Los rohinyás critican la falta de ayuda de la Nobel de la Paz Aung San Suu Kyi - Alfa y Omega

Los rohinyás critican la falta de ayuda de la Nobel de la Paz Aung San Suu Kyi

Discriminados y perseguidos por los budistas, los refugiados musulmanes que han huido a Bangladés denuncian que la mujer fuerte del país no los defienda

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Campo de refugiados rohinyás en Bangladés. Foto: Pablo M. Díez. Archdc.

Dando buena fue de su compromiso con los más necesitados, ni la crisis de los refugiados rohinyás (pronúnciese rojingas) ha disuadido al Papa Francisco de viajar a Birmania y Bangladés. Metiéndose en un avispero político, emprende un nuevo viaje a Asia en medio de una de las mayores crisis de refugiados de los últimos tiempos.

Desde finales de agosto, más de 600.000 personas de la etnia musulmana rohinyá han huido a Bangladés por la persecución religiosa que sufren en Myanmar (nombre oficial de la antigua Birmania). Desbordando al Ejército bangladesí y a las ONG que operan en este país, uno de los más pobres del mundo, se han sumado a los entre 200.000 y 400.000 rohinyás que habían llegado en oleadas anteriores.

«Solo nos dicen que no pertenecemos a Birmania, que somos de Bangladés», explica Mohammad Ismail, un rohinyá de 19 años del estado de Rakhine (pronúnciese Rajáin). En septiembre, tras el ataque de una guerrilla rohinyá contra el Ejército que ha provocado esta brutal represalia, el joven huyó con lo puesto cuando los militares entraron en su pueblo disparando y quemando las chozas. «Vi cómo a mi primo le pegaban un tiro cuando echaba las redes para pescar y yo salí corriendo. Solo me dio tiempo a parar en mi casa para recoger la cartera y un par de cajas de galletas, con las que sobreviví durante los ocho días que estuve caminando, seis de ellos ocultándome en la jungla», relata su odisea. Acompañado por cuatro familias de su aldea, atravesaron pueblos quemados y se encontraron con las decenas de miles de refugiados que, como ellos, buscaban el camino a Bangladés. Tras pagar 5.000 kyiats birmanos (3 euros), cruzó en un barco de pescadores hasta la frontera de Unichiprang, desde donde llegó al gigantesco campo de Kutupalong, en el que se juntan los recién llegados con quienes vienen escapando de Birmania desde los años 90.

Campo de refugiados rohinyás en Bangladés. Foto: Pablo M. Díez. Archdc.

A los 20 días de registrarse, el Programa Mundial de Alimentos de la ONU les da 25 kilos de arroz y el Ejército bangladesí ocho más. Pero Ismail y sus compañeros de viaje aún no han recibido ropa nueva de las ONG y solo tienen la muda que trajeron puesta en su huida, que lavan con agua recogida del río. Hirviéndola en un fuego que calientan con ramas cortadas de los árboles, utilizan también esa agua para cocinar.

«No sabemos qué va a pasar con nosotros», se lamenta el joven. Aunque Birmania y Bangladés firmaron la semana pasada un memorando para empezar la repatriación de los refugiados en los dos próximos meses, muchos tienen miedo a regresar porque no se conocen las condiciones del acuerdo. En caso de volver, temen acabar en los guetos donde el Ejército birmano ya tiene confinados a más de 100.000 rohinyás cerca de Sittwe, capital del estado de Rakhine.

«Confiábamos en que la victoria de Aung San Suu Kyi iba a ayudar a solucionar la situación, pero ha sido peor», dice refiriéndose a la famosa premio Nobel de la Paz, galardonada por su lucha contra la Junta militar que gobernaba el país.

Aunque su partido ganó las elecciones de 2015 y un gobierno civil está pilotando la transición a la democracia, el Ejército aún conserva buena parte de su poder y Aung San Suu Kyi nunca ha alzado su voz para defender a los rohinyás. «Teníamos fe y esperanza en ella, pero ha sido una decepción. Antes, los militares nos torturaban. Ahora, nos han echado», resume Ismail con crudeza la tragedia rohinyás.

Campo de refugiados rohinyás en Bangladés. Foto: Pablo M. Díez. Archdc.

«No esperamos nada, solo vivir aquí»

«No sabemos nada, no esperamos nada, solo vivir aquí», se queja desengañado Abu Bakar Siddik, campesino de 45 años que huyó también en septiembre junto a su mujer y sus tres hijos.

Aunque hayan nacido en Birmania, el Gobierno le niega la ciudadanía birmana a esta minoría musulmana porque, desde 1982, una ley promulgada por el dictador Ne Win no reconoce a los rohinyás como uno de los 135 grupos étnicos del país. Los rohinyás fueron traídos en masa a Birmania como mano de obra barata durante la época colonial británica, pero las autoridades insisten en que son inmigrantes ilegales de Bangladés, muchos incluso recientes.

En sus carnés de identidad, pasaron de ser rohinyás a musulmanes de Birmania y luego, en los 90, solo rezaba que profesaban el islam o que eran bengalíes. Aunque las autoridades les dieron a muchos de ellos un documento de identidad temporal en 2010, se lo quitaron poco antes de las elecciones de 2015. Como a otros 750.000 rohinyás – la mitad de la población de esta etnia en Birmania antes de la última huida en masa -, les privaban así del derecho a acudir a las urnas en los primeros comicios «libres» que se celebran en el país desde 1990.

Campo de refugiados rohinyás en Bangladés. Foto: Pablo M. Díez. Archdc.

Rechazados por los budistas birmanos, incluso por numerosos monjes radicales pese a que dicha religión predica la compasión, los rohinyás llevan décadas discriminados y siendo víctimas de matanzas. En junio de 2012, en el estado de Rakhine estallaron unos graves disturbios interétnicos por la violación de una mujer budista a manos de varios musulmanes.

Durante todo ese verano, los enfrentamientos entre las dos comunidades dejaron más de 150 muertos, 2.500 casas quemadas entre ambos bandos y 140.000 rohinyás desplazados que fueron confinados por el Gobierno birmano en campos de desplazados de los que no pueden salir.

Para volver allí, prefieren quedarse en un campo de refugiados de Bangladés, donde al menos no corren peligro.

Campo de refugiados rohinyás en Bangladés. Foto: Pablo M. Díez. Archdc.

Pablo M. Díez / ABC