Los Ratzinger, por dentro - Alfa y Omega

Los Ratzinger, por dentro

La Visita que Benedicto XVI va a realizar, del 22 al 25 de septiembre, a su tierra natal, Alemania, está precedida por un evento editorial sin precedentes. El hermano del Papa, monseñor Georg, ha concedido un libro entrevista en el que revela facetas íntimas del alma de los dos hermanos Ratzinger que todavía viven. Ofrecemos en estas páginas una entrevista con el autor, junto a un anticipo del libro, que se publicará en alemán, el próximo 12 de septiembre. Para una edición en español, habrá que esperar todavía algunos meses

Jesús Colina. Roma

Mein Bruder, der Papst (Mi hermano, el Papa), editado en alemán por Herbig, recoge en 256 páginas horas de conversación, mantenidas en Ratisbona por Georg con el escritor e historiador Michael Hesemann, acompañado de unas cuarenta fotografías familiares. En particular, se trata de una evocación de sesenta años de sacerdocio vivido por dos hermanos de sangre, de manera muy diferente: uno, como gran músico; el otro, como gran teólogo, obispo, cardenal y Papa. La persona más cercana a Joseph Ratzinger responde a muchas de las preguntas que cualquiera hubiera deseado hacerle al Papa, como nos cuenta en esta entrevista el autor del libro, el historiador alemán Michael Hesemann.

Portada del libro.

¿Cómo son los Ratzinger en la vida privada? Y, ¿cómo es la relación de estos dos hermanos?
Fue impresionante y conmovedor ver la cercanía que mantienen los dos hermanos, a pesar del hecho de que el más joven se convirtió en el pastor de mil trescientos millones de católicos. Monseñor Georg Ratzinger tiene un segundo teléfono, separado, dedicado exclusivamente a sus llamadas regulares con su hermano, el Papa Benedicto, quien de hecho le llama varias veces a la semana. Cuando Georg Ratzinger visita Roma para ver a su hermano, se le prepara un apartamento en el Palacio Apostólico. Se puede decir, sin duda, que monseñor Ratzinger es el confidente más cercano del Santo Padre, al menos a nivel privado.

Monseñor Georg Ratzinger viendo a su hermano por televisión, desde su casa de Ratisbona.

Los dos son sacerdotes. ¿Cómo descubrieron su vocación?
Crecieron en una familia profundamente religiosa. El carácter diferente de sus padres se vio enriquecido con las ideas que, desde el inicio, recibieron sobre lo que significa ser cristiano. Su padre, que también se llamaba Joseph, era una persona más bien seria, con una profunda y seria espiritualidad. Su madre, Maria, tenía un gran corazón. Como madre sumamente cariñosa, vivía ese catolicismo alegre y lleno de sentimiento tan típico de su Baviera natal. Los dos muchachos eran sumamente inteligentes, con muchas capacidades, con un talento especial para la música, en el caso de Georg, y con una mente brillante, investigativa, racional y científica, en el caso de Joseph. Dado que Georg era tres años mayor, fue el primero en tomar la decisión de entrar al seminario para ser sacerdote, cuando era monaguillo. Comprendió un día que la vocación del sacerdote era la suya. Su vocación, sentida y vivida desde una edad temprana, alentó a Joseph a seguir el mismo camino. Pero ya cuando tenía cuatro años, cuando el cardenal Michael Faulhaber, arzobispo de Munich, visitó la ciudad en la que entonces vivía la familia Ratzinger para presidir una Confirmación, el pequeño Joseph, al ver a este impresionante hombre de Dios con toda su dignidad, exclamó: «Yo también quiero ser cardenal, un día».

