Cardenal Rouco, sobre la Fiesta de las Familias: «Una familia cristiana nunca es de corazón duro» - Alfa y Omega

Cardenal Rouco, sobre la Fiesta de las Familias: «Una familia cristiana nunca es de corazón duro»

El cardenal Rouco explicó el jueves, en una entrevista a José Luis Restán, director de El Espejo, de la Cadena COPE, el significado de la Fiesta de las Familias del próximo domingo. Miles de familias «de Europa y de toda España» vendrán a Madrid a dar «un gran testimonio clamoroso de la verdad de la familia y de la belleza de la familia vivida en toda su verdad, es decir cristianamente». Será un mensaje de esperanza para toda la sociedad. «Donde hay familia de verdad, hay familia para todos, sobre todo para los que sufren y lo pasan peor», añadió el cardenal. «Una familia cristiana nunca es de corazón duro, de corazón de acero, sino que siempre abre el corazón para abrir caminos de luz y de encuentro con el Señor». Éste es el texto íntegro de la entrevista:

José Luis Restán

Saludamos ya al cardenal Antonio María Rouco, arzobispo de Madrid y presidente de la CEE. Estamos ya en las vísperas, en los prolegómenos de esa gran fiesta de la Sagrada Familia que nuevamente vamos a celebrar en la Plaza madrileña de Colón, este año con el lema La familia es un lugar privilegiado. Me gustaría preguntarle por qué la elección de este lema, qué quiere apuntar.
Quiere apuntar a que la familia es, por decirlo en términos clásicos, la célula primaria de la Iglesia y de la sociedad. Es decir, si un pueblo o una sociedad, y por supuesto la Iglesia, quiere abrirse camino hacia el futuro, si no lo hace partiendo de la familia y colocando la familia en el centro de la vida social, de la vida cultural y de la vida de fe, no encontrará ese futuro. Se puede decir que el centro neurálgico de la problemática que afecta hoy al mundo, sobre todo a Europa, a los viejos países de Europa, a los países de vieja y nueva cristiandad, se encuentra en la familia, y se encuentra en un descuido, primero, intelectual, si se quiere; un descuido moral; un descuido cultural; un descuido social, económico y político de proporciones enormes que se viene dando desde hace casi medio siglo. Las consecuencias están a la vista, y quien no quiera verlas se va a llevar un susto tremendo cuando la Historia empiece a hacer las cuentas, y no va a tardar mucho en hacerlas. Es urgentísimo darse cuenta de dónde está el quicio de toda la problemática, de toda la crisis que está sufriendo en este momento sobre todo el mundo llamado civilizado y el mundo próspero.

Yo recuerdo que, en una edición anterior, usted decía, justo antes de la celebración, que al hombre contemporáneo, marcado por tantas influencias, le cuesta mucho comprender esta gran verdad de la familia. ¿Cómo poder hacer saltar esta especie de bloqueo que tienen una parte de nuestros contemporáneos?
Estamos en esa cultura, sobre la que el Papa Francisco dice con mucho tino y agudeza que el hombre está autorreferenciado, no sale de sí mismo. Es un individualismo que convierte al hombre en un solipsista, y entonces no tiene ni siquiera sensibilidad para entender que la relación entre hombre y mujer es básica en su verdad, en su salud moral y espiritual, para que pueda después hablarse de amor, o de solidaridad, o de justicia. Es decir, la bondad de las relaciones sociales y la forma buena de configurarlas, a cualquier nivel, o comienzan en la familia, en esa primera y fundamental relación social de la que nace la vida y de la que nace el amor, o no va a funcionar nada. En esta sociedad, una mayoría de la opinión o una mayoría de influencia social va en la línea de decir que darse uno al otro y dar la vida es para superperfectos. Y yo digo: Pero ¿ustedes creen que van a dar algo después que no sea eso? ¿Creen que sin dar eso, van a dar después dinero, van a dar después tiempo, van a dar después generosidad? ¡No, hombre, no!

Sin embargo, hay muchos que dicen: «Esto es realmente bonito; nos gustaría; ¡quién pudiera!, pero en el fondo es imposible». ¿Qué podemos decirles a estos?
Primero, que no es imposible, y segundo que lo que es bonito es que es bueno, y lo que es bueno es posible.

Es verdadero.
Lo que pasa es que exige un poco de sacrificio, pero no hay ningún proyecto de bondad y de belleza en la vida que no pase por una experiencia de sacrificio, o sea, de amor verdadero, y que nunca, aquí y ahora, tal y como está el hombre desde esa caída primera en el inicio de su curso histórico a través de los tiempos, no se puede amar sin un poco de sacrificio.

