El bautizo en la incubadora - Alfa y Omega

Hoy he tenido que hacer mi segundo bautizo en el hospital. A eso de las 13:30 horas me llamaron desde neonatos y para mi sorpresa, me encontré con esa simpática doctora que, aunque siempre va ligera, casi nunca se olvida su fantástica y maravillosa sonrisa. Estaba junto a su marido y, al verme, sin dejar de llorar, me pidieron que bautizara a su hija. Entre abrazos consoladores del personal sanitario, que no dejaba de pasar por allí, me dijeron el nombre elegido.

Al entrar en la sala de neonatos y lactantes, una parte del hospital casi desconocida para mí, la enfermera me dio bata, gorro, guantes, patucos… y una jeringa con agua que bendije. Me acerqué a aquella incubadora mecanizada, cerrada por todos sitios con dos pequeños orificios por donde manipulan al bebé y por donde me indicaron que debía meter mis manos con la jeringa para verte unas gotitas en la cabeza de la pequeña Helen.

Cómo impresiona y encoge el estomago ver una personita tan pequeña a la que se le escapa la vida sin apenas haberla usado. Helen, intubada, luchaba para seguir viviendo. Allí estaba ella, sin apenas moverse y con su carita triste, y allí estaba yo, muy nervioso e impresionado. Apenas pude decir: «Helen, yo te bautizo en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo», y quedarme allí en silencio y pidiendo al Señor que, si era su voluntad, dejara a sus padres gozar de su pequeña. Después de bautizarla, su mami más tranquila, pero sin dejar de llorar, me dijo: «Hemos hecho lo que teníamos que hacer».

Yo sentí que me quería decir: «Ella ya no nos pertenece, ahora es de Dios, sabemos que nada malo le puede pasar, pues es su Padre, y lo que Él decida que le pase a su hija que es la nuestra será lo mejor. Si decide quedársela, es suya, si decide regalárnosla de nuevo, la cuidaremos como suya, dándole lo mejor de nosotros».

Creo que la fuerza del Espíritu Santo se manifestó en forma de esperanza y confianza de sus padres, y espero que ese mismo Espíritu se la devuelva, para que hagan de ella una auténtica hija de Dios.