Lo que no se sabía de la restauración del Santo Sepulcro - Alfa y Omega

Lo que no se sabía de la restauración del Santo Sepulcro

Los trabajos de restauración del edículo que aloja la tumba de Jesús han sacado a la luz datos desconocidos

Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo
Trabajos de restauración en el Santo Sepulcro. Foto: sakhapress.ru

Después de 10 meses y 6 millones de euros, la restauración del edículo que alberga el Santo Sepulcro llegó a su fin hace exactamente un año. Poco se ha dado a conocer de los detalles de las obras; se sabe cómo ha sido afianzada la estructura del Edículo que cubre la tumba, alterada después del paso de los siglos, ¿pero en qué estado está la piedra original que acogió el cuerpo de Jesucristo a la espera de la resurrección?

La profesora Cayetana Johnson, profesora de la Universidad San Dámaso y arqueóloga en varios puntos de Tierra Santa, desvela que «debido a que la piedra de la zona del Santo Sepulcro es una piedra muy blanda, muchas estructuras de la basílica se han visto alteradas; por eso se dudaba de las condiciones en que podía estar la piedra original donde fue colocado el cuerpo de Jesús».

Cayetana, que el martes 31 de octubre dará una conferencia en San Dámaso sobre Arqueología del Santo Sepulcro, cuenta que «cuando el equipo de investigación retiró la piedra protectora más superficial, que data del siglo XVI, y la que hay justo debajo, de la época de las Cruzadas, hasta llegar a la piedra original, no se podían creer que estuviera en ese estado de conservación. No se había tocado desde el siglo XVI, y estaba en perfectas condiciones. Que no se haya roto es un hecho prodigioso, teniendo en cuenta la degradación de la piedra en toda esa zona».

Cayetana desvela además «un detalle muy bonito de la restauración: cuando los operarios llegaron hasta la piedra original, olieron a flores. Yo misma pregunté el verano pasado a algunos operarios que están trabajando en la restauración de la Capilla de Santa Elena y ellos mismos me lo confirmaron».

Un poco de historia

Cayetana, que cada verano participa en las excavaciones de Jasor, al norte del país, y en Jerusalén, en la zona que se llama la Ciudad de David, enumera los avatares históricos por los que ha pasado la tumba donde fue enterrado Jesús: «La zona del Gólgota, extramuros de la ciudad, era una cantera y a la vez un lugar de enterramiento, en el que las élites de Jerusalén construían allí su tumba. Después de la Resurrección y de todo lo que pasó después, esa zona experimentó un cambio.

Muchos cristianos empezaron a peregrinar y ese lugar fue un lugar de culto extraoficial, porque el cristianismo no formaba parte de las religiones toleradas por el Imperio. De hecho, en el siglo II, el emperador Adriano visita la región y decide levantar un templo a Afrodita en toda la zona del Calvario, usando para ello sillares del templo de Jerusalén que había sido destruido en el año 70. Eso supuso una contrariedad para todos esos cristianos que ya estaban venerando esos lugares relacionados con la muerte y resurrección de Jesús. Se les impedía así rezar allí; y a eso se sumó además una diáspora masiva de los habitantes de la ciudad, a raíz de la revuelta de Bar Kojba entre los años 132 y 135: muchos judíos y cristianos fueron expulsados y los lugares santos quedaron abandonados durante años».

Tras la restauración del cristianismo debido a Constantino, «de la mano de santa Elena se recuperan muchos lugares cristianos. Fue ella la que decide tirar abajo ese templo de Afrodita y levantar un edículo y la basílica en torno al Santo Sepulcro». A partir de entonces, a pesar de los avatares de la historia, de los incendios y de los desastres naturales, el Santo Sepulcro ha sido un lugar privilegiado de peregrinación para cristianos y no cristianos de todo el mundo.

Trabajos de restauración en el Santo Sepulcro. Foto: EFE/Abir Sultan

El detalle del sudario doblado

¿Por qué Jesús fue enterrado en el interior de una roca? La profesora de San Dámaso cuenta que «la tradición funeraria de los judíos procede de una tradición anterior que se remonta ni más ni menos a la Edad de Cobre. Se enterraba en roca madre, en cuevas o en tumbas excavadas directamente en la roca. Esta roca madre se denomina en hebreo Adamá, que es lugar de donde nace, es creado el hombre, de la tierra –de ahí la palabra Adán para designar al primer hombre–: como el hombre es creado de Adamá, debe volver en su muerte a Adamá. Por eso la costumbre era que en la tumba excavada en la roca hubiera una primera sala que tenía una piedra que servía como pudridero y ahí se dejaba el cuerpo durante un año. El cuerpo se vendaba y se ungía con aceites perfumados».

Si se dejaba durante un año, ¿entonces por qué volvió María Magdalena a la tumba? Cayetana cuenta que «era habitual que los familiares del difunto volvieran a los tres días. La razón es que se pensaba que al tercer día ese cuerpo podía revivir; de hecho, en el Talmud –en el Tratado Semajot–, se recogen los casos de personas que fallecieron y al tercer día volvieron a la vida, uno de ellos para vivir después 25 años más. Por eso el difunto debía ser envuelto de manera exquisita, por si acaso revivía. Si no había sido así a los tres días, entendían que el alma ya había emprendido su camino, y entonces se dejaba el cuerpo pudrir durante un año, a cuyo término se volvía para recoger los huesos, depositarlos en un osario y dejarlos en un nicho en la misma cueva».

Hay otros detalles muy bonitos del momento de la resurrección de Jesús, como el del sudario doblado en un sitio aparte, tal como narra el evangelio de San Juan. «Es una costumbre rabínica –dice Cayetana–. Cuando estaba sentado a la mesa con sus discípulos y se quería levantar para cualquier cosa y luego volver, el rabino doblaba la servilleta, como indicando que la reunión no había terminado y que iba a regresar. Lo mismo indica el sudario doblado: Volveré. Es un simbolismo precioso».