70 años de la Conferencia de Seelisberg - Alfa y Omega

El primer documento que marcó el origen de la nueva orientación en lo que se refiere a las relaciones entre el cristianismo y el judaísmo fue elaborado por un pequeño grupo de 60 clérigos visionarios que se dieron cita en la ciudad de Seelisberg (Suiza), para llevar a cabo una conferencia que buscaba sentar las bases para acabar con los prejuicios contra los judíos y también estudiar las causas del antisemitismo.

Esa visionaria minoría estaba conformada por un total de 60 clérigos provenientes de 17 países distribuidos del siguiente modo: 28 eran judíos, 23 eran protestantes y 9 eran católicos. De ese modo el 30 de julio de 1947 comenzó la Conferencia de Seelisberg que concluyó con la promulgación de lo que conocemos internacionalmente como Los diez puntos de Seelisberg.

Tal fue la trascendencia de esa conferencia que en 1959 el Papa Juan XXIII decidiera eliminar la referencia a los «pérfidos judíos» contenida en la liturgia del Viernes Santo. Esa oración comenzaba indicando: «Oremos por los pérfidos judíos para que Dios quite el velo de sus corazones, a fin de que reconozcan, con nosotros, a Jesucristo Nuestro Señor», y encargó al cardenal Agustín Bea la redacción, en 1961, del borrador Decretum de Judaeis (Decreto de los Judíos) que marcaría a través de sus diferentes versiones como sería de importante la declaración Nostra aetate de 1965.

Hoy, 70 años después, la consolidación del ensamblaje de la relación estas dos milenarias religiones monoteístas –el judaísmo y el cristianismo– que brotan de un mismo tronco, permite y facilita conocernos y reconocernos mutuamente. Mientras vamos haciendo camino hablando, dialogando y descubriendo la riqueza que reside en cada uno junto con su particular identidad, profundizamos cada uno en nuestros propios principios y valores éticos.

En un mundo fragmentado y contaminado por la despersonalización, por una veloz carrera que impide apreciar el profundo significado de la vida misma, y la trascendente misión que tenemos como mensajeros de Dios –cada uno desde su particularidad–, el desarrollo del trabajo conjunto sustentado en esos diez puntos que señalan el hito inicial, podemos, y debemos estar agradecidos por los alcances realizados y logrados en conjunto y cada uno por separado.

El impacto ético, teológico, filosófico y, principalmente, educativo que hoy tiene la evolución que comienza en aquel 30 de julio de 1947 ya no es una simple convocatoria de una minoría de 60 visionarios que se atrevieron a abordar temas de la coyuntura, es un imperativo incorporado en la vida diaria y promovido a gran escala en la gran mayoría de los países del mundo.

No podríamos pensar al mundo del siglo XXI careciendo de este pilar porque entonces sería como una mesa a la que le faltaría una esencial pata para mantenerse en equilibrio con fe y esperanza.

Es tal la influencia y vigencia que tiene en nuestros días que, todos aquellos que –de un modo u otro– estamos involucrados y participamos activamente en la misión del diálogo entre judíos y cristianos, nos sentimos nutridos y motivados a continuar, desafiados a enfrentar lo que aún queda pendiente como tarea inconclusa pero munidos de esta herencia que –aunque parezca poca por ser de tan solo 70 años– tiene su propio peso específico el día de hoy.

A la luz de la coyuntura actual debemos continuar consolidando lo realizado, porque es una sustancial necesidad. Necesitamos trabajar empeñosamente para que el conocimiento y entendimiento de este camino y sus contenidos sean parte inseparable de una educación integral no solo de los creyentes, sino de cada habitante de la tierra que valora y considera la dignidad de la diversidad y la visualiza como parte del arcoíris de la Creación.

Somos una generación bendita porque recibimos todo este legado, cercano y lejano, y en esta olimpiada de la vida ahora tenemos la oportunidad de enriquecer, fortalecer y asegurar la dinámica continuidad del trascendente proceso de diálogo entre ambas expresiones religiosas que se inició aquel 30 de julio de 1947.

Rabino Shmuel Szteinhendler
Miembro del comité ejecutivo del International Council of Christian and Jews

Conferencia en Madrid

Dentro del programa de actos a nivel mundial sobre el 70 aniversario de la Conferencia de Seelisberg, Samuel Szteinhendler ofrece una conferencia el 30 de octubre en la sinagoga Beth Yaacob de Madrid, un acto organizado, en colaboración con la comunidad judía local, por el Centro de Estudios Judeo-Cristianos, miembro de pleno derecho del International Council of Christians and Jews. Samuel Szteinhendler, de nacionalidad argentina, es considerado el gran rabino de Cuba y el máximo representante en América Latina de la corriente judía mastorí o conservadora.

El Centro de Estudios Judeo-Cristianos inauguró este martes su curso académico con una conferencia a cargo de Florentino Portero en la Universidad Pontificia de Comillas, un acto presidido por el cardenal Osoro, que a su vez se integró en las Jornadas para Delegados Episcopales de Relaciones Interconfesionales celebradas del 23 al 25 de octubre en Madrid.