Estonia: Cómo evangelizar a partir de cero - Alfa y Omega

Estonia: Cómo evangelizar a partir de cero

De 6 católicos estonios en los años 70, a 6.000 en 2015. ¿Cómo se evangeliza un país prácticamente desde cero? Lo cuenta monseñor Philippe Jourdan, obispo de Tallin, que ha estado en Madrid para presentar el libro El baile tras la tormenta. Relatos de disidentes de los países bálticos y Rusia (ed. Rialp)

Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo

En los años 70, sólo había en Estonia 5 ó 6 católicos, «no sólo a causa del régimen soviético, sino porque el catolicismo había estado prohibido en la Europa luterana durante siglos», ha revelado monseñor Philippe Jourdan, obispo de Tallin desde el año 2005 –el segundo obispo católico en el país desde la reforma luterana del siglo XVI–. «Desde entonces –continúa–, nos hemos multiplicado por 1.000, pero cada uno es un milagro».

¿Cómo se evangeliza un país prácticamente desde cero? En el libro El baile tras la tormenta (ed. Rialp), en el que José Miguel Cejas reúne relatos llenos de fe y de esperanza extraídos de sus viajes por los países bálticos, monseñor Jourdan cuenta: «Es algo que he meditado con frecuencia: la Iglesia no se dirige a unas masas anónimas, sino a las personas, una a una, porque Cristo no ha derramado su sangre por una multitud, sino por cada uno de nosotros».

Por eso insiste en la cercanía personal, en «acompañarlos uno a uno en su camino como cristianos», a veces con mucho esfuerzo, pero siempre teniendo claro que «la Iglesia no la empieza uno, sino que la empieza Jesucristo. Gracias a Dios, el Espíritu Santo sigue moviendo las almas y se producen nuevas conversiones», afirmó en la presentación del libro.

¿Qué podemos aprender?

Algunos de los protagonistas del libro han sufrido cárcel o tortura; otros fueron deportados a Siberia… Todos ellos se mantuvieron fieles a su fe y a sus convicciones. Sus historias suponen para los cristianos de Occidente un revulsivo para alimentar de nuevo el fuego de nuestra fe. Monseñor Jourdan –que renunció a su nacionalidad francesa para nacionalizarse estonio, y así mostrarse más cercano al pueblo que la Iglesia le ha encomendado–, señala dos aspectos de los que los fieles de tradición cultural cristiana podemos aprender. La primera es «el sentido de la propia dignidad con respecto a la fe. Yo nunca escuché en Francia –también vale para España– decir a alguien: Yo no soy digno de ser católico. Aquí es normal ser católico, es una tradición cultural y familiar, pero en Estonia te dicen esto quienes se están preparando para el Bautismo. Tienen más acentuado su sentido de insuficiencia y humildad ante la belleza y la grandeza de la fe. Esto abre el corazón a Dios, que resiste a los soberbios y enaltece a los humildes».

Asimismo, «tienen un mayor sentido de lo sagrado. Aquí, nada más acabar la Misa, la gente se suele levantar para irse. Los católicos estonios se suelen quedar una rato más en la iglesia; y cuando les preguntas te dicen: Para mí, no es posible pasar tan rápidamente de un momento tan sagrado a la vida cotidiana».