Abelardo Rodríguez: «No contratas a un enfermo mental sino, por ejemplo, a Juan» - Alfa y Omega

Abelardo Rodríguez: «No contratas a un enfermo mental sino, por ejemplo, a Juan»

El coordinador de la Red Pública de Atención Social a personas con enfermedad mental valora el trabajo de entidades cristianas como San Martín de Porres, Pilar de la Mata o el Buen Samaritano para la atención e inserción laboral de personas con estas enfermedades

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Foto: Delegación Episcopal de Fundaciones de la Archidiócesis de Madrid

La cadencia templada de su voz contrasta con el discurso enérgico que mantiene en el análisis de la enfermedad mental, a la que lleva dedicados más de 30 años de trayectoria laboral. «No hay enfermedades mentales, sino personas que sufren una enfermedad mental. Las etiquetas cosifican», sostiene Abelardo Rodríguez, coordinador técnico de la Red Pública de Atención Social a personas con enfermedad mental grave y duradera de la Consejería de Políticas Sociales y Familia de la Comunidad de Madrid.

El estigma pervive, pero en los últimos 30 años hemos asistido a una transformación radical del tratamiento y visibilidad de una enfermedad que es susceptible de padecer un 25 % de la población a lo largo de su vida. Para avanzar en su normalización este 10 de octubre se celebra el Día Mundial de la Salud Mental.

Trabajar sin máscaras, emplear sin barreras es el lema que se ha elegido este 10 octubre del 2017 día Mundial de la Salud Mental para reivindicar un derecho fundamental de cualquier persona, del que no quedan excluidas aquellas que padecen alguna enfermedad mental.

Una quinta parte de las personas en edad de trabajar sufre una enfermedad mental, algo que afectará en algún momento de su vida a un 40 % de la población, según un informe publicado por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE).

Esa elevada prevalencia es la que explica que, más allá del sufrimiento individual y familiar que generan las enfermedades mentales haya que intensificar los recursos asignados a su atención para mermar el elevado costo económico que supone a las arcas públicas tanto en términos sanitarios como en pérdida de productividad.

Abelardo Rodríguez, coordinador técnico de la Red Pública de Atención Social a personas con enfermedad mental grave y duradera de la Consejería de Políticas Sociales y Familia de la Comunidad de Madrid, nos recibe en su despacho y, lejos de ofrecernos un mensaje políticamente correcto y aséptico, comparte un discurso macerado por el paso de las décadas y el trabajo de campo, que atrapa por el poder inherente que otorga el creerte lo que dices.

¿Un 40 % de la población susceptible de padecer una enfermedad mental no es muy elevado?
Los problemas de enfermedad mental son muy amplios, desde la ansiedad, los trastornos de adaptación, la depresión o los trastornos más graves, cuyo ejemplo más paradigmático es la esquizofrenia, que es la que más impacta en la visión social y en la persona que la sufre.

¿Por qué sigue generando miedo esta enfermedad?
Por desconocimiento. Nuestro país se incorporó con cierto retraso, allá por la década de los 80, a un modelo de atención de salud mental comunitario que apuesta por desarrollar, en el entorno en el que viven las personas, toda una red de recursos en la que se puedan combinar los tratamientos psiquiátricos y psicofarmacéuticos unidos a todo el conjunto de apoyo psicosocial y sociales que viene a cubrir aquellos problemas que una persona con esquizofrenia tiene para su integración.

Nuestra red de atención social, que nació hace 30 años, lo hizo para ayudar a estas personas en su autonomía y apoyar su integración en el sistema comunitario. Si hablamos hipotéticamente de Juan, que vive en Alcalá de Henares y ha desarrollado una esquizofrenia, en los años 70 hubiera vivido recluido en un hospital psiquiátrico. Hoy Juan disfrutaría de una red de atención sanitaria y social que le permitiría vivir en su casa, con una red sanitaria de detección temprana, y contaría con un equipo de apoyo que lo visitaría en su casa. De estar aislado pasaría a tener relaciones sociales. De no trabajar a estar en un Centro de Rehabilitación Laboral, que le permitiría desarrollarse plenamente con un trabajo. Hay toda una serie de recursos que le ayudarían a desempeñar sus roles sociales normalizados. La situación ha cambiado radicalmente para bien. Aunque tiene que seguir mejorando para que las personas con enfermedad mental grave puedan alcanzar la máxima dignidad y calidad de vida.

