Con Cristo sí hay Navidad - Alfa y Omega

Con Cristo sí hay Navidad

Vivir la Navidad de una forma verdaderamente cristiana es posible. Los testimonios que aquí ofrecemos lo demuestran. Son ideas sencillas, al alcance de cualquier persona que quiera huir del consumismo vacío, o de la mera tradición familiar. Con un ingrediente común: hacer presente a Cristo en los días en que Él es el verdadero protagonista de la fiesta. Porque con Cristo, y sólo con Cristo, hay Navidad

Redacción

Por C. S., M. M., J. L. V. D.-M. y J. A. M.

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Lucernario, cena y Misa del Gallo

En casa de Luis y de Jani, la cena de Nochebuena se prepara con tanto cuidado como la liturgia que prepara a la familia para recibir al Niño; una ocasión idónea para transmitir la fe a los niños. Tan importante como la cena es lo que viene antes: un lucernario con el que se intenta dar el sentido a la celebración familiar. Cuando la Nochebuena toca en casa de Luis y de Jani, antes de traer la comida, toda la familia espera en torno a la mesa, junto a la que se ha colocado el Nacimiento, y entonces se apagan todas las luces de la casa. Los nietos -Lucía, Rebeca, Belén y Mateo, a los que, si Dios quiere, se sumará a partir del año que viene Manuela- se van al otro extremo de la casa, con Jani. Desde allí vienen con una vela encendida y la figura del Niño Jesús que le falta al Nacimiento. Mientras los niños traen la luz del Niño a través de la oscuridad de la casa, los mayores van cantando un villancico, o el Himno de Adviento. Sólo después de dejar al Niño en los brazos de la Virgen, una vez que acaba el canto, se encienden las luces; y entonces Luis lee en alto el pasaje del evangelio que narra el nacimiento de Cristo. Ya sólo queda sentarse a cenar y esperar a que se acerque la hora de ir a la Misa del Gallo: así, en mitad del frío y de la noche, una familia se acerca al Niño que se ha acercado a ellos para cambiar sus vidas.

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Dios viene a los ancianos

La Casa Generalicia de las Hermanitas de los Ancianos Desamparados, en Valencia, es un revuelo de actividad estos días. Los 220 ancianos y las 140 Hermanas viven entre belenes, villancicos, visitas de colegios y las preparaciones de las comidas de estos días. Como ellas confiesan, «vivimos estos días de manera especial». Vienen a visitarlos colegios, que cantan villancicos a los ancianos. Hay un gran belén que visitan muchas familias de la ciudad, y además, cada departamento de la casa tiene su propio nacimiento y sus adornos de Navidad, para que no quede duda de qué se celebra.

La cena de Nochebuena se prepara desde días atrás, y en ella no falta el turrón ni los polvorones. Es tan especial que, por una vez al año, les acompañan las Hermanas para cenar juntos. Al final, las novicias cantan a los ancianos. Y se cuida mucho la vida espiritual: el capellán prepara las celebraciones con los ancianos, habla con ellos y ofrece el sacramento de la Confesión. A la Misa del Gallo, que celebran de manera solemne, suelen ir bastantes ancianos, lo que supone para muchos un sacrificio por lo avanzado de la hora. Para las Hermanitas, es una preocupación hacer llegar a los ancianos de la manera más clara posible el contenido de la Navidad: que Dios ha venido a nosotros, también a los ancianos.

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Un plato más para el párroco

A estas alturas, seguro que el lector sabe dónde y con quién va a cenar en Nochebuena, y con quién y dónde comerá en el día de Navidad. Y, muy probablemente, lo haga en familia. Sin embargo, hay una persona que está a su servicio los 365 días del año, a todas horas, que no puede decir lo mismo: su párroco. Las celebraciones litúrgicas de las que disfrutamos los fieles estos días, impiden a muchos sacerdotes viajar para estar con los suyos.