¿Cómo fue la relación de la familia Ratzinger con el nacional-socialismo?
La familia Ratzinger era profundamente anti nazi. Su padre, como oficial de policía, estaba abonado al más importante periódico anti nazi, Der gerade Weg, editado por Fritz Michael Gerlich, quien fue arrestado por los nazis nada más llegar al poder y enviado al campo de concentración de Dachau, donde fue asesinado un año después. Este mártir era uno de los héroes de la familia, así como el sacerdote jesuita Rupert Mayer, de Munich, quien se convirtió en un famoso opositor de los nazis y que murió pocos meses después de la guerra a causa de los maltratos que había sufrido en los campos de concentración. Antes de que los nazis llegaran al poder, el señor Ratzinger era comandante de la Policía en Tittmoning, una ciudad bávara en la frontera con Austria. En esta posición, se ganó la reputación de ser un decidido anti nazi, que con frecuencia detuvo las revueltas provocadas por los seguidores de Hitler. Tan sólo unas semanas después de la toma del poder por parte de los nazis, recibió una seria advertencia de sus superiores. Por su propia seguridad, le recomendaron que pidiera ser degradado. Y fue lo que hizo. De este modo, fue nombrado comandante de policía de una ciudad más pequeña, Aschau. Y aun así, hizo todo lo posible para jubilarse lo antes posible, y de este modo dejar de estar al servicio de un Gobierno controlado por los nazis. Para él, Hitler era esencialmente el anticristo, el enemigo de la cultura católica que él amaba y para la que él vivía. Sabía que Hitler comenzaría una guerra y compró una casa para su familia en una remota población, el pueblo de Hufschlag, cerca de Traunstein, para que sus hijos y su mujer pudieran contar con un lugar seguro. A pesar de que tuvieron que afrontar duras consecuencias financieras.

Los dos hermanos rezan ante la tumba de sus padres y su hermana, durante el Viaje del Papa a Alemania, en 2006.

Su hijo Joseph logró no entrar en la Juventud Hitleriana, a pesar de que, por ley, todo muchacho de catorce años debía unirse a esta organización juvenil nazi. Más tarde, cuando le obligaron a entrar en el ejército, desertó. Me quedé profundamente impresionado al ver cómo la fe de esta familia los inmunizó ante el perverso Zeitgeist de la era nazi y les recluyó en su casa, en una resistencia silenciosa. La decisión de Georg y Joseph de entrar al seminario para ser sacerdotes, que les provocó discriminación y ser ridiculizados, fue también una expresión de su resistencia y una clara decisión contra la bárbara ideología nazi, a favor de Cristo, el Señor.

¿Cuál fue la importancia de la música para su sacerdocio?
Desde la primera infancia, la música ejerció un papel importante en la vida de la familia Ratzinger. Les encantaba la música y los dos muchachos recibieron una buena educación musical. De hecho, el Santo Padre sigue tocando el piano. El terreno más fértil para la música, desde luego, era el de Georg, que se convirtió en un genio musical y en el director del mundialmente conocido coro juvenil Gorriones de la Catedral de Ratisbona (en alemán Regensburger Domspatzen). Para él, la música espiritual es la forma más intensa de oración, lleva al alma más cerca de Dios. Pero incluso en su obra literaria, el Santo Padre ha quedado influenciado por la música. A causa de la sencilla elegancia de su lenguaje, fue llamado el Mozart de la teología por un cardenal alemán, y de hecho Mozart es su compositor preferido.

Michael Hesemann, durante la entrevista a Georg Ratzinger.

Para Georg, la elección de su hermano como Papa, ¿fue una buena, o una mala noticia?
Para monseñor Georg Ratzinger la noticia de la elección de su hermano como sucesor número 265 de San Pedro fue una mala noticia, una noticia realmente mala. Estuvo deprimido durante todo un día y no quiso ni siquiera responder a las llamadas por teléfono. La señora Heindl, que cuida de su casa, finalmente cogió el teléfono y quedó sobrecogida al reconocer la voz del otro lado de la línea. Era el Santo Padre, que durante horas había estado tratando de contactar con su hermano. En ese momento, monseñor Ratzinger simplemente vio el fardo del ministerio petrino y no quiso ver sus bendiciones, lo cual es comprensible como reacción humana. Él esperaba que su hermano se hubiera podido retirar, y de este modo poder pasar más tiempo juntos. Esto, una vez más, demuestra la cercanía de los hermanos Ratzinger.

Podemos esperar y rezar para que monseñor Georg Ratzinger sea bendecido con una larga vida, de manera que también pueda apoyar a su hermano, el Santo Padre, en los próximos años. Es una persona estupenda, de gran corazón, de manera que, para mí, ha sido una bendición trabajar con él en este libro. Por este motivo, estoy profundamente agradecido por esta extraordinaria oportunidad y por todo lo que he aprendido sobre su hermano, el Papa.

