Navidad en las manos de Dios - Alfa y Omega

Navidad en las manos de Dios

Viven el Adviento con intensidad litúrgica, y por eso su Nochebuena se centra en la preparación espiritual ante el Niño que nace. Pero no sólo, porque, como casi todo el mundo, ellos también celebran de un modo festivo y familiar la Navidad. La única diferencia está en qué entienden por fiesta y cuál es su familia. Son los monjes y monjas que pueblan los conventos españoles, y que se preparan para vivir hoy uno de los días más vibrantes de su vida, entregándose (como siempre) a Dios y a los hombres, ante el Misterio de Belén

Redacción

Por: A. Llamas, M. Martínez, J. A. Méndez, J. L. Vázquez D.-M.

Nieva en la abadía trapense de Dueñas, y la foto del santo Hermano Rafael que luce la fachada principal, se tiñe de blanco. Y de frío. Pero basta cruzar el umbral de sus portalones para que el corazón se caldee con la alegría de saber que Cristo nace. Aquí sí le han dado posada. Tras los muros del monasterio de la Trapa, la comunidad de monjes entona villancicos para Dios, y cena frugalmente para degustar y paladear el mayor de los manjares: la Eucaristía. La Liturgia une a estos varones de Dios con el resto de conventos y monasterios del mundo entero, en los que esta noche se vive con una intensidad festiva fuera de lo común. El Niño que esta noche nos nace no recibe el aliento de los bueyes y las mulas, sino el calor maternal de las carmelitas de San Lorenzo de El Escorial, que caldean en sus braseros las ropas con las que cubren al Santo Bebé que exhiben en su Nacimiento. Ni tampoco es hoy agasajado por pastores en la quietud de la noche, sino que, cerca del bullicioso aeropuerto de Barajas, las benedictinas de la Natividad se postran en un estremecedor silencio ante Cristo Eucaristía. Y, como la alegría de saberse visitado por Cristo Niño trasciende la clausura más estricta, las paredes del convento de religiosas agustinas de la Purísima Concepción, en Toledo, se empapan con el júbilo de esta Noche, levantan el ayuno, toman un vaso de leche caliente, charlan, entonan cantos navideños y alaban a Dios festivamente.

Una Navidad diferente

En los miles de conventos que pueblan España, esta noche se celebra la Navidad en familia: la de la Iglesia universal. Porque, sin duda, desde la contemplación y desde la intensidad de un Adviento bien vivido, la Nochebuena tiene un sabor distinto. Al menos, un sabor mucho más próximo a la austeridad del Portal de Belén y al gozo de los pastores, que al excéntrico consumismo de los paganos.

Ya lo dijo san Bernardo, que conocía bien la vida monástica: «¿Puede haber algo más indigno, más detestable y que merezca un castigo más duro que, al contemplar al Dios del cielo hecho niño, el hombre mantenga una postura de engreimiento? No huyas. No temas. No viene con ejércitos. No pretende castigar, sino salvar. Ahí lo tienes: es un niño y sin voz. Puede ser terrible para alguno, mas no para ti. Se hizo niño. Las delicadas manos de la Virgen lo envuelven en pañales. ¿Y aún te da miedo? No llega para maniatarte y perderte, sino para salvarte y librarte». Y lo hace, vaya si lo hace, ya fuera, ya dentro de los muros de un monasterio…

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Benedictinas de la Natividad, en Madrid
Cómo vivimos la Navidad

Emmanuel, Dios con nosotros: ésta es la mejor noticia que se nos puede comunicar, éste es el fundamento de nuestra alegría. La alegría es consecuencia de algo… Fuera del monasterio, vemos cómo se afanan por lograr esta alegría en los grandes almacenes, en regalos, etc. Para nosotras, las sorpresas vienen de Alguien, no de algo, y se encuentran en lo profundo del ser, donde Dios quiere revelarse. Estamos convencidas de que en el mundo hay muchos goces, pero poca alegría.

Ya muy cercano Emmanuel, como cantamos en la liturgia, el día 17 de diciembre comenzamos a cantar las antífonas llamadas O, que son exclamaciones, anhelos…, que los patriarcas y profetas ponían en boca del pueblo de Israel, para llamar al Mesías. Las cantamos con toda solemnidad y con música especial, unidas al canto del Magníficat, cántico de María, en la Hora de Vísperas.

El día 24 de diciembre, a las 9 de la mañana, tiene lugar el canto de la Kalenda, anuncio solemne del Nacimiento de Jesucristo según la carne, al que asisten gran número de fieles. Al final de este anuncio, en un silencio sobrecogedor, la comunidad se postra adorando al Verbo encarnado, pidiendo por todas las necesidades del mundo, haciendo nuestras las penas y alegrías de todas la Humanidad. A continuación, tenemos la celebración de la Eucaristía del día.

La cena de esta Noche Santa, tiene algunas particularidades. Por ejemplo, se adorna el comedor con motivos navideños, y se pone de relieve la alegría fraterna, expresada en pequeños gestos, como quien tiene la necesidad de comunicar el gozo de saberse salvados. Nos sentimos pobres ante Dios, y Él se cuida de nosotras con generosidad desbordante. Esta noche, una amistad de la comunidad tiene la delicadeza de regalarnos la cena, donde vemos la mano paternal y maternal de Dios.

