La Iglesia que soñó Pablo VI en España - Alfa y Omega

La Iglesia que soñó Pablo VI en España

Juan María Laboa publica Pablo VI, España y el Concilio Vaticano II (PPC), con prólogo del cardenal Fernando Sebastián

Ricardo Benjumea
Pablo VI con monseñor Marcelo González, el cardenal Tarancón y monseñor Narciso Jubany. Foto: ABC

«No creo que haya habido en la historia un Papa que haya favorecido tan drásticamente la renovación eclesial» como Pablo VI, escribe Juan María Laboa, probablemente el historiador de la Iglesia en activo de mayor prestigio en España. Pero también «pocos Papas –asegura el autor– han tenido tanta oposición y tanto rechazo como él». En la propia Curia romana o en la asamblea del Concilio Vaticano II, que a Montini le tocó llevar a buen puerto, Pablo VI se encontró enfrente a una minoría intransigente y vociferante que continuamente trató de poner palos en las ruedas de las reformas –y a veces lo consiguió–, según describe Laboa, poniendo nombres y apellidos en cada una de sus afirmaciones.

Las reticencias fueron especialmente intensas y significativas en el episcopado español, en el que tampoco tiene problemas el autor al señalar a determinadas personalidades, reacias a indisponerse con el régimen o a aceptar principios conciliares como la libertad religiosa. Desde mucho antes de su elección a la silla de Pedro, Montini había tenido claro el tipo de cambios que tarde o temprano se producirían en España. Y estaba convencido de que eso requería una profunda renovación eclesial para favorecer la reconciliación entre los españoles y posibilitar el anuncio del Evangelio en una sociedad donde la Iglesia no podía pretender continuar bajo la tutela del poder político.

Se avecinaban cambios revolucionarios, para los que Pablo VI se apoyaría en figuras como el cardenal Tarancón o el nuncio Dadaglio. «Para la historia española contemporánea –cree Laboa–, Pablo VI ha sido un Papa excepcional, probablemente el más influyente».

Hacia «una fe personal y libre»

Pablo VI, España y el Concilio Vaticano II (PPC) es ya todo un fenómeno editorial, capaz de traer a Madrid para la presentación al cardenal Juan José Omella (a quien no le falta precisamente trabajo en Barcelona), quien compartirá mesa a las ocho de la tarde del próximo martes en los jesuitas de Maldonado con el sociólogo Rafael Díaz-Salazar y el profesor de Teología Pastoral Pablo Guerrero.

Otro cardenal, Fernando Sebastián (uno de los grandes protagonistas de la Iglesia de la Transición) es autor del prólogo del libro, en el que describe el gran salto que supuso en España «pasar de un catolicismo impuesto y tutelado por el poder público, que había sido nuestro modelo desde Recaredo, hacia una concepción de la Iglesia como comunidad fundada en una fe personal y libre, independiente de los poderes políticos, centrada en el anuncio y la vivencia del Evangelio de Jesucristo, abierta a todos los sectores de la sociedad, capaz de acercarse amigablemente al mundo laico contemporáneo».

«Sin la colaboración decidida de una Iglesia renovada por el Concilio –sostiene Sebastián–, la Transición no habría sido posible», o no al menos «tal como fue, pacífica y reconciliadora», algo que «algunos prefieren olvidar». Pero hay quien piensa que, a cambio de este servicio, la Iglesia pagó un precio demasiado elevado en forma de una «decadencia religiosa» y un «permisivismo moral» que algunos atribuyen al Vaticano II. «¿Habría podido España continuar durante mucho tiempo como un islote de catolicismo tridentino en una Europa liberal y secularizada?», se pregunta el arzobispo emérito de Pamplona, escéptico sobre si esa España era realmente «tan homogéneamente católica como se decía».

Hoy, en cualquier caso, el catolicismo no es una mayoría en España, aunque, en compensación, «comienza a ser una comunidad coherente y significativa ante el conjunto de la sociedad». Toca a los católicos «aprender a vivir» la propia fe «en una sociedad pluralista, un poco perdida culturalmente y a veces algo desconfiada y hasta agresiva con nosotros». Pero «tengamos paciencia», añade el purpurado. «Nuestra lucha no puede ser política ni intransigente, sino dialogante y convincente. La cuestión no está en condenar, sino en convencer». «Nuestra lucha se llama evangelización y conversión».

El modelo que ansió Pablo VI se va abriendo poco a poco paso en España, como «ideal de una Iglesia de convertidos al Dios de la salvación, sin miedo a vernos convertidos en una Iglesia minoritaria; seguros de que la coherencia y el ejemplo de la vida de los cristianos bautizados y de las familias santificadas por el sacramento del Matrimonio serán el mejor apoyo para una pastoral misionera de expansión y crecimiento. Para eso tenemos que ser y aparecer como una Iglesia de todos y para todos, sin aceptar el encuadramiento en ningún sector cultural o político de nuestra sociedad», cree Fernando Sebastián. Porque «la fortaleza de la Iglesia no puede estar en la protección de unas instituciones civiles cada vez más secularizadas y presionadas por las fuerzas y las ideologías de este mundo, sino en la fe y en la vida santa de los cristianos».