¿Qué peligro suponen los coptos? - Alfa y Omega

Eran modestos trabajadores que dejaron su casa en busca de empleo. Naturales de Minia, al sur de El Cairo. Gente pobre, sencilla, que no dudaron en cruzar la frontera hacia Libia por un trabajo, a pesar del caos en el que se halla sumido el país. Eran obreros de la construcción y habían encontrado por fin una ocupación en la ciudad costera de Sirte. Eran jóvenes y fuertes, con un futuro por delante.

En una madrugada fría de enero, un escuadrón de hombres armados y enmascarados asaltó el lugar donde habitaban. Llamaron a la puerta gritando: «¿Dónde están los cristianos?». Cuando los encontraron se los llevaron secuestrados.

Dicen quienes han visto el vídeo de su decapitación en su totalidad que se santiguan con la señal de la cruz en su rostro antes de morir y que algunos pronuncian como últimas palabras en vida: «¡Jesús, ayúdame!».

Los terroristas los escogieron para su nueva campaña de márketing del terror porque eran cristianos: los más indefensos, débiles y minoritarios. Así son nuestros cristianos en Oriente Medio en estos momentos de la Historia: aquellos a los que nadie defiende y por los que ningún Gobierno en el mundo mueve un dedo.

Siempre han sido una minoría. En Egipto suponen un 10 por ciento de la población, a pesar de ser originarios en su tierra. Los coptos creen que su Iglesia data del año 50 d. C., cuando el apóstol Marcos –considerado como el primer papa de Alejandría– visitó Egipto, lo que los convierte en uno de los grupos cristianos más antiguos fuera de Tierra Santa.

Una comunidad que ha demostrado veinte siglos de fidelidad, ya que se ha mantenido fiel al Evangelio, desde los primeros años del cristianismo, hasta nuestros días, a pesar de haber vivido durante siglos bajo dominación árabe.

Desde entonces, los coptos siempre han convivido y han sido buenos ciudadanos en países de mayoría musulmana. Pero ahora, además de ser pocos, se han convertido en un gran trofeo de caza para los terroristas.

Pocos, pero fundamentales, insustituibles en los países de mayoría musulmana. Los coptos y melquitas en Egipto, los caldeos en Irak o Siria, los maronitas en el Líbano… son la garantía de pluralidad y estabilidad social y política. Desempeñan un papel que nadie puede realizar. Entre los suníes y chiíes, los cristianos, con sólo el mero hecho de existir, gritan pluralidad, libertad, democracia, modernidad. Además de construir educativa, social y políticamente sus sociedades.

Se vio claramente cuando el pueblo egipcio salió a la calle para oponerse al proyecto totalitario de los Hermanos Musulmanes. Los coptos acudieron masivamente a las manifestaciones.

Éste es el gran peligro que entrañan nuestros cristianos en todo Oriente Medio para el fundamentalismo: son hombres libres. Libres para vivir su fe en Jesucristo hasta en el último aliento de tu vida, cuando les espera la hoja afilada de un cuchillo.