Una nueva comunidad abre casa en Valencia para atender al «hermano que sufre necesidad» - Alfa y Omega

Una nueva comunidad abre casa en Valencia para atender al «hermano que sufre necesidad»

Religiosos y religiosas de la comunidad se han desplazado hasta la capital valenciana para abrir su primera casa fuera de Brasil, donde fue fundada para atender a los necesitados de la calle

Carlos González García
Religiosos de la comunidad Voz de los Pobres

Desde el pasado mes de junio, las calles de Valencia resplandecen con un color nuevo, una mirada distinta, una esperanza habitada. Sobre todo por las noches, cuando cae el sol y, entre el miedo y el hastío, amanecen las sombras que viven bajo cartones, calles agrietadas y corazones a medio vivir. Y ahí, entre los desheredados de la tierra, la Misión Eucarística Voz de los Pobres tomando forma en su regazo; y, al lado, Dios, naciendo en cada llanto que se rompe en mil pedazos contra la acera.

«El Evangelio no puede entenderse sin el servicio a la caridad y la entrega de la propia vida al servicio de los hermanos, especialmente de los más pobres». Con estas palabras resonando a corazón abierto, describe el sacerdote Pedro Miret, presidente de la asociación valenciana Apostolado de la Divina Misericordia, a la Misión Eucarística Voz de los Pobres. Los religiosos y las religiosas de esta comunidad se han desplazado hasta Valencia para abrir su primera casa lejos de Brasil, donde fue fundada, para atender a los más pobres de la calle. Presente en varias diócesis brasileñas, cuenta con un total de siete casas. Se divide en tres ramas, formadas por 400 misioneros laicos, 22 religiosos y 28 religiosas.

Un grupo de misioneras a los pies de la Virgen de los Desamparados

Amar, Sufrir, Perdonar y Continuar

Con san Francisco de Asís y santa Teresa de Calcuta en el centro de sus vidas, palpando cada cicatriz de su piel y cada arruga de sus manos, portan –tras los pliegues del hábito marrón oscuro y las tres franjas blancas que adornan sus laterales– una cruz donde moran, grabadas a fuego, las iniciales del carisma que les define y moldea: Amar, Sufrir, Perdonar y Continuar.

No es sencillo vivir a la intemperie de fuegos abiertos, donde uno nunca sabe en qué rincón puede encontrarse al Cristo del Cenáculo, de Getsemaní o del Calvario. Y entre tantos anhelos de misericordia y tantas horas gastadas, siempre hay sitio para descubrir la imperiosa llamada a «salir a la búsqueda del hermano que sufre cualquier clase de necesidad», tal y como lo vive Miret. «El hecho de salir a la calle y ponerse en camino me ha hecho encontrarme con el propio Cristo en el hermano», y «me ha ayudado mucho a vivir la esencia de la Buena Noticia del Evangelio», reconoce.

Pastoral de la calle

Su carisma configura sus miradas, dedicadas en cuerpo y alma a la pastoral de calle, donde proveen atención, comida, escucha y acogida. Y siempre con la Eucaristía entonando sus acordes en voz alta, letra a letra, paso a paso, adornando la melodía de cada una de sus estrofas. La atención de los pobres, confiesa el hermano Bento, «nace de la adoración eucarística en forma de acción de gracias por lo recibido en ella», porque «la Misa no termina con la bendición final», sino que «tras ella, comienza la misión». En esta prolongación de la Eucaristía, encuentra sentido la oración encarnada de Pedro, el sacerdote que les acompaña: «La imagen más común de ese rostro de Cristo con el que me he encontrado en la calle es la imagen del Cristo sufriente, concretada en el dolor del hermano que padece la soledad, el sufrimiento, el abandono, la pobreza, la incultura y el rechazo de sus semejantes». Una recompensa que, por supuesto, añade de inmediato… «Pero, a la vez, de todos ellos he recibido mucho agradecimiento y, sobre todo, mucho amor».

Pedro Miret, presidente de la asociación valenciana Apostolado de la Divina Misericordia

De la mano del pobre

Miret ha sido, precisamente, el responsable de que se hayan instalado en Valencia. Y se ha hecho realidad en el caso de los hermanos, señala, porque «después de mucho tiempo y de mucho diálogo, me atreví a solicitarle al ministro general que abrieran casa aquí». Sin embargo, el caso de las hermanas –que llegaron a la ciudad este jueves, 10 de agosto– es diferente, ya que «es el propio cardenal arzobispo, Antonio Cañizares, quien me pide que medie entre la diócesis y la comunidad para que vengan a colaborar con la labor de misericordia que viene prestando la asociación Apostolado de la Divina Misericordia de la Archidiócesis de Valencia».

Un camino, una mirada y una única misión: vivir y hacer vivir las obras de misericordia. Porque, como destaca el presidente de esta asociación, las obras de misericordia «siempre van de la mano del pobre», y «todo pobre está necesitado de misericordia». Así, continúa, «¿quién no es pobre?», para dejar que hable el silencio durante unos segundos. Al fin y al cabo, revela Pedro, «todos nos sentimos pobres y, por lo tanto, estamos necesitados de misericordia en mayúsculas, necesitados de Dios (Divina Misericordia)».