El batería de los Secretos, al sacerdote de La Voz del Desierto: «Me entiendo muy bien con los curas» - Alfa y Omega

El batería de los Secretos, al sacerdote de La Voz del Desierto: «Me entiendo muy bien con los curas»

José Calderero de Aldecoa
Santi Fernández (Los Secretos), izquierda, y Alberto Raposo (La Voz del Desierto), derecha, en el estudio Santa Rosa durante el diálogo con Alfa y Omega. Foto: Archimadrid / José Luis Bonaño.

Ambos acuden a la cita con Alfa y Omega vestidos de negro. Alberto Raposo (Madrid, 1972) lo hace por vocación. Ordenado sacerdote en 2001, actualmente es delegado de Infancia y Juventud de la diócesis de Alcalá de Henares. Santi Fernández (Málaga, 1967), también de negro —versión rock—, no es creyente «pero siempre me he entendido muy bien con la gente de la Iglesia». La buena sintonía entre ambos no solo sale a relucir en el bar al que nos hemos acercado antes de iniciar el diálogo. También se nota en el estudio de música Santa Rosa en el que ahora comenzamos este diálogo y en el que Santi, productor musical y batería del archiconocido grupo Los Secretos, ha producido el último disco de La Voz del Desierto, grupo en el que Alberto toca la guitarra.

¿Este entendimiento entre vosotros es extrapolable a otros ámbitos de la sociedad? ¿Existen estereotipos en la sociedad del siglo XXI hacia la Iglesia y viceversa?

Santi Fernández: Yo he estudiado en colegios cristianos y me suelo entender muy bien con los curas. Siempre me he llevado muy bien con la gente de la Iglesia. Pero, más allá de nuestra relación, cada vez me preocupa más el estado de la sociedad en ese diálogo. Creo que lo más peligroso es la falta de tolerancia a la que vamos en algunas cosas. En mi caso no tengo la fe que tiene Alberto pero ni le juzgo ni pienso que está equivocado. Son maneras distintas de vivir. Respeto muchísimo lo que es y hace: un cura que está dedicando su vida a ayudar a los demás. Me parece algo digno de admirar y, en parte, hasta envidio su fe. Yo creo en la tolerancia y el respeto a todo el mundo. Conocer a gente que es diferente a mí me enriquece y me gusta.

Alberto Raposo es el actual delegado de Juventud de la diócesis de Alcalá de Henares. También es guitarrista del grupo de música católica La Voz del Desierto, con el que ha tocado en diversos lugares de España, Portugal y Estados Unidos y con el que ha grabado seis discos. El último LP Tu rostro buscaré, publicado en marzo de 2017, La Voz del Desierto lo ha presentado en EE. UU., donde ofrecieron nueve conciertos durante el verano. En nuestro país, el último concierto lo dieron este martes 31 de octubre en su diócesis natal, Alcalá de Henares, dentro de la iniciativa HolyWins.

Alberto Raposo: Hay diferencias entre lo que nos dicen que pasa y lo que realmente pasa. En las noticias siempre va a aparecer lo más rocambolesco. Luego, en el día a día, hay más normalidad.

A la Cáritas de la parroquia de aquí cerca vienen musulmanes, hindúes, no creyentes, etc. y nunca ha habido problemas con nadie. Al contrario, siempre hubo buena relación y hemos atendido a quien lo necesitara. Al final, el problema es solo de unos pocos, que no tienen respeto por el que piensa diferente.

Nosotros no nos escondemos. Somos sacerdotes y nos gusta la música, que creemos que es un canal de evangelización más. La música me ayuda a hablar con un montón de gente con la que a lo mejor no hablaría de otra manera. También sirve para quitar barreras, para ver que nos unen más cosas de las que nos separan. La música tiene ese plus de universalidad que hace que busquemos lo que nos une, más que lo que nos separa. Y esas diferencias, que las hay, nos enriquecen a todos.

La música como elemento de inculturación…

A. R.: La música es universal. No conozco a nadie que no le guste. Mi vida consiste en comunicar la alegría del Evangelio y vemos que la música es un canal muy válido para hacerlo.

S. F.: La música hace mucho bien a mucha gente y es una herramienta muy interesante para la Iglesia. Desde fuera, hay gente que tiene una visión de la Iglesia como de una institución un poco arcaica.

A. R.: Nos ponen un cliché a los curas.

Foto: Archimadrid / José Luis Bonaño.

