Francisco: «El viaje de Myanmar fue muy difícil. Con los rohinyá sentí vergüenza» - Alfa y Omega

Francisco: «El viaje de Myanmar fue muy difícil. Con los rohinyá sentí vergüenza»

La civiltà cattolica ha publicado la transcripción de sendos encuentros que el Papa mantuvo, en Myanmar y Bangladés, con los jesuitas. Los refugiados, el papel de la Compañía de Jesús hoy, el discernimiento y la atención por las iglesias de las periferias fueron algunos de los temas que centraron el encuentro

María Martínez López
Foto: REUTERS/Mohammad Ponir Hossain

El viaje del Papa a Myanmar y Bangladés «sí fue muy difícil. Quizá incluso estuvo en riesgo de ser cancelado en algún momento. Pero precisamente porque era difícil, ¡tenía que hacerlo!». Es la confesión que les hizo el Papa a una treintena de jesuitas destinados en la antigua Birmania durante el encuentro que mantuvieron el 29 de noviembre. A pesar de la dificultad, «vine porque tenemos que estar en las encrucijadas de la historia», continuó el Santo Padre citando unas palabras del beato Pablo VI sobre los jesuitas.

La publicación La civiltà cattolica ha publicado una transcripción de este encuentro y del que mantuvo, el 1 de diciembre, con otros 13 jesuitas en Bangladés. Esta segunda cita tuvo lugar poco después del encuentro interreligioso en el que el Pontífice se encontró con un grupo de refugiados rohinyá. Uno de los jesuitas le agradeció el gesto y sus palabras, refiriéndose a los miembros de esta minoría musulmana como «hermanos y hermanas».

«Jesucristo hoy se llama rohinyá», fue la tajante respuesta del Pontífice. «Hoy con esa gente me he sentido avergonzado, de mí mismo y del mundo entero». Recordó a san Pedro Claver, quien mientas algunos teólogos discutían «si los esclavos tenían alma, ayudó a sus hermanos y hermanas que vivían en condiciones vergonzosas. Esta vergüenza no se ha acabado aún». Sobre esta cuestión, el Pontífice citó además algunas ideas recurrentes en él, como la denuncia de que se hable de «salvar bancos pero no la dignidad de los hombres», o que es necesario «pedir la gracia de llorar».

«Soy pastor de un pueblo que me supera»

También en el encuentro de Myanmar habló Francisco de vergüenza. En este caso, de una vergüenza positiva que sintió cuando se enteró de que muchos birmanos habían caminado durante tres días o ahorrado durante meses para poder participar en los actos con él. «El pueblo de Dios nos enseña las virtudes heroicas. Y yo me siento avergonzado de ser pastor de un pueblo que me supera en virtud, en su sed de Dios, de pertenencia a la Iglesia, en su deseo de ver a Pedro».

En el encuentro con los jesuitas birmanos no se tocó el tema de los rohinyá, pero sí se habló de refugiados. El Papa compartió con sus interlocutores las experiencias que ha ido escuchando en sus cuatro visitas a campos de refugiados: un africano que había sido vendido cinco veces, mujeres engañadas para obligadas a prostituirse, el sirio musulmán que había perdido a su mujer cristiana a manos de los yihadistas…

«Intento visitarlos –explicó–, hablo con claridad, especialmente con los países que han cerrado sus fronteras.

Desgraciadamente, en Europa hay países que lo han hecho. Lo más doloroso es que para tomar esa decisión antes tuvieron que cerrar su corazón». Pero, por otro lado, «nuestra labor misionera debe llegar también a aquellos cuyos corazones están cerrados a recibir a otros».

Humor y ejercicios espirituales

Dada la naturaleza de los encuentros, la conversación estuvo fraguada de toques de humor –«siempre me reúno con los jesuitas para no olvidar que soy misionero y debo convertir a los pecadores»–, así como de alusiones a la vida y espiritualidad de san Ignacio y al carisma de los jesuitas. Las expresiones y ejemplos de los ejercicios espirituales del santo español fueron frecuentes. Pero, sobre todo, el Papa subrayó un concepto clave en su pontificado, el discernimiento.

Al dirigirse a los formadores de los jesuitas jóvenes, les aseguró que «el criterio vocacional para la Compañía debe ser este: ¿El candidato puede discernir?». En caso contrario, conviene invitarle a «buscar otro camino». «Si sabe discernir, sabe cómo reconocer lo que viene de Dios y lo que viene del mal espíritu. Eso basta para que siga adelante».

El Santo Padre también abordó en Myanmar la cuestión del abandono de la vida consagrada de muchos sacerdotes y religiosos. «Dios respeta la libertad. Incluyendo la libertad de pecar. Entre ese extremo y este, hay muchas situaciones que no son pecado», como debilidades o hechos que muestran que ese no es su camino. «El abandono es un misterio. Y debemos respetarlos, ayudarles si piden ayuda, estar disponibles y rezar por ellos. El Señor les espera en el momento más oportuno. Es bueno e incluso astuto».

«Estad cerca de los obispos»

Francisco pidió a sus hermanos que estén «cerca de los obispos. Y si no estoy de acuerdo con lo que el obispo dice, debo tener la aprresía de ir a hablar con él con valentía y diálogo. Y al final obedecer. No se debe pensar en la Compañía como una Iglesia paralela, o una sub-Iglesia».

El fundamentalismo –añadió en otro momento– es «una actitud del alma» que «afirma que va a lo esencial de la religión, pero hasta tal punto que olvida lo que es existencial. Olvida las consecuencias. El fundamentalista niega la historia, niega a la persona».

Myanmar y Bangladés son dos países a los que el Papa ha prestado especial atención. En sus consistorios de 2015 y 2016, creó al primer cardenal de cada uno de ellos. Cuando un jesuitá bengalí lo señaló, el Santo Padre explicó que al crear cardenales intenta mirar a las iglesias de la periferia, «no para consolarlas, sino para lanzar un mensaje claro: las iglesias pequeñas que crecen en la periferia y no son de una antigua tradición católica deben hablar hoy a la Iglesia universal. Siento con claridad que tienen algo que enseñarnos».