Ha estallado la Tercera Guerra Mundial, «por partes» - Alfa y Omega

Ha estallado la Tercera Guerra Mundial, «por partes»

En el mundo ha estallado la Tercera Guerra Mundial, «pero por partes». Es la conclusión a la que ha llegado el Papa Francisco al analizar el panorama internacional y constatar el avance en Irak y Siria del ejército del Estado Islámico, que aglutina a combatientes sin uniforme y de diferentes países e ideologías, unidos por una crueldad abominable. Los bombardeos contra la franja de Gaza, la violencia contra Israel o los combates en Ucrania completan un escenario dramático, en el que todavía hay margen para actuar

Redacción
Entre polvo y dolor, a pie, sin más equipaje que su oración y bidones de agua: así huyen los cristianos por el desierto de Iraq

Cien años después de la Gran Guerra, el escenario internacional que hay dibujado sobre el mapamundi ha llevado al Papa Francisco a explicar que «nos encontramos en un mundo en guerra, en todas partes. Alguien me decía que estamos en la Tercera Guerra Mundial, pero por partes. Es un mundo en guerra donde se cometen barbaridades». El Papa compartió estos pensamientos en la rueda de prensa que ofreció, el 18 de agosto, al regresar de su viaje a Corea, y con el telón de fondo de la violencia y la persecución contra los cristianos que se ha desatado en Irak, aunque no sólo: Siria, Gaza, Israel, Ucrania…, los escenarios de conflicto están dejando imágenes y testimonios realmente apocalípticos. En particular, al paso del ejército del Estado Islámico de Irak y Levante (ISIL) en Siria e Irak: cientos de miles de refugiados; miles de familias que huyen a través del desierto; hombres decapitados cuyas cabezas son clavadas en las verjas de los parques públicos; niños degollados y bebés cortados por la mitad; mujeres y niñas violadas en grupo, en presencia de sus familiares, y vendidas como esclavas; mujeres musulmanas mutiladas en sus genitales…

Sólo un día después de estas palabras, el 19 de agosto, el Papa telefoneaba al sacerdote iraquí Behnam Benoka, párroco en Mosul, que se encuentra en el campo de refugiados de Ankawa y que había escrito una carta al Santo Padre en la que denunciaba que la situación de los cristianos «es miserable, mueren y tienen hambre, sus pequeños tienen miedo y no pueden más; estamos en un valle oscuro, en medio de una gran manada de lobos feroces», y en la que concluía diciendo: «Santidad, tengo miedo de perder a los pequeños, sobre todo a los recién nacidos que cada día se cansan y debilitan más; temo que la muerte se lleve a alguno. Mándenos su bendición para tener la fuerza de ir hacia adelante y quizá podamos resistir. Métanos en el altar donde celebra la Misa para que Dios cancele nuestros pecados y tenga misericordia de nosotros, y quizá aparte de nosotros este cáliz».

Crueldad estremecedora

También los bombardeos indiscriminados contra la población palestina en la franja de Gaza, los cohetes y asesinatos de jóvenes en Israel, y los tiroteos y misiles contra civiles en Ucrania han llevado al Papa a denunciar dos palabras concretas: crueldad y tortura: «Hoy -denunció durante la rueda de prensa del avión- no se tiene en cuenta a los niños. Antes se hablaba de guerra convencional, hoy ya no. No digo que las guerras convencionales fuesen buenas, pero hoy llega una bomba y mata al inocente con el culpable, al niño con su madre…, mata a todos. Tenemos que detenernos y pensar en el nivel de crueldad al que hemos llegado. Nos debería espantar. No lo digo para meter miedo: se podría hacer un estudio empírico. El nivel de crueldad de la Humanidad en este momento es estremecedor».

La otra aberración que el Papa ve común en todos los frentes de esta guerra por partes es la tortura, que «hoy es uno de los medios, casi diría ordinarios, que usan los servicios de inteligencia, los procesos judiciales… Y la tortura es un pecado contra la Humanidad, es un delito contra la Humanidad», clamó en el avión. De hecho, como ha hecho público la Santa Sede, la tortura y las nuevas formas de esclavitud serán el tema central del Mensaje del Pontífice para la próxima Jornada Mundial de la Paz, el 1 de enero de 2015, que tendrá por lema Ya nunca más esclavos, sino hermanos.

