Jóvenes con el estigma de un pasado guerrillero - Alfa y Omega

Jóvenes con el estigma de un pasado guerrillero

El ministro de Justicia ha entregado uno de sus premios en defensa de los derechos humanos del Consejo General de la Abogacía a la Ciudad Don Bosco de Medellín, que ha reinsertado a unos 2.500 jóvenes antiguos guerrilleros de las FARC

Ricardo Benjumea

Algunos fueron raptados por la guerrilla. Otros se alistaron en las FARC a falta de otra alternativa: niños de la calle, víctimas de abusos y violencia en el hogar, entornos de pobreza extrema… La Ciudad Don Bosco de Medellín les ofreció una segunda oportunidad. Unos 2.500 adolescentes (la mayoría llegaron con 14 años, otros con 15) han pasado por el proyecto CAPRE Construyendo Sueños de los salesianos.

Con el documental Alto el fuego, Misiones Salesianas dio visibilidad internacional a esta historia de éxito y superación. El jueves los salesianos de Medellín recibieron uno de los premios a la defensa de los derechos humanos que cada año otorga el Consejo General de la Abogacía, de manos del ministro de Justicia, Rafael Catalá.

«Es un reconocimiento muy importante que reafirma a los chicos y chicas en la voluntad que ellos tienen de cambio», dice pocas horas antes en entrevista a Alfa y Omega el director del centro, el salesiano Rafael Bejarano.

Rafael Bejarano con el galardón del Consejo General de la Abogacía Española, entre su presidenta, Victoria Ortega, y el ministro de Justicia, Rafael Catalá

El momento no puede ser más oportuno. Tras el aplauso y el reconocimiento del mundo ahora es cuando llega para la mayoría de estos jóvenes la hora de la verdad. Las salidas se concentran en este último mes de 2017, en el que unos 30 chicos abandonan la Ciudad Don Bosco para regresar a sus pueblos, con sus familias, a las que hasta ahora solo habían visto en el propio centro, en reencuentros generalmente llenos de emotividad.

«La desmovilización y el desarme han sido exitosos. Ahora toca la reinserción, el momento más delicado y más largo», añade Bejarano. «Estamos hablando de chicos que, cuando llegaron con nosotros, muchos no sabían leer ni escribir».

Están preparados para salir al mundo. Se les ha facilitado un empleo a través de una bolsa de trabajo y los salesianos van a seguir ofreciéndoles un acompañamiento personalizado. Pero ni siquiera todo eso basta para asegurar el éxito.

Dos chicas en la Casa Hogar Don Bosco de Medellín

Rechazo social

«La reinserción es muy complicada a nivel social. Demasiado complicada», se lamenta María José Pinzón, responsable de Proyectos de Misiones Salesianas. «Lo veo todos los días, lo oigo todos los días: al joven desmovilizado se le sigue mirando como a un terrorista. Puede haber experimentado una evolución excelente y estar totalmente preparado para reintegrarse en la sociedad y que esa sociedad no le deje».

«Mucha gente no tiene conciencia de que han cambiado y les señala, a pesar de que ellos fueron víctimas del conflicto», afirma el subdirector de la Ciudad Don Bosco, el sacerdote Fabio Díaz Vergara, responsable también de la plataforma Desarmados, un foro en el que víctimas y victimarios de la guerrilla, de las fuerzas armadas y los paramilitares comparten sus testimonios de vida para promover la reconciliación. Díaz Vergara destaca también la importancia de dar visibilidad a las historias de jóvenes procedentes de Ciudad Don Bosco o de proyectos similares, hoy exitosamente reinsertados en la sociedad, algunos incluso ocupando puestos de responsabilidad en empresas.

Es la segunda dimensión, la más difícil, de lo que los salesianos de Medellín denominan «pedagogía de la alianza». Abarca, por un lado, el compromiso que adquieren los educadores con cada joven, y por otro, la alianza que la congregación se esfuerza por establecer entre estos chicos y la sociedad colombiana, de manera particular consiguiendo que muchas empresas les den un empleo.

El Papa Francisco durante el encuentro con víctimas y antiguos verdugos del conflicto colombiano en Villavicencio

Polarización social… y silencio eclesial

No ayuda el momento político del país, a pocos meses de las elecciones de mayo y con la sociedad colombiana polarizada en torno al proceso de paz, según hace notar Rafael Bejarano. «Nosotros, como salesianos, no pertenecemos a ningún partido político, pero estamos para acompañar al pueblo que sufre, en este caso a los jóvenes».

«La visita del Papa en septiembre fue un espaldarazo a la paz y una visualización de que nosotros, como promotores del Evangelio, debemos estar a factor de la construcción de la paz por la vía del evangelio», prosigue. No obstante, tras más de cinco décadas de un conflicto que ha dejado unos 220.000 muertos, «cerrar heridas no es fácil».

Mientras que, entre la minoría evangélica del país, predomina el rechazo al proceso de paz (esta minoría fue, de hecho, decisiva en la victoria del no en el referéndum), los católicos están divididos prácticamente a partes iguales, junto a un considerable sector que “no sabe no contesta” o, más bien, «no le interesa», porque, en palabras de Bejarano, «vive en ciudades y este tema no le afecta».

Ahí es donde echa en falta este salesiano «una conciencia mayor en la Iglesia colombiana, que debe implicarse con mucha más fuerza en estos procesos». «Ha habido pronunciamientos individuales junto al testimonio de religiosos muy comprometidos, pero no hemos visto una posición de apoyo claro a nivel de episcopado. Está claro que la Iglesia no puede entrar en cuestiones políticas, pero sí debe facilitar la reconciliación entre los colombianos. Porque esto es más que un proceso de paz. Se trata realmente de un proceso de reconstrucción de la unidad nacional».