La familia, primera escuela de fraternidad - Alfa y Omega

La familia, primera escuela de fraternidad

La fraternidad, fundamento y camino de la paz es el título del próximo mensaje para la Jornada Mundial de la Paz del 1 de enero, la primera que presidirá Francisco. El Papa pide un nuevo modelo de desarrollo económico y habla de la familia como antídoto frente a la mentalidad individualista que debilita «los lazos sociales, fomentando esa mentalidad del descarte, que lleva al desprecio y al abandono de los más débiles, de todos cuantos son considerados inútiles»

Ricardo Benjumea

Apertura a Dios y apertura a los demás son dos caras de la misma moneda. Así lo explica el Papa en su Mensaje de la Paz: «La fraternidad está enraizada en la paternidad de Dios. No se trata de una paternidad genérica, indiferenciada e históricamente ineficaz, sino de un amor personal, puntual y extraordinariamente concreto de Dios por cada ser humano (cf. Mt 6, 25-30). Una paternidad, por tanto, que genera eficazmente fraternidad, porque el amor de Dios, cuando es acogido, se convierte en el agente más asombroso de transformación de la existencia y de las relaciones con los otros, abriendo a los hombres a la solidaridad y a la reciprocidad», escribe el Papa.

Francisco habla de la fraternidad como una vocación cuya existencia se comprueba en todas las «etnias, sociedades y culturas», aunque después, «a menudo los hechos» «contradicen y desmienten esa vocación». En ese aspecto, el Papa constata que las éticas contemporáneas han fracasado a la hora de «generar vínculos auténticos de fraternidad, ya que una fraternidad privada de la referencia a un Padre común, como fundamento último, no logra subsistir».

A lo largo de todo el Mensaje, Francisco dirige sus dardos sobre todo contra «las nuevas ideologías, caracterizadas por un difuso individualismo, egocentrismo y consumismo materialista», que «debilitan los lazos sociales, fomentando esa mentalidad del descarte, que lleva al desprecio y al abandono de los más débiles, de todos cuantos son considerados inútiles».

Frente a esa mentalidad, el primer antídoto es la familia, «fuente de toda fraternidad», y por ello, «el fundamento y el camino primordial para la paz, pues, por vocación, debería contagiar al mundo con su amor».

La fortaleza de la familia es muy importante hoy «en muchas sociedades» en las que «experimentamos una profunda pobreza relacional debida a la carencia de sólidas relaciones familiares y comunitarias». Ésa es muchas veces la causa de la pobreza material, y del «crecimiento de distintos tipos de descontento, de marginación, de soledad», así como de «variadas formas de dependencia patológica. Una pobreza como ésta -escribe el Papa- sólo puede ser superada redescubriendo y valorando las relaciones fraternas en el seno de las familias y de las comunidades».

Cambio de modelo económico

Francisco aplica las consecuencias lógicas de esos planteamientos a los diversos aspectos de la vida social y económica, y afirma que «el hecho de que las crisis económicas se sucedan una detrás de otra debería llevarnos a las oportunas revisiones de los modelos de desarrollo económico y a un cambio en los estilos de vida. La crisis actual, con graves consecuencias para la vida de las personas, puede ser, sin embargo, una ocasión propicia para recuperar las virtudes de la prudencia, de la templanza, de la justicia y de la fortaleza. Estas virtudes nos pueden ayudar a superar los momentos difíciles y a redescubrir los vínculos fraternos que nos unen unos a otros, con la profunda confianza de que el hombre tiene necesidad y es capaz de algo más que desarrollar al máximo su interés individual. Sobre todo, estas virtudes son necesarias para construir y mantener una sociedad a medida de la dignidad humana».

El Mensaje habla de la guerra y denuncia los muchos «conflictos armados que se producen en medio de la indiferencia general». También denuncia el Papa las excesivas desigualdades de renta, y cómo a veces la ambición se confunde «con la prevaricación», generando corrupción en sus múltiples formas, «hoy tan capilarmente difundidas, como en la formación de las organizaciones criminales, desde los grupos pequeños a aquellos que operan a escala global».

Se hace además referencia al hambre en el mundo («millones de personas sufren y mueren de hambre, y eso constituye un verdadero escándalo»), a pesar de que «la producción actual es suficiente» para que «todos se puedan beneficiar de los frutos de la tierra».

El Papa no deja sin abordar uno de los temas que más le preocupan desde hace muchos años: la trata de personas, y recuerda que todavía hay millones de esclavos en el mundo.

Francisco denuncia enérgicamente todos estos pecados, pero a quien los comete, le recuerda que el hombre se puede convertir y nunca se puede excluir la posibilidad de que cambie de vida. Me gustaría -añade- que esto fuese un mensaje de confianza para todos, también para aquellos que han cometido crímenes atroces, porque Dios no quiere la muerte del pecador, sino que se convierta y viva».