Es el caso de don José María Vecillas, párroco de 7 pueblos de la comarca del Bierzo, en León, que el día de Navidad no puede ir a comer con sus padres, aunque no anden sobrados de salud: la Eucaristía que celebra en varios pueblos, y el saludo a los vecinos, se lo impiden. Sin embargo, este año, como tantos otros, don José María no va a comer solo: «Los vecinos saben que el día de Navidad no me da tiempo a comer con mis padres, así que siempre hay alguno que me invita a comer. Donde termine la última misa, hay alguien que me abre las puertas de casa y me trata como a uno más de la familia». Y eso se agradece: «Gestos así hacen que no te sientas solo; te das cuenta de que la gente se acuerda de ti, de que te valoran como sacerdote y como persona». Además, reconoce que «es una ocasión para estar con personas que no suelen ir a la iglesia. Hace poco, me decía un vecino: No voy mucho a misa, pero para mí eres uno más. Y me sientan a la mesa no sólo en Navidad, también el resto del año».

En las ciudades, el anonimato y la soledad también afecta a los sacerdotes. Por eso, don José María explica que, «si tienes 6.000 feligreses en tu parroquia y ninguno se preocupa ni por dónde vas a cenar en Nochebuena, tiene que ser duro. El cura es humano, y es inevitable que te acuerdes de los tuyos… Por eso se agradece que otros te sientan como de la familia». Y usted, ¿sabe ya dónde va a cenar su párroco?

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¿Qué hace usted la tarde del 24 de diciembre?

Como cada año, el 24 de diciembre por la noche (desde las 19:45 horas), el comedor social que la Orden de San Juan de Dios gestiona en Granada, ofrecerá más de 200 cenas especiales para que acudan todos los que no tengan la posibilidad de cenar esa noche. En España, desgraciadamente, el gran festín de Navidad será, para muchos, un día más en el que, a duras penas, podrán tener un plato en la mesa. Son indigentes, ancianos, personas en paro, familias enteras…, a los que los Hermanos ofrecerán lo más importante: la fraternidad, esperar juntos el nacimiento del Salvador.

Para agilizar la cena, en torno a 15 voluntarios acuden al comedor a echar una mano: «Suelen venir voluntarios de la casa y otros que vienen sólo esa noche, para estar junto a las personas que pasan aquí su Nochebuena», explica el Hermano Cornelio.

Una de las voluntarias, Pilar Rubio, lleva diez años ayudando en el comedor de San Juan de Dios, en Granada. Ella llega cada 24 de diciembre tarde a su casa, porque «estar aquí es más importante. Me voy tranquila a casa sabiendo que estas personas han cenado y, esa noche, se han sentido acompañados y no han estado solos, ya que la Nochebuena es especial para todos los que tenemos fe. No tendría sentido vivir la fiesta mal vivida. Y la caridad al prójimo es fundamental», explica.

Una buenísima opción para la tarde-noche del 24 de diciembre que usted puede compartir en el comedor social más cercano a su casa (por desgracia, hoy abundan los comedores); y que ha elegido también el Papa Benedicto XVI, que ofrecerá -el domingo 26- un almuerzo a las personas asistidas por las distintas comunidades romanas de las Misioneras de la Caridad, en el atrio del Aula Pablo VI.

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«No estábamos de acuerdo con esa Navidad y decidimos hacer algo»

La cena en casa de doña Esperanza y don Graciano «no es de cosas excepcionales». Eso sí, «ponemos lo más agradable posible -hasta encendemos la chimenea-, y a ellos los ponemos en un sitio importante». Ellos son personas a las que, desde hace cinco o seis años, invitan a cenar a casa en Nochebuena, para que no vivan las fiestas solos. «No estábamos de acuerdo con esa Navidad en la que utilizan nuestros sentimientos para fomentar el consumismo, y decidimos, con nuestro hijo, hacer algo por alguien», explican.

Sus invitados «casi siempre son inmigrantes, porque es a los que vemos más solos». Este año, la invitación iba a ser doble: a una familia en la que la mujer y los hijos acaban de llegar a España y les está costando adaptarse, y a una señora mayor «que no tiene a nadie». No se trata de desconocidos: si Esperanza y Graciano saben a quién invitar es porque, durante todo el año, se esfuerzan por conocer y estar en contacto con gente que pueda necesitar ayuda. «Somos muy afortunados, y tenemos la necesidad de transmitirlo a los demás».

La preparación de la Nochebuena no es el único momento en el que deciden, en familia, compartir su Navidad: también dedican una cantidad de dinero a alguna donación. Hasta el año pasado, cuando dejó de trabajar por las noches, el dinero salía del trabajo de Graciano, que es taxista y cogía el coche toda la Nochevieja para dedicar la recaudación a alguna necesidad concreta, ya fueran las víctimas del tsunami en 2004 o las mujeres maltratadas.