Las Patronas cumplen 20 años de dar de comer a los migrantes al paso de La Bestia - Alfa y Omega

Las Patronas cumplen 20 años de dar de comer a los migrantes al paso de La Bestia

Jaime Septién

«Como mujeres de fe, queremos ser agradecidas con Dios por lo que nos ha dado». Así de simple es el resumen que hace de sus acciones de amor y solidaridad para con los migrantes que vienen de Centroamérica, Norma Romero Vázquez, fundadora y vocera de Las Patronas, un grupo de mujeres que cada día, al paso de La Bestia se organizaban para darle de comer a los hambrientos.

La acción de Las Patronas comenzó, justamente, el 14 de febrero de 1995. Y comenzó como suelen iniciar las grandes realizaciones de la fe católica: con un sencillísimo acto de misericordia. Doña Leonila, la madre de Norma y de otras de sus hermanas que se han unido al grupo, regresaba de comprar el pan para su familia cuando vio a un grupo de migrantes desorbitados, con los ojos secos y la boca también. Les cedió el pan. Y les contó a sus hijas.

Éstas lo hicieron con sus amigas y pronto algunas mujeres del poblado que está a un costado del ingenio de La Patrona (obviamente, tratándose de México, era un ingenio dedicado a la Virgen de Guadalupe) se les unieron para idear cómo hacer que al paso del tren donde se agolpaban los migrantes en su camino a la frontera norte –en busca del «sueño americano»– no fuera de balde.

Y ahí, en una de las regiones más pobres del Estado mexicano de Veracruz, muy cerca de Córdoba, región cafetalera por excelencia, comandadas por doña Leonila, las Romero y sus parientes, sus amigas y mujeres del pueblo de Amatlán de los Reyes, incluso de la vecina Córdoba, hace 20 años comenzaron a ofrecer agua pura, frijoles, arroz, plátanos, pan, lo indispensable para que los migrantes cogieran la comida al paso del tren, colgados, dicen, «como monos».

¿De dónde sacan estas 14 mujeres (eran, en principio, 12, como los apóstoles de Cristo) el bastimento? De donde pueden. De su escaso peculio, de la también escasa solidaridad de los grandes almacenes, de los grandes capitales… Del agradecimiento a Dios que, en palabras de Norma Romero Vázquez, cuando el colectivo recibió en 2013 el Premio Nacional de Derechos Humanos, frente al presidente de México Enrique Peña Nieto, «lo que nos ha dado es trabajo, salud y una gran familia a nuestro lado que camina con nosotros». No es necesario ni tener ni pedir más para ayudar a quien más lo necesita.

En un país de tránsito de los migrantes, como lo es México para los cerca de 400 mil centroamericanos que se ven obligados cada año a cruzarlo para llegar al norte, donde los derechos humanos de los que viajan en el tren o a pie son violados de manera sistemática, «Las Patronas» son un faro de luz que debería contagiar a autoridades de migración, a policías locales y federales y tronchar el duro corazón de las bandas de criminales que los acechan a su paso.

Así lo ha dicho el pasado sábado 14 de febrero, durante la Misa conmemorativa de las dos décadas de Las Patronas, monseñor Raúl Vera López, obispo de Saltillo, quien fue invitado a celebrar el aniversario de este ejemplar grupo de mujeres veracruzanas. En el acto, monseñor Vera López, dijo que «todos debemos pedirle perdón a los migrantes centroamericanos que pasan por México ante la serie de injusticias que padecen en su trayecto» y consideró que actualmente México «está hecho pedazos» en materia de derechos humanos.

Ciertamente lo está. Sin embargo, Las Patronas han demostrado que se puede enderezar el rumbo. «Nadie nos paga por ayudar a los inmigrantes», ha dicho Norma Romero. Quien agregó: «y mucho menos nuestros gobiernos». Finalmente esta mujer sencillísima, que ya el año pasado estuvo en la Universidad Gregoriana de Roma mostrando al mundo lo que es la caridad cristiana efectiva, termina diciendo algo que mueve y alerta:

«Esto (la ayuda a los migrantes) es gracias a toda la gente que ha creído en nosotras y a la confianza que Dios ha puesto en nosotras. De la esperanza (nos) da al mismo tiempo dar esperanza a quienes comienzan este viaje».

Jaime Septién / Aleteia