S. F.: Cierto. Y estas cosas, como la música que hacéis vosotros, actualizan la imagen y creo que es buenísimo.

A. R.: Y dan cierta normalidad, también.

S. F.: Creo que está muy bien todo lo que la Iglesia católica pueda hacer para ser una Iglesia del siglo XXI. En la Iglesia siempre ha habido música, pero ¿por qué no hacer una música que suene actual? Creo que es absolutamente positivo.

A. R.: Sí. Esto en el mundo evangélico lo tienen clarísimo. Nosotros, sin embargo, hemos dudado un poco. Parecía que la música religiosa solo podía ser litúrgica y ser tocada en Misa. No, no, no. A mí me gusta la música litúrgica, pero yo no hago música litúrgica. Yo hago música para otro ambiente, con una letra que me llena de alegría.

¿Y qué me decís de la cara B de la música? Fama, dinero, excesos, vanidad…

S. F.: Yo creo que en el caso de ellos la humildad se presupone.

A. R.: Aquí no hay que presuponer nada…

Santi Fernández es, desde 1998, batería de Los Secretos –grupo que este lunes presentó el documental Una vida a tu lado sobre sus 40 años en los escenarios—. Comenzó su carrera musical en 1985 como batería de Mari Trini. Desde entonces, ha salido de gira con Modestia Aparte, Massiel, Sergio Dalma o David Summers. En el año 2000 fundó el estudio de música Santa Rosa en el que han grabado discos artistas como Marta Sánchez, Antonio Vega, Modestia Aparte, La Guardia, Los Secretos o, recientemente, La Voz del Desierto.

S. F.: Bueno, no sé si alguien se puede volver loco. En el mundillo del que yo vengo, hay de todo. Cada persona es un mundo. He visto muchos músicos que han sabido mantener la cabeza en su sitio y seguir siendo humildes y darse cuenta de que lo que hacemos no es más importante o tiene más mérito que lo que hace un fontanero. Yo no me considero nada mejor que un fontanero, o un panadero.

Hay gente a la que sí se le va la cabeza. Yo mismo lo he visto. He visto gente antes y después de ser famoso. He visto el proceso de cómo una persona normal se convierte en un artista, en el mal sentido de la palabra y pierde la cabeza. A la gente, cuando se hace muy muy muy famosa, al final, inevitablemente, les cambia la vida. A mí es una cosa que me resulta poco envidiable. Me parece no deseable. Es una especie de cárcel o jaula de oro en la que vive un tío muy famoso. No le pasa a todo el mundo.

¿Ese fue el caso de Enrique Urquijo [cantante de Los Secretos, fallecido en noviembre de 1999]?

S. F.: Con Enrique solo coincidí un año. Su último año fue mi primero en Los Secretos. Hay ciertas experiencias que las personas tenemos que vivir por nuestra cuenta, pero en la medida de lo posible, según qué cosas, está muy bien aprender en cabeza ajena. A Enrique mucha gente le asocia con los problemas que tuvo en una época de su vida con las drogas… pero Enrique tenía un montón de cosas increíbles de las que aprender. Era un artista impresionante, un letrista de los mejores de este país. Era un genio. Y de lo malo que pudo tener, también se puede aprender.

Foto: Archimadrid / José Luis Bonaño.

Alberto, ¿hay susceptibilidades dentro de la Iglesia hacia vuestra música?

A. R.: No nos hemos encontrado. Lo que sí hay es gente que se confunde porque piensa que estamos todo el día con la guitarra. Cuando se enteran de que llevamos parroquias, celebramos Misa, enterramos a la gente… la cosa cambia. La tarea ministerial es lo primero. Y LVD es una cosa más. Nuestro mundo no es solo la música. Por ejemplo, la gira que hemos tenido en verano por EE. UU. la hemos hecho durante nuestras vacaciones para que no nos coincida con nada de la parroquia. Tenemos claro que esto ayuda a las personas a acercarse a Dios y en el momento en el que no sea así, lo dejaremos.

Santi, ¿este proyecto [producir el disco de La Voz del Desierto] te ha acercado a la Iglesia?

A. R.: A los curas sí. Últimamente tiene el estudio lleno de curas [risas].

S. F.: Pues la verdad es que no me lo había planteado. Pero quizá sí. Quizá me ha acercado a una Iglesia de a pie, a la cercana, al párroco de la esquina. Me ha gustado conocer a gente que dedica su vida a esto porque a veces los medios de comunicación te enseñan una Iglesia, y conocer la realidad de primera mano es muy positivo para formarte una opinión real de lo que es. Supongo que dentro de la Iglesia habrá algún garbanzo negro, como en todos los sitios del mundo. Pero yo la gente que he conocido es estupenda y tengo muy buena relación con ellos, como ves.

A. R.: Hay un mal rollo absoluto… [risas].