La heroicidad del trabajo diario - Alfa y Omega

La heroicidad del trabajo diario

Desde Enrique Figaredo hasta el padre Ángel, pasando por un empresario o un miembro de la HOAC, los participantes en el último Congreso Católicos y Vida Pública han ahondado en la labor social de la Iglesia

Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo
Vicente Cuquerella con la niña de una inmigrante nacida a bordo tras uno de los rescates. Foto: Ministerio de Defensa

La mayoría de las veces, la acción social de la Iglesia no se refleja en las actividades más o menos espectaculares de las diferentes instituciones eclesiales, sino que pasa por el esfuerzo diario y constante de millones de fieles que buscan simplemente hacer bien su trabajo y servir a los demás en el día a día.

Así lo reflejó en el Congreso Católicos y Vida Pública el capitán de fragata de la Armada española Vicente Cuquerella, que piensa que «con nuestro trabajo podemos cambiar el mundo. Si cada uno pone su granito de arena, todo eso repercute en el bien común. Y para el que es creyente, para el que cree en la comunión de los santos, su fe influye positivamente en todo lo que hace, porque tu esfuerzo es un alimento para el resto. No es lo mismo el trabajo que realizas si tienes una visión superior de la vida o si no la tienes». Además, «la Iglesia es un cuerpo, y lo que hagas afecta al resto del cuerpo; no da igual si haces tu trabajo bien o si lo haces mal».

Casado y con siete hijos, Cuquerella es piloto de Harrier, y a sus órdenes ha tenido un dragaminas, un cazaminas y últimamente la fragata Navarra. Ha participado en la guerra del Golfo y ha estado desplegado en operaciones de paz como la llamada Desert Storm para la liberación de Kuwait; y también ha formado parte de distintos despliegues operativos de la OTAN y de la Unión Europea, como su última misión: la lucha contra el tráfico de inmigrantes en el Mediterráneo, en la que ha podido rescatar del mar, en apenas cuatro meses, a 2.456 personas, que de otra manera habrían muerto ahogadas.

«A los marinos católicos nos resulta realmente fácil llevar nuestra fe a nuestro trabajo en este tipo de operaciones —explica Vicente—. El componente emocional de los rescates es enorme, ves gente destrozada que ha abandonado todo, gente que tiene el alma rota. Y así es fácil hacer de buen samaritano. Todo te lleva a ayudarles y a tratarles con el máximo cariño y dulzura del mundo. Es fácil pensar que Dios está presente, y pedirle ayuda para tomar las mejores decisiones en beneficio de estas personas que estás rescatando».

Pero en otro tipo de misiones menos vistosas también resulta sencillo, porque «cuando sale a la mar el barco es una familia. Tiene una vida propia, y nos tenemos que cuidar unos a otros. Ahí el amor al prójimo es importantísimo, y tienes que tener un cuidado especial para llevar a Dios en todas tus relaciones».

Vicente explica que en el día a día de su trabajo «tienes que esforzarte por agradar y ayudar al prójimo. Algunas veces tienes que estar cinco o seis meses fuera de casa, y tienes que hacer la vida agradable a los que tienes al lado. Si lo miras todo desde una perspectiva sobrenatural, entonces todo es más fácil». En esto, no hay mucha diferencia entre la misión dentro de un barco y la que pueda tener cualquiera en su trabajo. «Nosotros somos el reflejo de la sociedad. A bordo se habla de los temas que se hablan en cualquier otro sitio. Eso sí, con tantos días en la mar, además de los temas comunes, también surgen otros más trascendentales, y ahí pones en valor tus creencias y dices lo que piensas. Pero siempre con mucha libertad y con mucho respeto a las opiniones de los demás. Exactamente igual que fuera».