A las 23 horas de la Nochebuena comenzamos el Oficio de Lecturas, como preparación inmediata a la celebración eucarística de la solemnidad. Al final, se adora al Niño Jesús, cantando villancicos. A nuestra celebración acuden, entre otros muchos, un nutrido grupo de ucranianos, que tienen el gusto de cantar un villancico en su propia lengua; es impresionante escuchar sus potentes voces, emocionados hasta las lágrimas. Al finalizar la celebración, invitamos a tomar unos dulces a todos los participantes. Con estos hermanos ucranianos y otros muchos necesitados que se acercan al monasterio, tenemos la oportunidad de ver el rostro de Cristo humano y sufriente, tendiéndoles las manos y, sobre todo, el corazón, dentro de nuestras posibilidades. Hemos comprobado que el compartir aumenta la alegría, a veces conlleva sacrificio, así como también aviva nuestra fe en su promesa: Lo que hicisteis con el más pequeño de vuestros hermanos, lo hicisteis conmigo. Ahora nos quedamos orando por la familia, como es el deseo del Santo Padre y de nuestro señor cardenal arzobispo.

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Abadía trapense de San Isidro de Dueñas (Palencia)
Y usted, ¿espera a Dios, o los regalos de Reyes?

Se descuelgan lentas las palabras por la blanca barba del padre Enrique Trigueros, abad de la Abadía cisterciense de la Trapa de Dueñas: «No quiero exagerar, pero parece que el sentido cristiano de la Navidad y del Adviento se diluye en muchas personas, hasta en algunos católicos. Cuando sales, ves un consumismo exacerbado. ¿Qué esperan las personas que pasan estos días con esa actitud? ¿Esperan al Señor que nos salva, que ha nacido por mí, que ha estado aquí? ¿Esperan a Dios, o los regalos del día de Reyes? Con lo bonito que es saberte cerca de Dios…».

Desde esta perspectiva, se entiende mucho mejor cómo viven los monjes de esta abadía: celebrando desde la Liturgia, compartiendo en comunidad y orando por quienes están fuera de los muros del convento que acogió a san Rafael Arnáiz. «La vida de un monje —explica el abad— siempre experimenta la presencia de Dios, sobre todo desde la Lectio divina y del trabajo manual. Por eso, los cambios de tiempo litúrgico nos cambian el tono y el ambiente. Cuando vives bien el Adviento, no tienes que hacer mucho esfuerzo». De ahí que las felicitaciones de Navidad y los adornos luzcan en la abadía sólo desde unos pocos días antes del 24. Eso sí, merece la pena esperar: «Ponemos un belén grande en el refectorio, otro en la iglesia para que lo vea todo el mundo, un Misterio en el noviciado, adornos en la sala capitular y en la enfermería… Eso sí, aquí no entra Papá Noel». Sin embargo, la gran celebración de la Navidad es la litúrgica: «Tenemos una celebración penitencial, para vivir los misterios de la Navidad como Dios manda. El 25 celebramos la misa a las 8 de la mañana y al mediodía, y, por supuesto, el 24 por la noche, la Misa del Gallo. Cenamos más bien poco, porque nuestra verdadera cena es la Eucaristía: el Señor nace en la Misa de las 12. Cantamos Noche de Paz y otros villancicos con la gente del pueblo que viene a la Misa. Si bebes o cenas demasiado, ¿cómo vas a celebrar después la Eucaristía?». Con la quietud propia de quien tiene su alma volcada en el Sagrario, concluye: «Si alguien quiere vivir estos días con verdadero espíritu navideño, que lo haga a través de la confesión, de la Eucaristía, de la oración, contemplando el belén, como hacemos en esta comunidad. En Navidad hay muchos signos que nos recuerdan que, si nos vamos de viaje en vacaciones, preparamos muchas cosas, pero para el único viaje que todos sabemos que vamos a hacer, el viaje a la Eternidad, a veces no nos preparamos tanto. Si todas las empresas hacen balance al final del año, ¿por qué no hacerlo nosotros sobre nuestra vida de fe?».

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Convento de la Purísima Concepción, religiosas Agustinas (Toledo)
Tradiciones en el centro de Toledo

A este convento de Agustinas contemplativas se las conoce en Toledo como las gaitanas, pues el convento fue levantado gracias a doña Guiomar Meneses, esposa de Lope Gaitán, allá por el siglo XV. Actualmente, quedan 8 religiosas, que se sienten –y son– muy queridas en la ciudad.

Sus tradiciones en Navidad se remontan a siglos de Historia, de vida interior riquísima y profunda; a horas de oración con expresiones cariñosas de amor al Niño Dios que hoy nos suenan dulcemente antiguas, como esos refranes que repetimos desde siempre, y que están llenos de sentido común.

