Francisco: «Inmigrar es un viaje de dos: los que vienen, y nosotros, que vamos hacia ellos» - Alfa y Omega

Francisco: «Inmigrar es un viaje de dos: los que vienen, y nosotros, que vamos hacia ellos»

La Iglesia «busca ser abierta, inclusiva y acogedora», ha afirmado Francisco este miércoles en la audiencia general. Por ello, la campaña Compartiendo el viaje, a la que ha dado el pistoletazo de salida, invita a las comunidades cristianas a encontrarse con los inmigrantes que viven en su zona

Redacción
Foto: REUTERS/Alessandro Bianchi

Según datos del año 2015, tres de cada 100 personas, en total 244 millones de seres humanos, se han visto obligados a abandonar su país para buscar un futuro mejor en otro lugar. Para promover una cultura del encuentro entre estos emigrantes y las comunidades cristianas de los lugares que los acogen, el Papa Francisco ha dado este miércoles el pistoletazo de salida a la campaña de Caritas Internationalis Compartiendo el viaje.

«¡Qué lindo el nombre!», subrayó el Papa Francisco al final de su audiencia semanal, al saludar a migrantes, solicitantes de asilo, refugiados y trabajadores de Cáritas Italiana y otras organizaciones católicas. Todos ellos «son signo de una Iglesia que busca ser abierta, inclusiva y acogedora».

Un viaje a dos, impulsado por la esperanza

Es el mismo Cristo quien «nos pide acoger a nuestros hermanos y hermanas migrantes y refugiados con los brazos abiertos». Antes, durante la catequesis —dedicada a los enemigos de la esperanza cristiana—, Francisco también había aludido a la nueva campaña de Cáritas.

La esperanza —afirmó— debe animar tanto a quienes dejan su tierra como a quienes los acogen. «Es el impulso a “compartir el viaje”, porque el viaje se hace de a dos: los que vienen a nuestra tierra, y nosotros que vamos hacia sus corazones, para entenderlos, para entender su cultura, su lengua. Es un viaje de a dos, pero sin esperanza ese viaje no se puede hacer. ¡No tengamos miedo de compartir la esperanza!».

Durante la audiencia, el Papa también saludó y mostró su agradecimiento a las entidades de la sociedad civil, no católicas, que han colaborado con Cáritas recogiendo firmas «para una nueva ley migratoria más adaptada al contexto actual».

El primer paso, conocer la realidad

Poco después de las palabras del Papa, la sala de prensa de la Santa Sede acogió una rueda de prensa en la que han presentado Compartiendo el viaje el cardenal Luis Antonio Tagle, presidente de Caritas Internationalis; el director de Cáritas Etiopía, Bekele Moges, y sor Norma Pimentel, directora de Catholic Charities en el Valle de Río Grande (Estados Unidos, en la frontera con México).

En declaraciones a Radio Vaticano, sor Norma ha explicado que la manera de compartir el viaje es invitar a las parroquias a «conocer, a tener relación con una madre, con una criatura, que está ya en nuestra comunidad y que necesita protección». Dando a conocer su realidad, los fieles «se van a abrir y les va a quitar el miedo a acercarse al migrante, algo que Dios mismo nos está pidiendo».

Texto completo de la catequesis del Papa

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Durante este tiempo nosotros estamos hablando de la esperanza; pero hoy quisiera reflexionar con ustedes sobre los enemigos de la esperanza. Porque la esperanza tiene sus enemigos: como todo bien en este mundo, tiene sus enemigos.

Y me ha venido a la mente el antiguo mito del vaso de Pandora: la apertura del vaso desencadena tantas desgracias para la historia del mundo. Pocos, pero, recordando la última parte de la historia, que abre una rendija de luz: después de que todos los males han salido de la boca del vaso, un minúsculo don parece tomar la revancha ante todo ese mal que se difunde. Pandora, la mujer que tenía en custodia el vaso, lo entrevé al final: los griegos lo llaman elpìs, que quiere decir esperanza.

Este mito nos narra porque es tan importante para la humanidad la esperanza. No es verdad que «hasta que hay vida, hay esperanza», como se suele decir. En todo caso es al contrario: es la esperanza que tiene en pie la vida, la protege, la custodia y la hace crecer. Si los hombres no hubieran cultivado la esperanza, si no se hubieran sostenido en esta virtud, no habrían salido jamás de las cavernas, y no habrían dejado rastros en la historia del mundo. Es lo que más divino pueda existir en el corazón del hombre.

Un profeta francés —Charles Péguy— nos ha dejado páginas estupendas sobre la esperanza (Cfr. El pórtico del misterio de la segunda virtud). Él dice poéticamente que Dios no se maravilla tanto por la fe de los seres humanos, y mucho menos por su caridad; sino lo que verdaderamente lo llena de maravilla y emoción es la esperanza de la gente. «Que esos pobres hijos —escribe— vean como van las cosas y que crean que irá mejor mañana». La imagen del poeta evoca los rostros de tanta gente que ha transitado por este mundo —campesinos, pobres obreros, emigrantes en busca de un futuro mejor— que han luchado tenazmente no obstante la amargura de un hoy difícil, lleno de tantas pruebas, animado pero por la confianza que los hijos habrían tenido una vida más justa y más serena. Luchaban por sus hijos, luchaban en la esperanza.

