El verano de mis 27 años que pasé de misionero en Brasil - Alfa y Omega

El verano de mis 27 años que pasé de misionero en Brasil

José Calderero de Aldecoa
Josué, de rojo, en una de las lanchas en la que iban los misioneros a visitar distintas comunidades amazónicas. Foto: Delegación de Juventud de la Diócesis de Getafe

Verano es sinónimo vacaciones, aunque no para todos. No lo ha sido para Josué, un joven de 27 años que ha dedicado el tiempo en el que sus amigos y compañero se han ido a la playa a descansar para irse de misión a Brasil.

Josué viajó a la ciudad de Lábrea, en pleno amazonas brasileño, y allí estuvo desde el 1 hasta 30 de julio. «Estaban escasos de misioneros y hemos dado apoyo a lo que ellos denominan “misiones populares”». «Íbamos a visitar familias, ancianos, enfermos… y aprovechábamos estos encuentros para dialogar con ellos, ofrecerles nuestra oración y anunciarles el Evangelio», cuenta Josué a Alfa y Omega.

Pero si este joven alicantino ha cruzado el charco este verano para mojarse por los demás es gracias a las Misioneras de la Caridad de Londres, a las que conoció hace 2 años y a las que ayudó cerca de 3 meses en una casa de acogida que las religiosas tienen en la capital británica. «Aquella vivencia fue para mí algo que marcó un antes y un después. Tuve la gran suerte de ver la dedicación, el amor y la alegría de estas hermanas», que realizan su labor «bajo una sencillez extrema, sin ninguna clase de lujo».

Tras la experiencia de Londres, Josué andaba buscando el momento oportuno para vivir una «experiencia misionera en un país con realidades sociales distintas a las que nos podemos encontrar en Europa. Estuve mirando la posibilidad de viajar con las Misioneras de la Caridad a África o Asia». Fue entonces «cuando un amigo de la diócesis de Getafe me habló de la expedición misionera a Lábrea y no pude decir que no», explica.

En el Amazonas, Josué y el resto de misioneros han tratado de imbuirse de la lengua, la cultura y las costumbres del pueblo brasileño «para anunciar el Evangelio de la forma más realista posible». En este sentido, «hemos tenido que aprender algo de su historia, o sobre las disputas vividas por razones de tierras o con las multinacionales madereras. Hemos aprendido a diferenciar las distintas etnias». Los misioneros también se han tenido que acostumbrar a un medio de transporte poco común en España: la lancha, que utilizaban a través del río Purús para visitar diferentes comunidades ribereñas.

Josué ya está de nuevo en España y reflexiona sobre la falta de concienciación del primer mundo para con los más desfavorecidos. «En los países ricos estamos ocupados con millones de asuntos que, haciendo un símil amazónicos, se convierten en árboles que no nos dejan ver el bosque». Tantas distracciones «no nos permiten centrarnos en la realidad mucho más dura que puede estar viviendo otra persona o, simplemente, no nos dejan pensar en los demás».