No obstante, en la práctica, las personas que tienen una enfermedad mental de suave a moderada se exponen a un riesgo doble de estar en paro en el mundo desarrollado. Y en quienes sufren un grado severo puede ser cuatro o cinco veces superior al de las personas sanas. ¿Cómo se combate esto?
Con una intervención temprana desde el momento en que se detecta la enfermedad mental, que suele presentarse en los varones entre los 18 y 23 años y en las mujeres en una edad un poco más tardía; no cuando el individuo enfermo lleva años alejado del mercado laboral.

Pero volviendo a tu pregunta, se sigue teniendo miedo por el papel que han jugado los medios de comunicación. Si a un hecho delictivo le unes el término de esquizofrenia o el condicionante de enfermo mental va calando el asociar una enfermedad con unas conductas peligrosas. Pero las agresiones de violencia de género no están vinculadas a esta enfermedad, y el porcentaje de asesinatos cometidos por una persona con esquizofrenia es mucho más bajo que el de la población en general. Y mayoritariamente cuando agreden, lo hacen a ellos mismos, y porque han suspendido su medicación.

La esquizofrenia es el paradigma de la locura, de la persona ajena a la realidad con un comportamiento impredecible y generalmente peligrosa. Pero son mitos falsos. Es más probable que te ataque una persona sin enfermedad mental que con ella. Pero si en un periódico leemos el titular: «Enfermo mental mata», eso va calando en la sociedad. Ese mecanismo perverso sigue funcionando, aunque en los últimos años llevamos haciendo una campaña fuerte contra esos titulares morbosos, que refuerzan la estigmatización.

La mayoría de las personas que sufren violencia de género no están con personas con enfermedad mental. Lo que caracteriza la agresión no es el adjetivo. Lo que hay que enfatizar es que las personas con enfermedad mental, con los tratamientos y la adecuada atención, pueden integrarse con normalidad en la sociedad desempeñando sus roles familiares y laborales, contando con apoyos como los brindados por la Fundación El Buen Samaritano que coordina dos centros de Rehabilitación Laboral de los 22 que tenemos, que atienden a unas 1.500 personas de las que más de 800 se integran laboralmente. Muchas personas con el apoyo necesario, porque la enfermedad les ha roto las dinámicas personales de formación, son capaces de integrarse y manejar las situaciones de estrés que puede generar un desempeño laboral, con el apoyo y las herramientas necesarias.

Disponemos una red de 204 centros, con más de 6.000 plazas y atendemos a más de 8.300 usuarios y cada vez se van consiguiendo más cosas. Si miramos atrás, hemos recibido fuertes movimientos vecinales por la apertura de Centros de Rehabilitación Laboral, cuando ya están funcionando y conocen la realidad que les asustaba, la normalidad se impone. Porque en el imaginario colectivo está que vamos a meterles en un centro debajo de su casa a un Hannibal Lecter, que es un psicópata. Pero hay que saber distinguir entre la enfermedad, la psicosis y la psicopatía, que es la maldad.

¿La maldad existe?
Claro, hay personas malas. Y eso no es una enfermedad mental, forma parte de la historia de la humanidad. La psicopatía es un trastorno antisocial de la personalidad, y la sufren personas sumamente competentes en el ámbito público pero con nula empatía por los sentimientos ajenos, que llevan a su máxima expresión el deseo de conseguir sus objetivos sin importarle el daño que genere en el otro.

¿De eso tenemos mucho en el panorama político actual?
Si, unos cuantos… y si nos remontamos a un episodio de la historia reciente en Europa, los nazis veían a los judíos como cuasipersonas, por ello no les afectaba las barbaridades que hacían.

¿Si aunamos enfermedad mental y género nos enfrentamos a una doble discriminación?
Sí, de hecho estamos reforzando las actuaciones para disminuir la brecha de la doble discriminación en las mujeres, que tienen una enfermedad mental, porque aunque porcentualmente afecta de modo similar a hombres y a mujeres, estas acceden casi un 50 % menos a los servicios de atención sanitaria y aún menos son derivadas a los centros de rehabilitación laboral, porque siguen siendo válidas en el ámbito privado con el rol de cuidadora. Pero eso merma el desarrollo de sus capacidades personales, su autonomía y su autoestima.

La igualdad de género va imponiéndose también aquí, pero hay que reconocer que las mujeres históricamente han quedado aplastadas por la enfermedad mental.

Ahora también se está trabajando en los centros en programas específicos para la mujer en los que se aborda la esquizofrenia y la sexualidad, la maternidad, la salud femenina, la estética… aspectos que tienen que ver con diferencias de su género.

