Ya hay pacto. ¿Y ahora qué? - Alfa y Omega

Ya hay pacto. ¿Y ahora qué?

La necesidad de un pacto de Estado era una antigua reivindicación de quienes estamos convencidas de que la violencia contra la mujer, en todas sus manifestaciones, hay que erradicarla y no solo gestionarla. Ahora es tiempo de garantizar y velar para que este pacto de Estado tenga un impacto real en la vida de miles de mujeres

Colaborador
Foto: AFP Photo/Pedro Pardo

La realidad de la violencia contra la mujer es demoledora: en lo que va de año han muerto 39 mujeres asesinadas y seis menores en manos de su pareja o expareja.

Esta es solo una de las manifestaciones de la violencia contra las mujeres que el Papa Francisco define como una «cobarde degradación del poder masculino» y como «la máxima expresión de relaciones de poder y desigualdad entre hombres y mujeres, que hunde sus raíces en los excesos del patriarcado y considera a la mujer de segunda categoría» (Amoris laetitia, 54). Violencia que afecta a todas las mujeres de cualquier edad, de cualquier condición y de cualquier religión.

El 28 de septiembre se aprobó en el Congreso de los Diputados, sin unanimidad, el Pacto de Estado contra la Violencia de Género, al ratificarse el informe aprobado en julio por la Comisión de Igualdad. Ha sido un largo proceso de casi un año de trabajo, plagado de polémicas, desencuentros y encuentros, que ha culminado en un pacto que contempla 213 medidas que alcanzar en un horizonte temporal de cinco años y con un incremento presupuestario de 1.000 millones.

El pacto incide en el ámbito de la sensibilización y prevención; la mejora de la respuesta institucional; el perfeccionamiento de la asistencia, la ayuda y protección a las víctimas; la asistencia y protección de los menores; el impulso a la formación de los distintos agentes; el seguimiento estadístico; recomendaciones a las administraciones públicas y otras instituciones; la visualización y atención de otras formas de violencia contra las mujeres y el compromiso económico y seguimiento del pacto.

Algunos de las medidas recogidas son la ampliación del concepto de violencia de género a todos los tipos de violencia contra la mujer contenidos en el Convenio de Estambul (primer instrumento de carácter vinculante en el ámbito europeo en materia de violencia contra la mujer y violencia doméstica), la supresión de los atenuantes de confesión y de reparación del daño, la concesión de una prestación a todos los huérfanos por violencia de género, la adecuación y dotación de los juzgados de violencia contra la mujer, etcétera. Pero a pesar de estas medidas, el pacto no ha cubierto todas las expectativas, se han quedado medidas importantes fuera del texto final, y no todas las formas de violencia han quedado reflejadas con la misma fuerza.

La necesidad de un pacto de Estado era una antigua reivindicación de quienes estamos convencidas de que la violencia contra la mujer, en todas sus manifestaciones, hay que erradicarla y no solo gestionarla, y que por tanto era necesario un acuerdo para impulsar un verdadero cambio social, educativo y legislativo. Este pacto y el proceso previo han supuesto el reconocimiento de que la violencia contra la mujer exige de un acuerdo de todas las fuerzas políticas y esto, en sí, es un logro. Este pacto que ahora se pone en marcha es por tanto una oportunidad, mejorable sin duda, pero una oportunidad que no debemos perder. Ahora es tiempo de garantizar y velar por este pacto tenga un impacto real en la vida de miles de mujeres.

Tiempo de pasar a la acción

El Gobierno tiene dos meses para consensuar con las comunidades autónomas la forma en la que abordará el desarrollo del mismo. En estos meses y en estas mesas de negociación son tres los elementos críticos para garantizar que este sea un pacto con impacto: prioridades, metodología y seguimiento.

Ahora es tiempo de marcar prioridades, de elegir la hoja de ruta que se va establecer, y definir en qué orden se va a afrontar cada una de las acciones, para que al final de estos cinco años las 213 medidas estén implantadas y sean una realidad. Y es fácil entender que hay riesgos importantes para el desarrollo real del mismo; un contexto territorial convulso, unas claras diferencias de visión que pueden distraer del objetivo final y la tentación de centrarse en lo que falta y no en lo que tenemos.

Pero tan importante como definir el cuándo se va hacer es el definir el cómo se hacer: es fundamental que en el establecimiento de las medidas que realizar se potencie al máximo la coordinación y la transversalidad, pues serán en sí la base del cambio.

Y por último, ahora es también momento de diseñar cómo se va hacer el seguimiento del pacto. Para ello se ha propuesto una comisión permanente no legislativa en el Congreso, donde se establecerán mecanismos para el seguimiento y evaluación de los presupuestos. La sociedad civil ha de jugar un papel clave en este seguimiento, como garante del mismo. En un momento de especial relevancia, la Iglesia en Madrid se compromete contra la violencia y ha puesto en marcha la Comisión diocesana para una vida libre de violencias contra la mujer dentro de la Vicaría de Pastoral e Innovación Social.

Julia Almansa
Directora de la Fundación Luz Casanova