Chillar por los que no tienen voz - Alfa y Omega

Todos conocemos ya los hechos: un grupo islamista detonó explosivos en dos iglesias cristianas en Lahore, principal área de concentración cristiana en Pakistán, país en el que el 95 % de su población de 190 millones es musulmán. El ataque dejó un saldo de al menos 15 muertos y 75 heridos. «Miedo no tenemos. Tenemos precaución», ha indicado Pilar Vila. Como consecuencia del ataque, se cerraron por precaución todos los colegios en Pakistán que sean dirigidos por religiosos cristianos o que dependan de la diócesis. Pilar Vila, que lleva 18 años en Pakistán, ha asegurado que las explosiones no son un acto aislado, y que en las últimas semanas han sufrido otros ataques, como la violación a una religiosa de 71 años.

Pocos medios se han hecho eco de lo ocurrido. Y los que lo han hecho lo han contado como un ataque más del fanatismo islámico, un ataque a la población no musulmana en todo caso, no como un capítulo más de la historia de la persecución a los cristianos más cruenta de la historia, la que esta llevando a cabo el fanatismo islámico. Nadie ha dicho nada. Ninguna declaración de los primeros ministros o de los ministros de asuntos exteriores de ningún país del mundo, a diferencia de la matanza en París de los dibujantes franceses. Obama, imaginamos, que le pillaría la noticia como ha ocurrido con los principales ataques del terrorismo islámico, jugando al golf.

A nadie le interesa si se matan o no se mata a cristianos por ser cristianos, sobre todo si son doblemente pobres: pobres por pertenecer a un país pobre y pobres por ser la minoría religiosa más denostada de ese país pobre. Como a nadie le interesa, nadie lo cuenta, y como la mayoría de los medios de comunicación occidentales son bastante laicistas, les da urticaria hablar de martirio cristiano. Y para más desgracia, a los cristianos de los países ricos tampoco parece que nos preocupe demasiado lo que esta ocurriendo con nuestros hermanos en Pakistán, en Irák, en Nigeria o en Siria. Y así nos va. Menos mal que hay una misionera religiosa española en Pakistán que no sólo eleva, sino que grita, por los que no tiene voz, y nos recuerda que en los más pobres y en los perseguidos por su fe, como decía el Padre Werenfried, Dios sigue llorando en la tierra.