Fallece el Cardenal Ricardo María Carles y Gordó, arzobispo emérito de Barcelona - Alfa y Omega

Fallece el Cardenal Ricardo María Carles y Gordó, arzobispo emérito de Barcelona

El Cardenal Ricardo María Carles y Gordó falleció la madrugada del martes a la edad de 87 años. El arzobispo emérito de Barcelona estaba ingresado a causa de un ictus, desde el 22 de noviembre, en el Hospital Virgen de la Cinta, de Tortosa. El Santo Padre ha destacado de él, en el telegrama de pésame enviado al actual arzobispo de Barcelona, monseñor Luís Martínez Sistach, «su entrega constante al quehacer evangelizador, con sabiduría y generosidad»

Redacción

El Papa Francisco envió una telegrama de pésame al arzobispo de Barcelona, cardenal Luis Martínez Sistach, tras el fallecimiento de su antecesor. En el texto, el Santo Padre ofrece «fervientes sufragios por el eterno descanso de quien ejerció, con diligente solicitud apostólica, el ministerio episcopal». Asimismo, el Papa destaca de monseñor Carles su «entrega constante al quehacer evangelizador, con sabiduría y generosidad, e impulsando infatigablemente numerosas iniciativas pastorales, con gran cercanía a los sacerdotes, a la vida consagrada, y a los seminaristas, a quienes dedicó una especial atención». Finalmente, el Pontífice pide al arzobispo de Barcelona que transmita a los familiares del cardenal su «más sentido pésame» y otorga «de corazón, a todos, la confortadora bendición apostólica, como signo de esperanza en Cristo Resucitado».

Caracterizado por su humanidad y su cercanía, el cardenal Carles vivió sirviendo a la Iglesia. Pedía especialmente en sus oraciones fidelidad hasta el final, como explicaba en esta entrevista realizada para la agencia Veritas en su residencia de Barcelona en el año 2008, que el portal Aleteia ha recuperado, y de la que ofrecemos a continuación algunos extractos:

Al despedirse de sus diocesanos de Barcelona, dijo usted que cada noche daba gracias a Dios. Mirando ahora hacia atrás, ¿qué es lo que más agradece a Dios, de su vida?
Que siempre me ha ido poniendo cerca personas que me han ayudado mucho y eso me ha conducido al sacerdocio. Yo pensaba ser químico; de hecho, mi amigo Martín Descalzo se refirió a mí como un químico frustrado. También que me haya dado una vocación que en principio no tenía. A ello me ayudó también un confesor, don Eladio. Fui a su confesionario por chulería, para demostrar que no pasaría nada aunque hablara con él, y pasó todo. Dios tiene providencia incluso de nuestros aspectos negativos.

Y al mirar hacia delante, ¿qué le pide?
Que me ayude a acercarme a Él y a seguir ayudando a la Iglesia. Puedo impartir conferencias, hablar con la gente, escribir en medios de comunicación y también libros, como uno que quiero ofrecer de los años de las oraciones de jóvenes en la catedral de Barcelona. Le pido también fidelidad hasta el final.

De Valencia, a Tortosa y después a Barcelona. ¿Podría compartir alguna lección que le hayan enseñado las experiencias vividas en esas diócesis?
Ser párroco hasta los 41 años -durante 17 años- me ayudó a entender a los sacerdotes, porque he vivido sus mismas alegrías, tristezas, complicaciones… En Valencia, el obispo me encargaba tareas diocesanas, como la pastoral familiar, y fui también delegado del clero, pero no me quitó nunca la parroquia.

Tener cargos diocesanos me ayudó a tener una visión amplia de la diócesis. Dado el tamaño de la archidiócesis de Valencia, podía llegar a mucha gente. En Barcelona, con más de cuatro millones de habitantes antes de su división, tenía que llegar a través de otras personas: obispos auxiliares, delegados… y me dolía no poder tener más contacto directo. El gran tamaño era un problema, y también había problemas añadidos de otros ámbitos, por ejemplo políticos, pero las dificultades van junto a las satisfacciones.

Creo que cuando era arzobispo de Barcelona, era la única diócesis donde había delegadas episcopales, concretamente tres: de juventud, de Caritas y de universidades. En esa época no había, y no es mérito mío, sino que encontraba gente con capacidad para escoger los cargos diocesanos. Además, el Seminario fue creciendo, me reunía con jóvenes, daba retiros a los sacerdotes… He podido ordenar 115 sacerdotes.

