Francisco: «Ver sufrir a los niños hace mal al alma» - Alfa y Omega

Francisco: «Ver sufrir a los niños hace mal al alma»

«No podemos aceptar se maltrate a los niños», dice el Papa al visitar el Hogar San José de Medellín

Redacción
Niños del Hogar San José antes de la visita del Papa

«Jesús no abandona a nadie que sufre, mucho menos a ustedes, niños y niñas, que son sus preferidos».

El Papa dirigió estas palabras el sábado a los niños del Hogar San José de Medellín, institución que atiende en la actualidad a unos 1.100 menores, tras escuchar el testimonio de una de ellos, Claudia Yesenia, de 13 años, quien quedó huérfana tras un ataque de la guerrilla cuando tenía 2 años en San Carlos (Antioquía). Los únicos supervivientes de la masacre fueron 10 niños y su tía, que resultó herida y se vio incapaz de sacarles adelante a todos ellos. La niña recibió un disparo en el abdomen y se le incrustaron balas en la cabeza, por lo que tuvo que permanecer un tiempo ingresadal

Discurso del Papa en el Hogar San José.

«Claudia Yesenia, Dios te regaló una tía que te cuidó, un hospital que te atendió y finalmente una comunidad que te recibió», le dijo el Papa a la niña. «Este hogar es una prueba del amor que Jesús les tiene y de su deseo de estar muy cerca de ustedes».

«Escuchando todas las dificultades por las que has pasado —añadió— me venía a la memoria del corazón el sufrimiento injusto de tantos niños y niñas en todo el mundo, que han sido y siguen siendo víctimas inocentes de la maldad de algunos». «También el Niño Jesús fue víctima del odio y de la persecución; también Él tuvo que huir con su familia, dejar su tierra y su casa, para escapar de la muerte. Ver sufrir a los niños hace mal al alma porque los niños son los predilectos de Jesús. No podemos aceptar que se les maltrate, que se les impida el derecho a vivir su niñez con serenidad y alegría, que se les niegue un futuro de esperanza».

Claudia Yesenia lee su testimonio

Otra de los presentes en el encuentro fue Valentina Mendoza, de 16 años, que vive desde hace 6 en los hogares infantiles. Sus padres la habían dejado a cargo de sus abuelos, hasta que estos, por problemas de salud, tuvieron que buscar el apoyo de esta institución de Iglesia. «Cuando me dijeron que el Papa viene a visitarnos me emocioné». «Es una oportunidad que Dios nos ha dado de poder conocer el Papa y que él pueda llenarnos de bendiciones», dijo la joven poco antes de la llegada del Obispo de Roma.

La historia de los Hogares Infantiles San José se remonta a algo más de cien años, tras la guerra de los mil días en Colombia, que dejó múltiples madres viudas y niñas y niños huérfanos. Por iniciativa de un grupo de laicos se fundó un orfanato para atenderlos. La archidiócesis asumió este proyecto, que ha ido evolucionando en función de las necesidades.

«A ustedes hermanos y hermanas, religiosos y laicos que en este y en los demás hogares reciben y cuidan con amor a estos niños que desde chicos han experimentado el sufrimiento y el dolor —dijo el Papa a quienes atienden a estos chicos—, quisiera recordarles dos realidades que no deben faltar porque son parte de la identidad cristiana: el amor que sabe ver a Jesús presente en los más pequeños y débiles, y el deber sagrado de llevar a los niños a Jesús».

Palabras del Papa en el Hogar San José

Queridos hermanos y hermanas, queridos niños y niñas:

Estoy contento de estar con ustedes en este Hogar San José. Gracias por el recibimiento que me han preparado. Agradezco las palabras del director, monseñor Armando Santamaría.

Te doy las gracias a ti, Claudia Yesenia, por tu valiente testimonio. Escuchando todas las dificultades por las que has pasado me venía a la memoria del corazón el sufrimiento injusto de tantos niños y niñas en todo el mundo, que han sido y siguen siendo víctimas inocentes de la maldad de algunos.

También el Niño Jesús fue víctima del odio y de la persecución; también Él tuvo que huir con su familia, dejar su tierra y su casa, para escapar de la muerte. Ver sufrir a los niños hace mal al alma porque los niños son los predilectos de Jesús.

No podemos aceptar que se les maltrate, que se les impida el derecho a vivir su niñez con serenidad y alegría, que se les niegue un futuro de esperanza.

Pero Jesús no abandona a nadie que sufre, mucho menos a ustedes, niños y niñas, que son sus preferidos. Claudia Yesenia, al lado de tanto horror sucedido, Dios te regaló una tía que te cuidó, un hospital que te atendió y finalmente una comunidad que te recibió. Este «hogar» es una prueba del amor que Jesús les tiene y de su deseo de estar muy cerca de ustedes. Lo hace a través del cuidado amoroso de todas las personas buenas que los acompañan, que los quieren y los educan. Pienso en los responsables de esta casa, en las hermanas, en el personal y en tanta otra gente que ya son parte de su familia. Porque eso es lo que hace que este lugar sea un «hogar»: el calor de una familia donde nos sentimos amados, protegidos, aceptados, cuidados y acompañados.

Y me gusta mucho que este hogar lleve el nombre de San José, y los otros Jesús Obrero o Belén». Quiere decir que están en buenas manos. ¿Recuerdan lo que escribe san Mateo en su Evangelio, cuando nos cuenta que Herodes, en su locura, había decidido asesinar a Jesús recién nacido? ¿Cómo Dios habló en sueños a san José, por medio de un ángel, y le confió a su cuidado y protección sus tesoros más valiosos: Jesús y María? Nos dice Mateo que, apenas el ángel le habló, José obedeció inmediatamente e hizo cuanto Dios le había ordenado: «Se levantó, tomó al niño y a su madre, de noche, y se fue a Egipto» (2, 14). Estoy seguro de que así como san José protegió y defendió de los peligros a la Sagrada Familia, así también los defiende, cuida y acompaña a ustedes. Y con él, también Jesús y María, porque san José no puede estar sin Jesús y sin María.

A ustedes hermanos y hermanas, religiosos y laicos que en este y en los demás hogares reciben y cuidan con amor a estos niños que desde chicos han experimentado el sufrimiento y el dolor, quisiera recordarles dos realidades que no deben faltar porque son parte de la identidad cristiana: el amor que sabe ver a Jesús presente en los más pequeños y débiles, y el deber sagrado de llevar a los niños a Jesús. En esta tarea, con sus gozos y con sus penas, los encomiendo también a la protección de san José. Aprendan de él, que su ejemplo los inspire y los ayude en el cuidado amoroso de estos pequeños, que son el futuro de la sociedad colombiana, del mundo y de la Iglesia, para que, como el mismo Jesús, puedan crecer y robustecerse en sabiduría y en gracia, delante de Dios y de los demás (cf. Lc 2, 52). Que Jesús y María, junto con san José, los acompañen y protejan, los llenen de su ternura, su alegría y su fortaleza.

Me comprometo a rezar por ustedes, para que en este ambiente de amor familiar crezcan en amor, paz y felicidad, y así puedan ir sanando las heridas del cuerpo y del corazón. Dios no los abandona, los protege y asiste. Y el Papa los lleva en el corazón; no dejen de rezar por mí.