¿Cómo detener al agresor injusto?

Ante este panorama desgarrador, ¿qué se puede hacer? El Pontífice ha dejado muy claros los dos principios que deben regir una posible intervención en Irak ante el avance del Estado Islámico: «Cuando hay una agresión injusta, sólo puedo decir que es lícito detener al agresor injusto. Subrayo el verbo: detener. No digo bombardear, declarar la guerra, sino detenerlo. Habrá que estudiar los medios con que se le puede detener. Detener al agresor injusto es lícito. Pero también hemos de tener memoria. Muchas veces, con esta excusa de detener al agresor injusto, las potencias se han apoderado de pueblos y han hecho una auténtica guerra de conquista». De ahí nace otro criterio a tener en cuenta: «Una sola nación no puede determinar cómo detener a un agresor injusto. Tras la Segunda Guerra Mundial surgió la idea de las Naciones Unidas: es allí donde se debe discutir y decir: ¿Se trata de un agresor injusto? Parece que sí. ¿Cómo detenerlo? Sólo así, nada más».

Movilización del Papa

No obstante, el Papa sabe que, como dice el profeta Ezequiel, Dios no quiere la muerte del pecador, sino que se convierta y viva, y por eso ha llevado a cabo en agosto una movilización general de la Iglesia para detener la violencia en sus diferentes focos.

Consciente de que hay que predicar con la palabra y el ejemplo, para movilizar la generosidad internacional, el Pontífice ha donado un millón de dólares, procedente de donativos recibidos por fieles de todo el mundo, para ayudar a los refugiados provocados por la guerra en Irak, y no sólo cristianos, sino también de otras confesiones religiosas, en particular yazidíes. Asimismo, ha escrito una Carta al Secretario General de Naciones Unidas, Ban Ki-moon, para que la ONU intervenga en la tragedia humanitaria iraquí; e incluso ha enviado en su nombre al cardenal Filoni, Prefecto de la Congregación para las Iglesias Orientales, con la misión de mostrar a las comunidades iraquíes que el mundo no las ha dejado a la merced de la rabia del Estado Islámico.

Más allá de Irak, el 24 de agosto, Día de la Fiesta Nacional en Ucrania, pidió la oración de todos los católicos por «esa amada tierra» y se unió «a todos sus hijos e hijas, a sus anhelos de paz y serenidad, amenazados por una tensión y conflicto que no tienden a aplacarse, y generan mucho dolor».

Asimismo, sus esfuerzos también se dirigen hacia Tierra Santa. Hoy, vuelve a recibir en el Vaticano al exPresidente de Israel, Shimón Peres, con quien ya se reunió en junio junto al Presidente de la Autoridad Nacional Palestina, Mahmud Abás, para rezar por la paz en Oriente Medio; y el pasado 29 de agosto recibió al sacerdote Jorge Hernández, misionero argentino del Instituto del Verbo Encarnado y párroco en la franja Gaza, para transmitir su cercanía y oración a la pequeña comunidad católica de la zona. En un encuentro privado, el Papa transmitió a Hernández su bendición y apoyo para que, como explicó después el misionero, los cristianos de Tierra Santa «no perdamos la alegría, sigamos siendo la sal de la tierra, sin olvidar la dimensión sobrenatural de la presencia de los cristianos allí, y sigamos testimoniando la verdad de que Jesucristo es Príncipe de la paz».

Una verdad más necesaria que nunca en este mundo en guerra…

Jesús Colina. Roma y José Antonio Méndez. Madrid

La paz gana por goleada

Otra de las iniciativas para promover la paz que ha emprendido el Papa, fue el partido de fútbol interreligioso por la paz, que se celebró el pasado lunes en el Estadio Olímpico de Roma, y en el que participaron nombres tan conocidos como los de Maradona, Zamorano, Eto’o, Simeone, o Baggio. A todos recibió el Papa por la mañana, para recordarles que ese encuentro ayuda a mostrar «que es posible construir la cultura del encuentro y un mundo de paz, donde creyentes de religiones diversas, conservando su identidad, pueden convivir en armonía y en el respeto recíproco». La recaudación ha sido destinada a financiar proyectos solidarios de las fundaciones Scholas Occurentes y Onlus Pupi, relacionadas con el Papa desde sus tiempos de arzobispo en Buenos Aires.