¿Cómo ha encajado una emotividad fuerte como la suya en los puestos de responsabilidad que ha ocupado en la Iglesia?
La ventaja es que al tener sensibilidad, entiendes más el sufrimiento de los otros y lo compartes más. Además, te ayuda a poner más entusiasmo en temas importantes como la pobreza, la familia, la juventud o cuestiones morales.

¿Cómo ve la situación actual de la familia?
Algo básico es que Jesús dice que la persona casada que va con otra persona, comete adulterio. Le responden que la ley permite repudiar y Él apela al principio, y dice que entonces no fue así. Con ello, apela a la creación, al derecho natural, que hoy es menospreciado. Al principio, había un hombre y una mujer para siempre. La unión del hombre y la mujer se apoya en su mismo ser, en la biología. Decir esto ahora casi va a ser un delito. Hay leyes que no están favoreciendo la estabilidad de la familia y esto provoca daños en los hijos. La familia es más que dos personas que se agrupan.

En sus homilías y comentarios muestra a menudo su amor por la montaña. ¿De dónde proviene? ¿Todavía hace excursiones a la montaña?
Sí, cerca de Tortosa hago excursiones muy largas. Hace poco tuve un problema de salud que me hizo verme al lado de la muerte. Dios me dio una gran paz. Los médicos me dijeron que andase mucho. La afición me viene de la niñez. Veraneábamos en Benidorm, que está rodeado de crestas y está cerca de un pico. Mis padres eran muy deportistas y compartíamos excursiones. Al morir mi padre, fuimos al pueblo del cardenal Antonio Cañizares, a quien conocí y actualmente somos amigos.

Más tarde, las excursiones se convirtieron en un instrumento pastoral. Primero en la parroquia, hacíamos espeleología y escalada. Las vocaciones no salieron del coro ni del rugby, sino de los montañeros. También había seglares que descubrían la oración en la subida. Después, pasábamos una semana de alta montaña al año con los seminaristas. Una Misa en una cima de Benasque es impresionante. Rezábamos Laudes y, durante la bajada, había un rato de oración. Ha servido para todo. Un chico, después de una dura bajada, me dijo: «Don Ricardo, en septiembre entro al Seminario». No sólo ayuda a cultivar las virtudes humanas; es encontrarte con la obra de Dios, el primer grado de los que habla San Juan de la Cruz para llegar a Dios. Una forma de amar a Dios en sus obras es verlas.

¿Ser cardenal le ha ayudado a crecer en su fe?
Sí, porque necesitas más de Dios al ver que más personas dependen de ti. Además, tienes que obrar por obediencia. Si no me lo hubiera mandado el Papa, yo no hubiera ido a Barcelona. No te puedes arriesgar a hacer algo así si Dios no te lo ha pedido. Después Dios te ayuda.

El Papa Benedicto XVI me invitó a cenar a solas con él antes de ir a Barcelona. Me dijo lo que esperaba, que le preocupaba Barcelona. Él sabía que Barcelona influye en Cataluña y Cataluña, en España… Un día daré cuenta a Dios de mi cargo de obispo, algo de estricta obediencia. La fe te hace ver que Él es quien trabaja, porque no puedes llegar a muchas cosas. Él te da fuerzas porque uno solo no es capaz.

Por otra parte, porque uno sea cardenal, no se puede separar de sus raíces. La familia, los compañeros de curso del Seminario y los bachilleres del año 46 nos seguimos reuniendo. Mantener relación con ellos también te hace vivir la realidad y sentirte uno más, y eso también hace falta.

¿Qué le ha quedado de su participación en el cónclave?
Antes del cónclave -del que salió el Papa Benedicto XVI-, los cardenales estuvimos quince días reunidos. Era la primera vez que se hacía esta experiencia y estuvo muy bien. Nos pidieron el informe verbal de nuestra diócesis y de nuestro país; hablar de la situación política, social, económica y religiosa en siete minutos. Fue una riqueza enorme porque en quince días tuvimos de primera mano un resumen de la situación de la enorme Iglesia, con sus dificultades y esperanzas.