La esperanza es el impulso en el corazón de quien parte dejando la casa, la tierra, a veces familiares y parientes —pienso en los migrantes—, para buscar una vida mejor, más digna para sí y para sus seres queridos. Y es también el impulso en el corazón de quien los acoge: el deseo de encontrarse, de conocerse, de dialogar… La esperanza es el impulso a «compartir el viaje», porque el viaje se hace de a dos: los que vienen a nuestra tierra, y nosotros que vamos hacia sus corazones, para entenderlos, para entender su cultura, su lengua. Es un viaje de a dos, pero sin esperanza ese viaje no se puede hacer. La esperanza es el impulso a compartir el viaje de la vida, como nos recuerda la campaña de Cáritas que hoy inauguramos. ¡Hermanos, no tengamos miedo de compartir el viaje! ¡No tengamos miedo! ¡No tengamos miedo de compartir la esperanza!

La esperanza no es una virtud para gente con el estómago lleno. Es por esto que, desde siempre, los pobres son los primeros portadores de la esperanza. Y en este sentido podemos decir que los pobres, también los mendigos, son los protagonistas de la historia. Para entrar en el mundo, Dios ha necesitado de ellos: de José y de María, de los pastores de Belén. En la noche de la primera Navidad había un mundo que dormía, recostado en tantas certezas adquiridas. Pero los humildes preparaban en lo escondido la revolución de la bondad. Eran pobres de todo, alguno emergía un poco sobre el umbral de la supervivencia, pero eran ricos del bien más precioso que existe en el mundo, es decir, el deseo de cambio.

A veces, haber tenido todo de la vida es una adversidad. Piensen en un joven al cual no le han enseñado la virtud de la espera y de la paciencia, que no ha tenido que sudar para nada, que ha quemado las etapas y a veinte años «sabe ya cómo va el mundo»; la ha sido destinada la peor condena: aquella de no desear más nada. Es esta, la peor condena. Cerrar la puerta a los deseos, a los sueños. Parece un joven, en cambio está ya cayendo el otoño sobre su corazón. Son los jóvenes del otoño.

Tener un alma vacía es el peor obstáculo a la esperanza. Es un riesgo al cual nadie puede estar excluido; porque ser tentados contra la esperanza puede suceder también cuando se recorre el camino de la vida cristiana. Los monjes de la antigüedad habían denunciado uno de los peores enemigos del fervor. Decían así: ese «demonio del mediodía» que va romper una vida de empeño, justamente cuando arde en lo alto el sol. Esta tentación nos sorprende cuando menos lo esperamos: las jornadas se hacen monótonas y aburridas, ningún valor más parece merecer la fatiga. Esta actitud se llama desidia, que corroe la vida desde dentro hasta dejarla como un contenedor vacío.

Cuando esto sucede, el cristiano sabe que esa condición debe ser combatida, jamás aceptada pasivamente. Dios nos ha creado para la alegría y para la felicidad, y no para complacernos en pensamientos melancólicos. Es por esto que es importante cuidar el propio corazón, oponiéndonos a las tentaciones de infelicidad, que seguramente no provienen de Dios.

Y allí donde nuestras fuerzas parecieran débiles y la batalla contra la angustia particularmente dura, podemos siempre recurrir al nombre de Jesús. Podemos repetir esa oración sencilla, del cual encontramos rastros también en los Evangelios y que se ha convertido en el fundamento de tantas tradiciones espirituales cristianas: «¡Señor Jesucristo, Hijo del Dios vivo, ten piedad de mi pecador!». Bella oración. «¡Señor Jesucristo, Hijo del Dios vivo, ten piedad de mi pecador!». Esta es una oración de esperanza, porque me dirijo a Aquel que puede abrir las puertas y resolver los problemas y hacerme ver el horizonte, el horizonte de la esperanza.

Hermanos y hermanas, no estamos solos a combatir contra la desesperación. Si Jesús ha vencido al mundo, es capaz de vencer en nosotros todo lo que se opone al bien. Si Dios está con nosotros, nadie nos robará esa virtud de la cual tenemos absolutamente necesidad para vivir. Nadie nos robará la esperanza. ¡Vayamos adelante!

Texto completo de las palabras del Papa después de la catequesis:

«Tengo la alegría de acoger a los representantes de Cáritas, aquí reunidos para dar comienzo de forma oficial a la campaña Comparte el viaje —qué lindo el nombre de esta campaña— que he querido hacer coincidir con esta audiencia. Doy la bienvenida a los migrantes, a los que solicitan asilo y a los refugiados que, junto con los operadores de Caritas Italiana y de otras organizaciones católicas, son signo de una Iglesia que busca ser abierta, inclusiva y acogedora. Gracias a todos por su infatigable servicio.

¡Todos ellos merecen verdaderamente un gran aplauso!

Con su empeño cotidiano, nos recuerdan que Cristo mismo nos pide acoger a nuestros hermanos y hermanas migrantes y refugiados con los brazos abiertos. Precisamente así, con los brazos bien abiertos, listos para un abrazo sincero, afectuoso y envolvente, como esta columnata de la Plaza de San Pedro, que representa a la Iglesia madre, que abraza a todos en el compartir el viaje común.

Doy la bienvenida también a los representantes de tantas organizaciones de la sociedad civil empeñadas en la asistencia a los migrantes y refugiados que, junto con Cáritas, han dado su apoyo a la recogida de firmas para una nueva ley migratoria más atinente al contexto actual».