Una víctima de abusos en Ratisbona: «Por fin he encontrado la paz» - Alfa y Omega

Una víctima de abusos en Ratisbona: «Por fin he encontrado la paz»

Un informe documenta más de 500 casos de maltratos (incluidos 70 de abusos sexuales) en el coro infantil de la catedral de Ratisbona. Hans Zollner, de la Comisión Pontificia para la Tutela de Menores, pone al nuevo obispo de esta diócesis alemana como ejemplo sobre el modo en que hay que actuar: «escuchar a las víctimas y resarcirlas en lo posible»

Ricardo Benjumea
El obispo de Ratisbona (Rudolf Voderholzer) junto a dos víctimas de abusos sexuales: Peter Peter Schmitt (izquierda) y Alexander Probst (derecha)

«Por fin he encontrado la paz». Alexander Probst fue una de las primeras víctimas que, en 2010, dio el paso de denunciar los abusos sexuales y el maltrato físico sufridos en la escuela adyacente al milenario coro de la catedral de Ratisbona. Necesitó 40 años para atreverse a hacer pública su historia.

Cuando se sintió preparado para enfrentarse a los fantasmas de su pasado, lo primero que hizo buscó a su antiguo agresor, un profesor, para oír de sus labios una petición de perdón. «Pero cuando supe que había continuado abusando de niños hasta los años 90, comprendí que esa disculpa no era posible», ha dicho Probst a la radio pública alemana Deutsche Welle.

Tampoco le satisfizo la respuesta de la diócesis ni la de su obispo, monseñor Gerhard Ludwig Müller, quien poco después sería nombrado prefecto de la Doctrina de la Fe. Probst cuenta que se sintió «furioso» y «humillado» ante lo que entendió que era un intento de minimizar el problema y salvar el buen nombre de la institución.

Todo cambió con la llegada del nuevo obispo de Ratisbona, Rudolf Vorderholzer, quien en 2015 erigió una comisión que, trabajando desde la absoluta independencia, iba a dedicarse a indagar sobre lo ocurrido, con el abogado Ulrich Weber al frente.

Pero lo que, sobre todo, le convenció de que esta vez la cosa sí iba en serio fue el cambio radical de actitud que percibió en la jerarquía local. «El obispo Vorderholzer me pidió perdón, aunque lo ocurrido no hubiera sido culpa suya. Esa conversación con él significó para mí más que cualquier petición de perdón que hubiera podido conseguir de mi agresor», ha dicho a la Deutsche Welle.

Niños cantores de Ratisbona

«Un campo de concentración»

Otras víctimas se han expresado en términos similares. Peter Schmitt, hoy un hombre de 56 años, ha asegurado al diario italiano La Stampa sentir un «enrome alivio» porque «la verdad por fin ha salido a la luz».

Falta ahora digerir el informe de 450 páginas presentado por Weber. Según el documento, al menos 547 niños sufrieron violencia física y/o psicológica, entre ellos 67 menores que fueron víctimas de abusos sexuales entre 1945 e inicios de los 90. La cifra más que dobla la estimación previa publicada en 2016, que hablaba de 231 víctimas, pese a lo cual Weber estima que la cifra real podría acercarse a las 700. El número de agresores identificados es de 49.

Quienes pasaron por la escuela hablan de algo parecido a «una prisión», a «un infierno» o a «un campo de concentración». Ahora, al menos, las víctimas recibirán una petición de perdón y una compensación económica. Pese a que, civilmente, la mayoría de casos ha prescrito, la diócesis ha aprobado una indemnización económica de 20.000 euros para las víctimas.

El foco mediático sobre Georg Ratzinger

El interés mediático por el caso se ha centrado en Georg Ratzinger, hermano del Papa emérito, que fue director del coro infantil entre 1964 y 1994. Weber afirma que no hay indicios que sugieran que pudo conocer los abusos sexuales, aunque sí le reprocha haber mirado hacia otro lado con el maltrato físico. Georg Ratzinger pidió perdón a las víctimas ya en 2010, asegurando que, de lo que le contaron en su día los chicos, nunca imaginó la magnitud real de estos hechos.

Pero el morbo está ya servido, sin faltar siquiera interpretaciones en clave conspiratoria. En esa línea, algunos han querido ver en estos hechos un episodio en una supuesta guerra entre Francisco y Benedicto. Como precedente, unos días antes el Papa emérito envió un mensaje para el funeral de su amigo el cardenal Meisner, uno de los purpurados de la famosa carta con las dudas al Papa Francisco sobre algunos aspectos de la Amoris laetitia. Benedicto alababa al arzobispo emérito de Colonia como alguien que «no abandona su Iglesia, aunque a veces la barca se haya llenado de agua hasta casi naufragar». El periódico amarillista Bild interpretó estas palabras como que Benedicto estaba lanzando «un SOS» sobre el calamitoso estado en que, aseguraba, Francisco está dejando la Iglesia.

Georg Ratzinger

Georg Gänswein, secretario personal de Joseph Ratzinger y a la vez prefecto de la Casa Pontificia de Francisco, salió al paso de este tipo de interpretaciones, denunciando los intentos de «instrumentalizar» al Papa emérito.

Claro que no ha ayudado mucho, en este sentido, una nueva entrevista del cardenal Müller (esta vez a la agencia DPA), asegurando que Benedicto XVI se sintió «decepcionado» al saber que Francisco había decidido no renovarlo para un nuevo período como prefecto de Doctrina de la Fe.

«Quien hizo un mal debe pagarlo»

En cuanto a las reacciones oficiales tras el informe de Ulrich Weber, la diócesis de Ratisbona emitió un comunicado asegurando que «todos hemos cometido errores y hemos aprendido mucho». El vicario general, Michael Fuchs, fue más concreto y reconoció que «podíamos haberlo hecho mucho mejor», y dijo durante una rueda de prensa el martes que la Iglesia debe jugar un papel mucho más activo en el futuro en estas investigaciones

De Roma, hasta ahora ha habido pocas reacciones. Destaca la del jesuita Hans Zollner, miembro de la Comisión Pontificia para la Tutela de Menores, referente en la lucha contra los abusos sexuales, que en una entrevista al diario La Repubblica ha asegurado que «quien hizo algún mal debe pagarlo» y afirma sentirse «contento de que todo haya quedado al descubierto».

Preguntado sobre cómo debe actuar la Iglesia en el futuro en estos casos, el jesuita alemán afirma que, para corregir «todos los errores del pasado», es necesario «escuchar a las víctimas y resarcirlas en lo posible». «Este es el único camino y espero que el ejemplo del obispo de Ratisbona siente cátedra en muchas otras Iglesias locales».