El viaje más político y complejo de Francisco - Alfa y Omega

El viaje más político y complejo de Francisco

Vuela a un país budista y otro musulmán para ayudar al millón de refugiados rohinyá

Juan Vicente Boo
El Papa Francisco a su llegada a Rangún (Myanmar). Foto: REUTERS/Max Rossi

El Papa Francisco ha aterrizado este lunes en Rangún, en el inicio de su viaje oficial a Birmania. El viaje más complicado del Papa Francisco cruza un terreno de conflicto entre países, etnias y religiones, al que ha decidido lanzarse sobre todo por un motivo humanitario: mitigar el tremendo abuso contra los rohinyá que están cometiendo los poderosos generales de Birmania con el doble objetivo de ganar apoyo popular y debilitar a Aung San Suu Kyi ante la comunidad internacional.

Con la llegada de Francisco a la ciudad de Rangún, se dio inicio al 21° Viaje Apostólico Internacional de su pontificado. En esta ocasión el Santo Padre visitará Myanmar y Bangladés del 26 de noviembre al 2 de diciembre de 2017.

Después de casi diez horas de viaje, el avión A330 de la aerolínea italiana Alitalia, aterrizó a las 13:30 (hora local de Myanmar) en el Aeropuerto Internacional de Rangún. A su llegada, el Pontífice fue recibido por el ministro Delegado del Presidente de la República, así como por diferentes autoridades civiles y religiosas del país. Entre ellos se encontraban los obispos de Myanmar y un grupo de niños vestidos con trajes tradicionales que agitaban banderas del Vaticano y de Myanmar.

Una vez terminada la recepción oficial, el Papa se ha trasladado al arzobispado de Ragún, donde se alojará durante su estancia en el país. Allí el Santo Padre ha celebrado la Santa Misa de forma privada, para luego cenar y descansar.

Francisco, con los rohinyá

Francisco es el único líder mundial empeñado en defender a una minoría étnica, de religión musulmana, en un país budista controlado de hecho por militares amigos de Pekín. Lo hace por defender la dignidad de las víctimas. Por un motivo de humanidad.

El problema es que la Birmania al que el Papa ha llegado este lunes es un verdadero campo de minas. Los militares siguen controlando el territorio, las fronteras y buena parte de la economía, en alianza cada vez más estrecha con China.

La nueva superpotencia busca crear de hecho una salida por Myanmar al Océano Índico, como la Unión Soviética lo intentó en 1979 invadiendo Afganistán para abrirse camino hacia el sur. Como Pekín es más inteligente, no utiliza blindados, sino proyectos de oleoductos, de grandes autopistas y de nuevos puertos como los que explota ya en varios lugares del planeta.

A su vez, como estrategia para seguir conservando el poder económico y fáctico al cabo de medio siglo, los generales de Birmania llevan tiempo infiltrando con éxito los monasterios budistas.

Promueven una versión violenta y nacionalista de esa religión de paz, con monjes criminales que azuzan los conflictos. En paralelo, persuaden al país de que un millón de musulmanes amenazan la seguridad nacional de 52 millones de birmanos.

Católicos, una pequeñísima minoría

En ese clima envenenado, los «pogrom», las matanzas de rohinyás, la retirada de la nacionalidad, la incautación de sus tierras y la quema de sus casas cuentan con amplio respaldo popular. Esto obliga a la consejera de Estado y ministra de Asuntos Exteriores Aung San Suu Kyi a medir sus palabras y sus gestos bajo la doble amenaza de otro zarpazo de los militares y el debilitamiento político que echaría igualmente el freno a la transición hacia una autoridad civil.

La Iglesia católica en Birmania, que supone tan solo el 1,3 por ciento de la población pero goza de prestigio por su talante integrador, apoya a «la Dama» y comparte plenamente su objetivo de lograr la reconciliación con una docena de minorías étnicas, igualmente maltratadas por los militares, con la consiguiente dinámica de guerrillas como el Ejército de Salvación de los Rohinyá de Arakan, cuyos ataques sirven solo para justificar la represión.

Desde hace seis décadas, el territorio del norte vive una situación de guerra de la minoría kachín -una de las más cristianas de Myanmar- con las fuerzas armadas. Pero casi nadie lo sabe fuera de un país que lleva medio siglo encerrado en sí mismo.

El Papa quiere romper, en la medida de lo posible, esos círculos viciosos letales, y el lema de su visita a Myanmar es Love and peace, dos remedios que ayudarían a superar el atraso económico y el desprestigio internacional.

Con ese objetivo de facilitar la reconciliación, Francisco mantendrá un encuentro privado con el general Ming Aung Hlaing, jefe de las fuerzas armadas, en la esperanza de contribuir a la paz.

Tanto en Birmania como a partir del jueves en Bangladés, el Papa hará llegar su mensaje político sobre todo en los encuentros con las autoridades, dedicando a la tarea estrictamente pastoral las misas al aire libre, las reuniones con los sacerdotes y religiosos, y los encuentros con los jóvenes.

En Birmania reviste especial importancia la reunión del Santo Padre con el Consejo Estatal de los monjes budistas, lo mismo que en Bangladés estará en primer plano el encuentro interreligioso en que participan, como musulmanes, algunos de los refugiados rohinyá .

El lema de la visita a Bangladés -donde todavía permanece vivo el recuerdo del viaje de san Juan Pablo II en 1986- es Harmony and peace, pues tanto el Papa Francisco como los líderes religiosos musulmanes quieren desautorizar a la minoría de fanáticos empeñados en romper la convivencia.

En ambos países, en que los católicos son una pequeñísima minoría, Francisco apuesta por la mansedumbre y la llamada a lo más positivo de las tradiciones budista y musulmana. Al mismo tiempo, concentra los reflectores internacionales en el vergonzoso abuso de los rohinyá . Confiando en que esto forzará a Myanmar y Bangladés a acelerar las soluciones.

Juan Vicente Boo. ABC / Redacción