Cuando en las iglesias españolas se predicaba en árabe - Alfa y Omega

Cuando en las iglesias españolas se predicaba en árabe

Córdoba ha celebrado un congreso internacional sobre la cultura mozárabe. Sometidos a los musulmanes, los cristianos vieron en la liturgia la principal ayuda para salvaguardar su fe

María Martínez López
Celebración del lucernario, presidido por los obispos de Toledo y Córdoba. Foto: Cabildo Catedral de Córdoba

Es muy común en España: al terminar la Eucaristía, se canta a la Virgen. ¿De dónde viene esa costumbre? No del rito latino. «No está en el misal romano. En este rito, el canto a la Virgen suele ser en el ofertorio», explica Diego Figueroa, presidente de la asociación hispano-mozárabe Gothia. La respuesta se encuentra en el misal mozárabe, que «pedía que al terminar la Misa hubiera un canto a María, para que la última mirada fuera para Ella. Y esa costumbre hispánica ha llegado a nosotros».

El creciente interés por el legado espiritual de nuestros antepasados visigodos y mozárabes –cristianos hispanos que conservaron su fe bajo el dominio del islam– ha llevado a que se celebre con cierta frecuencia esta liturgia en varias ciudades españolas: Toledo, Madrid, Oviedo, Badajoz, Valencia o Córdoba. Y se ha manifestado también en las más de 600 personas que participaron la semana pasada en el I Congreso Internacional sobre Cultura Mozárabe, organizado en Córdoba por el Foro Osio. Como fruto del encuentro, quienes visiten la catedral cordobesa hasta el 7 de enero podrán contemplar un amplio abanico de obras mozárabes en la exposición Nasara: Extranjeros en su tierra.

Sillar procedente de la ermita de San Adrián de Amiadoso (siglo X) y conservado en el Museo Arqueológico de Orense. Foto: Cabildo Catedral de Córdoba

«No ponemos cara al mozárabe»

Antonio Prieto, responsable del Foro Osio, subraya para Alfa y Omega que «a los españoles nos falta una parte de nuestro imaginario colectivo. Ponemos rostro al musulmán, al cristiano del norte y al judío, pero no al mozárabe. Era una persona que vivía el mestizaje», muy parecida en su día a día a su vecino musulmán. Pero que, al mismo tiempo, «se mantuvo fiel a su herencia cristiana».

Pudo hacerlo, en gran medida, porque participaba en la liturgia. Los teólogos visigodos y mozárabes «no escribieron muchos tratados», explica Figueroa. En vez de esto, volcaron sus enseñanzas en las oraciones que componían para la Misa. Así, transmitieron a todos las principales verdades de la fe.

Esta dinámica ya funcionó en los siglos V y VI. Hasta la conversión del rey Recaredo al catolicismo en el 587, los monarcas visigodos eran arrianos; es decir, negaban la divinidad de Jesucristo. Como reacción, los católicos hispanos se empeñaron en resaltar la figura de Cristo como Dios y Señor. Por ejemplo, mientras la liturgia cristiana dirige casi todas sus oraciones al Padre, la hispano-visigoda tiene oraciones al Hijo, para demostrar que es Dios. También en la arquitectura y el arte abundan los signos que remiten a Jesús, como la cruz con el alfa y la omega, o el crismón, que une las dos primeras letras griegas de Cristo: la X y la P.

Facsímil del beato de Gerona, que muestra a la Virgen María (el original data del año 975). Biblioteca de la Universidad de Córdoba. Foto: Cabildo Catedral de Córdoba

Armadura hecha de oración

Cuando los musulmanes llegaron a Hispania en el 711, los cristianos pasaron a ser «ciudadanos de segunda», explica Prieto. Ellos y los judíos tenían que pagar un impuesto especial. «No se les permitía ejercer cargos públicos. Si estaban sentados y llegaba un musulmán, debían cederle el sitio. No podían tener armas ni montar a caballo. Cualquier gesto considerado blasfemia era castigado. Les dejaron conservar algunas iglesias, pero no celebrar la fe fuera de ellas».