James Foley, periodista católico ejecutado por el ISIL: «Ahora es libre de verdad»

El próximo mes de octubre habría cumplido 41 años, pero la barbarie yihadista se cruzó en la vida de James Foley para impedirlo. El reportero americano sabía lo que era estar retenido en un país extraño, lo aprendió cuando fue encarcelado en Libia, hasta donde fue para contar al mundo la caída de Gadafi. Entonces fueron 44 los días que vivió en cautiverio. Los pasó rezando el Rosario, arrodillado, junto a su compañera de secuestro. «Nos ayudaba a centrar la mente. Rezábamos en alto, hablábamos de nuestras esperanzas y nuestros miedos, como en una conversación con Dios», diría, tras su liberación, en una carta que escribió a Marquette University, el centro jesuita donde se había formado.

Apenas un año después de haber recuperado su vida, viajó de nuevo a Siria. Sentía, dicen los que le conocieron, que debía contar el sufrimiento de la población siria, tratar de ayudarles de alguna manera.

Cayó en manos de los yihadistas el 22 de noviembre de 2012, cuando salía de un cibercafé en la localidad de Binesh. Aunque su familia recibió distintas noticias de sus captores y el Gobierno estadounidense trató sin éxito de rescatarlo, lo siguiente que el mundo conoció de Foley fue el estremecedor vídeo de su asesinato. Decapitado como venganza del grupo terrorista Estado Islámico por los bombardeos sobre Irak. Decapitado, al fin y al cabo, por ser parte de Occidente. «Por fin es libre. Sabemos que ahora está en manos de Dios, sabemos que está en el cielo», decía su padre, Jonh Foley, tras conocer el asesinato de su hijo, difundido el pasado 19 de agosto. Fueron casi dos años de secuestro, de torturas –tanto Foley como otros occidentales retenidos por el Estado Islámico fueron sometidos a la técnica del waterboarding o ahogamiento ficticio, según información del Washington Post– y de miedo –ejecuciones simuladas–, que el reportero afrontó siempre con una profunda fe.

Así lo demuestra la carta que Foley escribió a su familia y que un compañero de cautiverio, Daniel Rye Ottosen, memorizó antes de ser liberado. «Sé que estáis rezando por mí y os lo agradezco mucho. Os siento cerca de mí, especialmente cuando rezo. Cuando rezo, realmente siento como si, incluso en la oscuridad, os pudiera tocar».

Ya confirmada su muerte, su familia y amigos se reunieron en la parroquia de Rochester (New Hampshire), donde el obispo Peter Libasci recordó las palabras de san Francisco: Señor, hazme instrumento de tu paz. (…) Es perdonando, como se es perdonado. «No es imposible vivir así. Nuestro Señor lo hizo. Muchos santos lo hicieron. James lo hizo», señaló el obispo, que subrayó la valentía de Foley al volver al lugar del peligro para abrir los ojos al mundo. También recibieron los padres de Foley el consuelo y la cercanía del Papa Francisco, que llamó a la familia y se unió a ella en oración. «Sentimos –dijeron luego los familiares– que Jim y Dios nos miran desde arriba y nos dan esperanza y fuerza para seguir adelante».

Foley ya no volverá a su casa. No podrá hacer realidad esos sueños que le permitían salir, aunque sólo fuera mentalmente, de la prisión en que vivía, y viajar con sus cuatro hermanos, conocer a su sobrino, pasear con su abuela… El terror acabó con su vida terrenal, pero no consiguió debilitar su fe ni la de su familia, que, a pesar del enorme sufrimiento por su muerte, tiene la serenidad de saber que su hijo vivió y murió cerca de Cristo. Como han dicho sus padres, «ahora ya es libre».

Rosa Cuervas-Mons