Jesús Colina. Roma

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La piedad, en la familia

«De nuestros padres, aprendimos lo que significa tener un apoyo firme en la fe en Dios. Se rezaba cada día, antes y después de cada comida: en el desayuno común, en el almuerzo de mediodía y en la cena… Esta piedad vivida y practicada ha conformado toda nuestra vida… Estoy convencido de que la falta de esta piedad tradicional en muchas familias es una causa por la que en la nueva generación hay tan pocos que siguen el camino del sacerdocio. Muchos hombres en nuestro tiempo practican más bien una forma de ateísmo como fe cristiana. Les gusta cultivar de algún modo una especie de religión residual. Probablemente, van aún a Misa en las grandes fiestas de la Iglesia, pero esta fe rudimentaria hace mucho que no impregna ya su vida, no tiene relevancia en su vida diaria. Empieza con que van a la mesa y comienzan a comer, sin pensar siquiera en una oración, y termina en que no van regularmente a misa los domingos… Hablo con frecuencia con hermanos sacerdotes y en casi todos aparece que en la familia se rezaba e iban juntos a misa. Esto ha impregnado después su entera vida y la ha orientado hacia Dios».

Monseñor Georg Ratzinger.

La dura vida en el seminario menor

«No era tan normal que al mismo tiempo dos hermanos quisieran ser sacerdotes. Conozco algunos ejemplos… Naturalmente, era una cierta carga para nuestros padres. Por eso, nuestra madre fue temporalmente hasta Reit im Winkl para trabajar allí la temporada como cocinera y ganar un dinero complementario. Atiende bien a Joseph, me decía todavía a mí cuando íbamos de camino, pues para él la situación de internado completo era bastante nueva y desacostumbrada.

A mí no me había costado nada; desde el principio, me sentí en el internado como en casa. Pero Joseph no ha tenido esta satisfacción; dicho más exactamente, no le ha gustado tanto. Pero él mismo dice hoy que le hizo bien, porque hubiera sido pronto un solitario. En la comunidad tuvo que pagar un precio con que no contaba, pero, sin embargo, ha conocido la vida de la comunidad y ha tomado mucho de ella para el camino».

Termina la guerra

(Al llegar a la casa de mis padres), «yo, más que ir, corría. Por fin en casa, vi a mi madre fuera… Después de abrazarnos, fuimos a casa donde mi padre y mi hermana esperaban solamente a mi madre. Lo que sucedió entonces no se puede describir con palabras… Antes de decir algo, me puse enseguida al piano y toqué el Tedeum: Dios grande, te alabamos. Para mí no fue ninguna casualidad que pudiéramos estar todos juntos, sino una disposición de Dios; entonces éramos todos de esta opinión. Que en la guerra hubiéramos salido indemnes de muchas situaciones, con alguna dificultad, nos confirmaba a mi hermano y a mí en el convencimiento de que Dios tenía sus planes para nosotros. La experiencia de los años de guerra, ciertamente, nos confrontó con sentimientos de temor, que no conocíamos hasta entonces. Estuvimos forzados en un mundo que antes nos era totalmente desconocido, y que no habíamos imaginado nunca con esa brutalidad. Vimos literalmente la muerte en la cara. Esto trajo consigo una cierta nueva orientación y nos hizo valorar de repente muchas cosas que antes nos parecían naturales. Sin embargo, esto nos confirmó tanto más en nuestra idea de querer ser sacerdotes».

Los hermanos Ratzinger (María, Georg y Joseph), con sus padres, en julio de 1951.

Los últimos años en la Universidad

«Tubinga no fue en modo alguno un giro en el pensamiento de mi hermano, sino más bien un tiempo en el que algunas cosas se aclararon y sistematizaron en su búsqueda teológica. Aquí culminó, en cierto modo, lo que él había hecho y enseñado antes.

Lo que había cambiado radicalmente era el contexto en el que él actuaba. 1968 fue como un ataque de fiebre que sacudió a Alemania y al mundo. Este contexto del 68 estaba dictado más bien políticamente e influido por la política. Se quería politizar todo, también la teología. Curiosamente, muchos teólogos eran propensos a ello, los luteranos más que nosotros… Realmente, llegó una ola espiritual sobre nosotros que era irracional. Mi hermano sufrió ya de algún modo por ello. Entonces se publicó su libro Introducción al cristianismo, que dio a leer a sus estudiantes. Esto recondujo muchas cosas al camino correcto…

Pero, después, resultó que Ratisbona consiguió una universidad y Joseph tuvo que volver a Baviera. Al principio, perteneció a la comisión gestora, cuando se estaba construyendo la Facultad de Teología. Entonces recomendó al profesor Johannes Auer, de Bonn, para la cátedra de Dogmática. Sólo cuando se creó una segunda cátedra de Dogmática, estuvo definitivamente dispuesto a venir también a Ratisbona, y aceptó…

Mi hermano se sintió en Ratisbona como en casa desde el principio. En la Facultad dominaba un clima bastante familiar… Quería construir allí la casa, que debía convertirse definitivamente en el centro de nuestra familia. Se sentía muy alegre por ello…

El día de la ordenación de Georg y Joseph, el 19 de junio de 1951.