Estas circunstancias obligaron a una liturgia muy sencilla, en la que «en ocasiones, el sacerdote no tenía más que una especie de cuadernillo», narra Figueroa. Pero estas celebraciones, a veces pobres, se convirtieron una vez más en la principal armadura para proteger a los cristianos del contagio de la fe musulmana. Si el islam rechazaba por politeísta la Santísima Trinidad, los teólogos mozárabes hicieron del número tres una seña de identidad en la liturgia, incidiendo en las bendiciones triples o repitiendo en varios momentos de la Misa el «hagios, hagios, hagios» («santo, santo, santo»).

El siguiente paso era lograr que el pueblo asimilara estas enseñanzas. Para ello, la liturgia hispano-mozárabe promueve mucho su participación. En primer lugar, aunque se conservó la liturgia en latín y griego, los sacerdotes comenzaron a predicar en árabe cuando el pueblo adoptó esta lengua. La liturgia, además, llamaba a los fieles a responder en muchos momentos de la celebración, sobre todo en los dípticos –similares a las preces–; y se comulgaba bajo las dos especies, una forma de que la gente fuera más consciente de que recibía el cuerpo y la sangre de Cristo. Con todo, quizá el mayor legado mozárabe es el rezo del credo en la Misa, que se introdujo en España antes que en el rito latino –el que se usa hoy en nuestro país– y en los demás ritos occidentales.

Urna con los restos de los santos mártires de Córdoba Foto: Cabildo Catedral de Córdoba

Una Iglesia martirial

Otros grandes protagonistas de la liturgia hispano-mozárabe son los mártires, tanto de los primeros siglos como de la época del islam. En cada Misa eran recordados y se pedía su intercesión, muy necesaria para una Iglesia también perseguida.

El peor momento en este sentido se vivió en el siglo IX. «Entre los años 850 y 859 hay 48 mártires solo en Córdoba. Durante el congreso hemos sacado en procesión sus restos», explica el canónigo responsable del Foro Osio. El primero de ellos fue el presbítero Perfecto, acusado de blasfemia. «Su martirio causó tanto malestar que un monje, Isaac, se presentó a las autoridades como cristiano. También otros mártires se declararon cristianos públicamente. Y hay historias tremendas, como la de Rodrigo, un sacerdote acusado por su propio hermano musulmán. O la de Natalia y Liliosa, condenadas por no cubrirse la cabeza, y cuyos maridos Aurelio y Félix se ofrecieron para morir con ellas».

Obviamente, durante un sometimiento que duró casi ocho siglos, no todos los cristianos tuvieron la misma fortaleza. «En Córdoba, al principio, muchos se convirtieron al islam –recuerda Prieto–. Luego, una parte de la población se acomodaba más a la legislación islámica. Otros querían vivir la fe de forma más pura y se iban a la sierra. Los monasterios que allí había se convirtieron en un auténtico centro de irradiación religiosa».

Cuando a partir del siglo X los almorávides y almohades trajeron una nueva época de intransigencia religiosa, muchos cristianos huyeron a lugares ya reconquistados del norte. Se exiliaron voluntariamente para dejar de ser extranjeros en su tierra.

¿Sabías que…?

–Además de la Misa, en la liturgia mozárabe destacan las vísperas o lucernario. «Lo primero que se hacía era encender las velas, como símbolo de que, cuando la luz del sol se va, nosotros confesamos la luz de Cristo, que ha resucitado y vive. Expresan también el deseo de que vuelva en el último día, algo muy importante para esta Iglesia martirial», explica Diego Figueroa.

–En la Misa visigoda, todos los días hay dos lecturas, del Antiguo y el Nuevo Testamento. En Cuaresma, además, antes de ellas se hace otra de los libros sapienciales. El objetivo es resaltar que, en un tiempo de ayuno, el alimento debe ser la Palabra de Dios.

–Muchos elementos de la liturgia mozárabe –la estructura, los dípticos, el gusto por el incienso y la luz…– se introdujeron por influencia bizantina. Además de la cercanía de un centro importante como Cartago (cerca de la actual Túnez), que fue bizantino desde el año 534 hasta el 705, el Imperio romano de Oriente controló el sudeste español del 552 al 624. También jugó un papel importante en ello san Leandro, que vivió tres años en Constantinopla, donde profundizó en esta liturgia.

–El arco de herradura es un elemento característico del arte visigodo y mozárabe, de donde pasó al arte musulmán. Esto permite plantear la hipótesis de que la mezquita de Córdoba pudo ser construida por arquitectos cristianos, o al menos de origen cristiano convertidos al islam.