A los que siempre esperan - Alfa y Omega

A los que siempre esperan

Eva Fernández
Foto: AFP Photo/Albert González Farran

Hoy toca esperar de nuevo. A que llegue el reparto de comida, a que en la fuente no se acabe el agua, a que haya medicinas en el hospital después de andar kilómetros descalzo llevando a cuestas a un hijo moribundo. Esperas angustiosas imposibles de entender para los que tenemos todo.

A los que esperan que no se vendan más armas que solo provocan matanzas, a los que se juegan la vida impidiendo la muerte de desconocidos, a los que entregan su vida enseñando, acompañando y curando en aldeas recónditas del mundo. A los que siempre permanecen. A los que a pesar de todo esbozan una muesca de sonrisa en la fotografía. A los que no se rinden y siguen esperando. A que tú y yo reaccionemos. A que hagamos algo por ellos.

Sudán del Sur y República Democrática del Congo llevan esperando demasiado tiempo. Siguen prisioneros de violentos conflictos internos interminables y de hambrunas evitables. Son dos de los rostros más dramáticos y olvidados del África actual por los que ha querido rezar expresamente el Papa Francisco en la basílica de San Pedro. Ante alguno de los rostros visibles de la tragedia, expuestos simbólicamente en fotografías alrededor del altar, Francisco denunció «la hipocresía» que supone «negar las masacres de mujeres y niños» en las guerras. En el deseo del Pontífice siempre ha estado visitar Sudán del Sur, pero la situación no lo ha hecho posible hasta el momento, por lo que «la oración es más importante porque es más poderosa».

Ahora que el germen atroz de la violencia parece estar más robusto en estos dos países no podemos permitir que los de siempre sigan esperando. En nuestra mano está conseguir que el mal nunca clausure su horizonte. Abramos sus ventanas. Dejémosles respirar. Ante una forma de terrorismo gota a gota como la que se sufre en Sudán del Sur y República Democrática del Congo, no es mucho pedir que les llegue al menos el apoyo de nuestra oración. Se convertirá en un signo de belleza ante lo devastado. Y compartiremos la plegaria del Papa: que el Señor nos conceda a todos ser «artesanos de paz allí donde estemos, en la familia, en la escuela, en el trabajo, en las comunidades y en cualquier ambiente».