestra oración semanal para ir a buscar a otros jóvenes; igual que los hermanos salen de su convento todos los años para encontrarse con nosotros».

Empezaron en 2015 escribiendo a todas las parroquias de la archidiócesis, pero desde entonces su labor se difunde más por el boca a boca. Ya han visitado 46 iglesias, «y la acogida ha sido siempre muy buena. En varias de ellas nos han pedido que volvamos, y de algunas han salido chavales para las peregrinaciones».

Este año, además, se han lanzado a organizar una oración mensual en la casa de Misión Emmanuel, un hogar de acogida puesto en marcha por una familia madrileña. A largo plazo su objetivo es «dar a las parroquias las herramientas para que ellas organicen sus propias oraciones. Seguimos lo que siempre dicen los hermanos: que Taizé no es para quedarse allí, sino para volver y llevar lo que uno ha vivido a la propia comunidad. Ellos no quieren iniciar un movimiento».

Una Iglesia unida que trabaje con los jóvenes

Ahora, Taizeando afronta con muchas ganas los preparativos de la cita del próximo diciembre. Lo mismo le ocurre a Paco Calancha, de los marianistas. Ya colaboran con la Delegación de Infancia y Juventud de Madrid, a cuyas peregrinaciones a Taizé se han sumado en alguna ocasión. «En toda la Iglesia hay un movimiento que tiende a unir experiencias y trabajar juntos. Todos somos Iglesia, y si no trabajamos juntos lo juvenil y vocacional, se pierde mucho. En diciembre estuve en Roma, en el I Congreso de Pastoral Vocacional organizado por la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada, y una de las ideas fundamentales que salió fue la necesidad de colaborar entre los distintos carismas religiosos y la Iglesia diocesana. Dar testimonio de Iglesia nos enriquece a todos, y ya es en sí mismo una llamada vocacional para los jóvenes». En definitiva, otra forma de ecumenismo.

¿Sabías qué…

… el hermano Roger comulgaba a diario desde 1972? En ese año, recibió la Eucaristía por primera vez de manos del obispo de Autun. La comunidad se preparaba para acoger al primer hermano católico, y «era impensable no comulgar en la misma mesa eucarística», explicó tras su muerte el hermano Alois, su sucesor. En 1980, precisamente ante el Papa Wojtyla, el hermano Roger explicó el itinerario que le llevó a comulgar como católico sin haber sido admitido formalmente en la Iglesia: «Encontré mi propia identidad de cristiano reconciliando en mí mismo la fe de mis orígenes con el misterio de la fe católica, sin ruptura de comunión con nadie».

… no todos los hermanos viven en Taizé? Del centenar de hermanos que forman la comunidad, 20 viven en Kenia, Senegal, Brasil, Corea del Sur y Bangladés. En estos lugares, además de organizar retiros y encuentros interreligiosos, regentan escuelas y centros de tiempo libre para niños, atienden a enfermos y personas con discapacidad y colaboran con los misioneros y la Iglesia local.

… la comunidad ha unido a Europa? Desde el año 1962 los hermanos visitaban de forma discreta a los creyentes que vivían bajo el yugo comunista. Tras la caída del Muro, la comunidad era un punto de encuentro para jóvenes de países que hasta hace poco, o en ese mismo momento, estaban enfrentados. Los encuentros europeos en esa época fueron en Breslavia (Polonia, 1989), Praga (1990) y Budapest (1991). José María Oviedo cuenta cómo, en los años 1990, coincidió en Taizé «con serbios y croatas, que allí se conocían y pasaban una semana rezando juntos».