«Antiguamente –cuentan las religiosas–, el Adviento empezaba el 2 de noviembre, y, desde ese momento, comenzábamos a practicar el ayuno 3 veces al día, y la disciplina». Con el Concilio, la práctica de la disciplina se suprimió, y lo han sustituido por el rezo del salmo Miserere, «con los brazos en cruz. También anteriormente, el 30 de noviembre comenzábamos a rezar las 40 Avemarías y otras tantas bendiciones al Niño Jesús, pero ahora, también después del Concilio, las oraciones vocales han ido acortándose para dejar paso a la oración mental. También es cierto que estos últimos años hemos prolongado nuestras horas de trabajo, hasta llegar a casi 6. El 17 de diciembre comenzamos a rezar lo que llamamos las Jornaditas de Jesús y María a Belén, una tradición muy antigua».

Como en todos los hogares en los que se celebra la Navidad cristianamente, en el convento de las agustinas de Toledo el 24 es el día grande. «Cuando se termina la cena, hacemos una fiesta, se levanta el ayuno, charlamos, y rezamos maitines (el Oficio de Lecturas). Después de la Misa del Gallo, nos tomamos un vasito de leche caliente, y cantamos villancicos, y nos vamos a la cama. El día de Navidad es el único día en que no suena la campana, así que nos podemos levantar un poco más tarde, y el resto del día hacemos lo ordinario».

Por supuesto, el convento se adorna con el Nacimiento y otros motivos de Navidad. «Tenemos un Nacimiento en la iglesia, y dentro de casa, en la habitación donde trabajamos —las agustinas, después de haber tenido, antiguamente, máquinas de hacer punto y de dedicarse a la encuadernación, actualmente se dedican a hacer dulces— y en el refectorio, donde comemos».

Respecto al contacto con el mundo exterior, las agustinas afirman que, anteriormente, venía mucha gente a visitarlas. «Venían a felicitar las fiestas, especialmente las señoras mayores y los amigos del convento. Ahora hay menos visitas, pero es que también ha cambiado la vida; nosotras no podíamos salir nada, no como ahora, que limpiamos la iglesia y la arreglamos, y abrimos y cerramos las puertas…, y por todo ello tenemos más contacto con la gente».

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En el Carmelo de El Escorial (Madrid)
Con la casa de punta en blanco

La Navidad en el Carmelo está jalonada de santas costumbres, recibidas de santa Teresa, que simultáneamente ayudan al corazón y reflejan lo que éste vive. Se empieza —describe el libro Por las sendas de la caridad— «poniendo la casa de punta en blanco para recibir a los Santos Peregrinos. Da gusto ver la alegría y fervor con que las Hermanas jóvenes y mayores se afanan por blanquear paredes y techos, limpiar cristales, barrer y fregar el suelo…». Todo queda listo para el 24 por la tarde. Tras cantar el Veni Sancte Spiritus, la Madre y la Superiora llevan en brazos por todo el convento las imágenes de María y José, y las hermanas les ofrecen cada rincón —las oficinas, la cocina, y la celda donde cada una espera de rodillas— como morada. «Pero, más que nada —subraya una Hermana—, ofrecemos nuestro pobre corazón». Peregrina belleza, ¿dónde caminas, / haciendo tanto frío y siendo tan niña?, canta la antiquísima copla que acompaña este camino que concluye, con la Marcha Real, en el coro. Esa noche, sólo se echan un rato, con hábito y todo, después de la Misa del Gallo. Han de acompañar a la Virgen y a su Hijo, que no encontraron posada.

Como hace 2.000 años, «hoy casi nadie le espera y recibe como debería –explica la hermana–. En general, es todo regalos y diversión, pasarlo bien». Ese frío de los corazones es peor que el de enero y, para que el Niño no lo sienta, se calientan en un braserillo las ropitas de gala con que, el día 31, la madre priora viste a Manolín, un Niño Jesús de tamaño natural. «Desde nuestra miseria —continúa la hermana—, queremos recibirle con amor, reparar, y rezar para que los que no lo reciben puedan un día conocerle y amarle».

Con la reparación, se entreteje la fiesta. Los villancicos llenan las dos horas diarias de recreación, que «se alargan un poquito». El 6 de enero, el regalo que, como los Magos, ofrecen las Descalzas al Niño es su corazón, al renovar, ante un portal cuajado de flores, sus votos. Las novicias tienen su fiesta el 2 de enero, día del Dulce Nombre de Jesús, y cantan Vísperas y hacen fiesta al Niño. Canta otra copla: El Hijo de María quiere fiesta/ que es niño como todos los demás; / le gusta que le canten y le bailen / y le hagan sus dolores olvidar.

El locutorio, que ha permanecido solitario en Adviento, en Navidad no para de recibir visitas de todas las familias que pueden hacerlo. Aun así, las religiosas afirman que, «a los padres y hermanos, se les quiere mucho, pero no les echamos tanto en falta porque los llevamos con nosotras en nuestro corazón. Estamos muy unidos espiritualmente y pedimos mucho por ellos. Y yo creo que esto también les ayuda a vivir a ellos la Navidad».