De los primeros doce cristianos, hemos pasado a ser más de 1.200 millones. Si doce judíos solos comenzaron a conquistar el imperio romano, si por pura fe lo creyeron, ahora no podemos dudar de sus palabras: Yo estaré con vosotros hasta el fin de los tiempos. Ahora no podemos tener miedos y complejos. ¿Que somos perseguidos? Siempre, pero ése es el camino de la Iglesia.

¿Cómo vive ahora sus relaciones con la Santa Sede?
Si me llaman, voy. Antes tenía que acudir a las Congregaciones, pero ahora no estoy adscrito a ninguna. Para algunos temas que tienen que ver con los seglares o con la Acción Católica me han llamado alguna vez. He podido ver al Papa Benedicto XVI en diversas ocasiones y antes lo había conocido un poco.

¿Cómo valora la evolución de la Iglesia?
Hay que valorar la fuerza actual del Espíritu. La Iglesia sigue como siempre. Tiene mérito, por ejemplo, que muchas universitarias y jóvenes con estudios superiores lo dejen todo por el Señor en un mundo de sexo y dinero.

En algunos sitios se pasan buenos momentos y en otros, malos. Hay que insistir en la esperanza, porque vemos gente acobardada y desanimada. El Papa dice que la Iglesia debe verse con su crónica. El Cuerpo de Cristo ha crecido en número enormemente, en distintos lugares y tiempos.

Algo no marcha en nuestro mundo occidental. Mientras unos mueren de hambre, otros tiramos la comida. Algunos llegan a pensar que si hay más muertos de sida en países pobres, habrá menos gente allí. Pero aún así, la Iglesia crece.

Un sacerdote que discrepa, aparece en todos los medios de comunicación, mientras no sale nada de un médico barcelonés que preside de Federación Internacional de Asociaciones de Médicos Católicos o el laico Josep Miró i Ardèvol a quien nombran miembro del Consejo Pontificio para los Laicos.

Breve reseña de su vida

El Cardenal Carles nació en Valencia el 24 de septiembre de 1926. Realizó estudios primarios en la escuela de las Teresianas, y secundarios en la de San José de los Padres Jesuitas, las dos en su ciudad natal. Ingresó en el Seminario Mayor de Valencia y en el Colegio del Corpus Christi, también nombrado del Patriarca. El 29 de junio de 1951 es ordenado sacerdote y dos años después se licencia en Derecho Canónico en la Universidad Pontificia de Salamanca.

En 1953 es nombrado párroco y arcipreste de Tabernes de Valldigna, y en 1967 es trasladado a la parroquia de San Fernando de la ciudad de Valencia. Fue consejero de la Juventud Obrera Cristiana (JOC) y responsable de la formación de los diáconos. Posteriormente, fue nombrado delegado episcopal para el clero y consejero diocesano de pastoral familiar.

El 3 de agosto de 1969 fue consagrado como obispo de Tortosa. El 23 de marzo de 1990 fue nombrado arzobispo de Barcelona. Allí creó un Instituto de Teología Espiritual. El día 26 de noviembre de 1994 fue creado Cardenal con el título de Santa María Consolatrice al Tiburtino. Al año siguiente, el Papa Juan Pablo II lo nombró miembro del consejo de cardenales para el estudio de los problemas económicos y organizativos de la Santa Sede. En el año 2001, de acuerdo con lo previsto en el Derecho Canónico, presentó la dimisión de su cargo arzobispal, que no le fue aceptada hasta el 15 de junio del 2004. Cuando cumplió ochenta años, en 2006, perdió la condición de cardenal elector.

En la Conferencia Episcopal Española fue Vicepresidente de 1999 a 2005, y miembro del Comité Ejecutivo de 1990 a 2005. Además, formó parte de la Comisión Episcopal del Clero, de 1972 a 1975, y de la Comisión Episcopal de Misiones, de 1972 a 1978. Por otro lado, fue Presidente de la Subcomisión Episcopal para la Familia (1978-1984) y Presidente de la Comisión Episcopal de Seminarios y Universidades (1984-1990).

Los restos mortales del fallecido cardenal se trasladarán el miércoles a la catedral de Barcelona, donde podrá visitarse la capilla ardiente desde las once de la mañana hasta las nueve de la noche y donde el jueves, a las 11 de la mañana, se celebrará la misa exequial. Después sus restos mortales se trasladarán a su ciudad de nacimiento, Valencia, donde, por su expresa voluntad, serán enterrados en la capilla de la Virgen de los Desamparados.