Pero para poder afrontar este sacrificio, también la Iglesia ofrece una ayuda, un soporte, una compañía.
Ofrece a Cristo, nada menos. Ofrece al Hijo de Dios, que se hizo hombre por nosotros, y lo ofrece además desde esa imagen del niño que pasa por sus muchos años de vida de familia. Es curioso, a veces nos paramos poco en el hecho de que casi toda la vida de Jesús es salvadora viviendo la familia, no otra cosa. Sólo al final, los tres años últimos, son los de vida pública, y el momento culminante de la cruz, de la pasión, de la muerte y la resurrección. Pero nos salvó viviendo la familia, viviendo en familia casi toda su vida.

Con la perspectiva de todos estos años en los que se viene celebrando en la Plaza pública de nuestro Madrid, esta Fiesta de las Familias ¿cómo contribuye justamente responder a ese problema con el que empezábamos nuestra conversación, esta emergencia familia podríamos decir de este momento.
Primero fructifica y le da ánimo y gozo a las familias que vienen a celebrar la Sagrada Familia públicamente. Se conocen, vienen de todas las partes de España. Por cierto, algunos hablan de cientos de familias, y no, vendrán miles de familias a Madrid. ¿Qué es eso de cientos de familias?

Con cientos no llenábamos la plaza…
Estoy leyendo un titular de Alfa y Omega y me está dando tristeza. Pone Cientos de familias vendrán a Madrid. Pues no, son miles de familias las que vendrán a Madrid. Van a venir 150 familias que van a ser enviadas en misión que proceden de las comunidades neocatecumenales, pero vendrán miles y miles de familias. El sentirse unidas, sentirse confirmadas por el ejemplo mutuo, por el ánimo y la alegría que comparten entren todos, eso ya es un fruto extraordinario de este formato pastoral de la liturgia de la Sagrada Familia en la Plaza de Colón. Y luego es un testimonio clamoroso de la verdad de la familia, testimonio clamoroso por las palabras que van a ir como un torrente sobre la opinión pública. Primero, las del acto precedente; abrirá el acto el iniciador del Camino, Kiko Argüello. Después las intervenciones de patrimonios, de familias, testimonios. Y luego, la Palabra que se proclama en la celebración de la Eucaristía. Y además están los gestos, los hechos, por supuesto, el hecho sacramental por excelencia, el sacrificio eucarístico y la comunión eucarística, pero después el hecho humano que precede a la celebración y que se desprende de la misma, de gozo compartido, de alegría en la vida dada, en la atención a los más débiles y a los más necesitados, empezando por los abuelos y por los niños, y eso vivido en una gran relación de familias con familias. Muchas familias de Madrid van a recibir en sus casas a otras muchas familias que vienen de Europa y de toda España. Es un gran testimonio clamoroso de la verdad de la familia y de la belleza de la familia vivida en toda su verdad, es decir cristianamente.

Mencionaba usted el envío de familias en misión, familias que este caso pertenecen al Camino Neocatecumenal, pero que es un gesto también ilustrativo para todas las familias cristianas, en el sentido de esa tarea de nueva evangelización. De hecho, el Sínodo que se ha convocado para octubre del año próximo habla de la problemática de la familia en el contexto de la nueva evangelización.
Por supuesto. Y es muy interesante que el Santo Padre elija como tema para su primera actuación sinodal la familia. Por tanto, comparte ese diagnóstico de que, o se responde a la familia evangelizándola y procurando que ella sea el primer lugar evangelizador, o si no, el futuro de la nueva evangelización corre peligro.

Una última pregunta, don Antonio: habrá gente que está separada de la vida de la Iglesia desde hace años, que puede llevar sus heridas, sus malentendidos… ¿Cómo decirles que también para ellos hay espacio, hay hueco en esa plaza madrileña acogedora de la Fiesta de la Familia?
Decirles que donde hay familia de verdad, hay familia para todos, sobre todo, para los que sufren y lo pasan peor. No quiere decir uno implícitamente que ellos son como los hijos pródigos, tampoco es eso. Pero la misericordia y la ternura de la que tanto habla el Papa como típico rasgo de la experiencia de la Iglesia, que es la familia de los hijos de Dios, es un hecho, un dato y un aspecto que surge, que brota de toda gran experiencia familiar cristiana. Una familia cristiana nunca es de corazón duro, de corazón de acero, sino que siempre abre el corazón, no para confundir las cosas, sino para abrir caminos de luz y de encuentro con el Señor, con Dios y con sus hermanos.