¿Te casarías con una persona con enfermedad mental?
A priori te diría que no, como no lo haría con una persona que tuviera una enfermedad degenerativa como el ELA, pero depende de lo que me aportara. Todos somos muchas cosas a la vez. Casarte o no con una persona con enfermedad mental no es a priori una elección buscada pero te enamoras de la persona con sus características y una de ellas puede ser que tenga una enfermedad mental. Si ponemos etiquetas a las personas, las cosificas. Todos somos muchas cosas a la vez. No es muy frecuente que haya muchas parejas mixtas, pero cada vez son más. La sexualidad en la enfermedad mental es un tema tabú que ahora empezamos a normalizar. Incluso en nuestros centros y residencias se han creado parejas, seguimos avanzando.

¿Y contratarías a un trabajador con enfermedad mental?
Pues el razonamiento es el mismo. Igual que no te enamoras de un enfermo mental sino de una persona con una enfermedad, no contratas a un enfermo mental sino a Juan que vive en Alcalá de Henares, le encanta el deporte, la música, se ha preparado con habilidades para trabajar de reponedor en el Decathlon y se toma su trabajo con más ilusión y empeño que la amplia mayoría de la población. Y si además, como empresario, ves que hay un centro detrás con profesionales que lo respaldan ante cualquier dificultad, eso va abriendo ventanas y generando oportunidades. No es tanto invertir en grandes campañas de publicidad o promover incentivos fiscales sino generar redes sociales de confianza. De hecho, menos del 5 % de las personas que proceden de los CRL y son contratados por empresas, son despedidos. Y ese dato es muy alentador.

¿Qué papel desempeña la Iglesia en la atención a la enfermedad mental?
La Iglesia son muchas cosas, también lo son las organizaciones y fundaciones que a través de sus centros llevados por profesionales ofrecen un soporte incuestionable. Desde hace 30 años tenemos vínculos con la Iglesia, como ejemplo nosotros tenemos una red de 6.000 plazas y de ellas 1.800 nos las gestionan las hermanas hospitalarias del Sagrado Corazón de Jesús, que es una organización absolutamente profesionalizada. O la Fundación El Buen Samaritano que trabaja desde criterios profesionales, y tiene dos Centros de Rehabilitación Labora (CRL), un Centro de Rehabilitación Psicosocial (CRPS) y un Centro de Día en los que atienden, en conjunto, mensualmente a unas 220 personas. [Unos recursos que esta fundación integrada en la Delegación Episcopal de Fundaciones de la Archidiócesis de Madrid, DEFAM, prevé ampliar a partir del segundo acuerdo marco 2018-2021 con otro CRPS, un nuevo CRL y dos Equipos de Apoyo Social Comunitario, EASC, N. d. R.].

Podríamos hablar del mismo modo de la Fundación Pilar de la Mata o de la Fundación San Martín de Porres, que forma parte también de la DEFAM y que trabaja con personas sin hogar y con enfermedad mental.

En todos los casos, nosotros tenemos claro —como red pública— qué criterios profesionales tienen que prevalecer en los centros con los que trabajamos, independientemente de que sus vínculos sean con la iglesia, sean de carácter laico o privados. Y lo que sí que tiene que prevalecer en todos ellos es el respeto a los derechos fundamentales de las personas.

El Papa Francisco está incidiendo mucho en combatir la lacra de la pobreza circular, la integral. ¿La enfermedad mental conlleva más riesgo de pobreza?
La pobreza es un término muy complejo. Pero claro que trabajamos con una población que tiene más riesgo de sufrir algún tipo de pobreza, que no sólo se mide en términos económicos. Lo que sí tenemos claro es que, cuanto mejor sea la atención comunitaria integral a las personas con enfermedad mental menor será el riesgo de que esa persona se vea fuera de una red familiar, social y laboral, sin la que estaría abocada a la calle y a una pobreza radical, no sólo económica sino afectiva. Hay que atender la complejidad de estos procesos y ofrecer la mejor respuesta posible personalizada, apoyada en recursos sanitarios y sociales para permitirles que lleven una vida lo más autónoma y digna posible. Como todos.

Y llegado a este punto me sumo a una reflexión de Concepción Arenal, escritora y socióloga española (1820-1893): «¿Los pobres serían lo que son, si nosotros fuéramos lo que debiéramos ser?».

Elizabeth Ortega
Delegación Episcopal de Fundaciones de Madrid