Entonces creímos realmente que Ratisbona era la última estación del camino de mi hermano. Así que nos dijimos un día: la tumba de nuestros padres está muy solitaria en Traunstein, la traemos ahora a Ratisbona. En 1974, mandamos trasladar la lápida y sus restos mortales y sepultarlos en el cementerio de Ziegetsdorfer. Sin embargo, nuevamente todo sucedió de otra manera».

Juan Pablo II le llama a Roma

«Yo sentí mucho, tengo que decirlo sinceramente, que mi hermano tuviera que marcharse nuevamente lejos. Pensaba entonces también si el cardenal Höffner habría podido frenar a mi hermano. Sin embargo, él también veía con buenos ojos que fuese ahora a Roma. Para mí esto era, en principio, negativo. Sencillamente estaba triste, pues la gran cercanía que había habido entre nosotros hasta entonces, ya no era posible…

Pero creo que tampoco él quería tan directamente marcharse a Roma. Él quería convencer al Papa para que le dejase en Munich, y le presentaba siempre buenos argumentos para ello. Sin embargo, Juan Pablo II pensaba que Munich era importante, pero Roma era todavía más importante, y con ello el asunto quedaba zanjado. Mi hermano tenía allí una tarea nueva, grande y muy importante… El lema que había elegido como arzobispo de Munich, Cooperatores veritatis, era en cierto modo programático, y se correspondía directamente con este punto y con su nueva tarea en Roma».

Los tres hermanos Ratzinger, en Munich.

Sueños para la jubilación

«Yo llegué a los setenta años, y era normal que un sacerdote con setenta años se jubilara… A Roma no quería trasladarme, y tampoco hoy pienso en ello. Los alquileres son allí altos… Además, hablo sólo un par de frases en italiano. Propiamente, había tenido esperanza en que mi hermano viniera regularmente, y esto me hubiera bastado.

Ése era su plan. Él no quería volver ya a Alemania, tampoco después de su jubilación, que él esperaba para 2002. Cruzar otra vez los Alpes con la enorme cantidad de libros que poseía, esto sencillamente no lo quería… En lugar de eso, quería permanecer en Roma, pero venir a Alemania más frecuentemente y durante temporadas más largas… Además, tenía previsto escribir todavía un par de libros y dejar listos otros trabajos, que no tenía acabados. Pero sencillamente Juan Pablo II no le ha dejado irse… Y luego vino el Cónclave que hizo definitivamente trizas todos sus planes de futuro».

Joseph, elegido Papa

«Vino el nombre Ratzinger. Tengo que decirle con total sinceridad que, en ese momento, me sentí bastante hundido. Esto era un gran desafío, una enorme tarea para él, pensaba para mí, y me preocupaba seriamente… Esa noche me acosté bastante abatido. Durante toda la noche, y hasta el mediodía del día siguiente, no dejó de sonar el teléfono, pero para mí todo esto era indiferente. Sencillamente no acudía a cogerlo…

Él me llamó la mañana siguiente, mejor dicho: quería llamarme. Sin embargo, como el teléfono sonaba continuamente y me ponía de los nervios, no lo cogí… En todo caso, pasó algún tiempo hasta que pudimos hablar entre nosotros. Ahora tengo, gracias a Dios, un segundo teléfono en el dormitorio… El número para la segunda conexión lo conoce sólo él. Si suena este teléfono, entonces sé que mi hermano, el Papa, me llama.

Desde entonces, me llama varias veces a la semana. Yo a él no le llamo nunca. Resulta más sencillo ponerse en contacto conmigo por teléfono…

Le visito varias veces al año. Naturalmente, viajo en Navidad a Roma, pero sólo el 28 de diciembre, cuando han pasado las fiestas navideñas de la Iglesia, para quedarme hasta el 10 de enero. De este modo, pasamos juntos la fiesta de Reyes…

Le visito una segunda vez en primavera, entre abril y junio. En 2009 estuve en Roma en torno a Pentecostés…

Luego paso siempre agosto o, al menos, gran parte de este mes con mi hermano en su residencia veraniega de Castel Gandolfo. Y luego estoy en Roma algunas veces más en octubre o noviembre, cuando tiene lugar algún gran concierto al que soy invitado».

Traducción: Gerardo del Pozo