12 de octubre: San Serafín de Montegranaro, el fraile «idiota, analfabeto e iletrado» al que echaban de todos los conventos - Alfa y Omega

12 de octubre: San Serafín de Montegranaro, el fraile «idiota, analfabeto e iletrado» al que echaban de todos los conventos

Este capuchino rezaba el rosario por los hermanos que le humillaban. Al final, se asentó en la comunidad de Ascoli Piceno y enriqueció la ciudad con su santidad y milagros

María Martínez López
San Serafín de Montegranaro
Se suele representar a san Serafín con el crucifijo o el rosario, como en esta estampa. Foto: Convento de Santa Maria di Borgo Solestà.

De san Serafín de Montegranaro se podría decir que no fue bueno para nada. Salvo para las cosas de Dios. Nació en 1540 en una familia humilde de Montegranaro (Las Marcas, en el centro de Italia), y fue bautizado con el nombre de Felice. Ya de niño, su constitución débil le impidió ayudar a su padre en el oficio de albañil. Se puso entonces a pastorear al servicio de un granjero local. Los largos periodos en el campo pudieron predisponerle a la introspección. Tenía solo 11 años cuando murió su padre y tuvo que regresar a su familia y retomar el trabajo de albañil con su hermano Silenzio, el primero en maltratarlo. Mientras arreglaba un establo con él, quedó fascinado al escuchar algunos pasajes del Tratado de las últimas cosas, de Dionisio el Cartujo, que le leía en voz alta Ludovica, la hija del dueño. Hablando con ella decidió retirarse del mundo y la muchacha le recomendó ingresar como hermano lego en los capuchinos de Tolentino.

Cuando llegó al convento de Jesi como novicio, se presentó con suma sencillez: «No tengo nada más que el crucifijo y el rosario: con esto espero beneficiar a la comunidad y convertirme en santo». Desde el principio comía lo mínimo y dedicaba largos ratos a la oración ante el Santísimo y a la penitencia corporal.

Bio
  • 1540: nace en Montegranaro.
  • 1557: ingresa en los capuchinos.
  • 1590: se establece de forma definitiva en Ascoli Piceno.
  • 1604: fallece el 12 de octubre, después de anunciarlo él mismo.
  • 1729: Benedicto XIII lo beatifica.
  • 1767: es canonizado por Clemente XIII.

Tras hacer los votos, comenzó una particular peregrinación. En 21 años, fue enviado a hasta 14 conventos de la región de Las Marcas porque, a pesar de la buena voluntad con que emprendía todas las tareas que le encomendaban, «no se le daba bien ningún trabajo: no tuvo éxito en la cocina, ni en el jardín, ni siquiera como albañil», enumera Giansante Lenti, capuchino del convento de Santa Maria di Borgo Solestà, en Ascoli Piceno. Eso le acarreaba ser reprendido y humillado. Al principio, «lloraba con Jesús». Hasta que un día sintió la inspiración de rezar el rosario por quienes lo regañaban. «Entonces, una voz desde el sagrario le dijo: “Serafín, me agrada mucho tu oración por quienes te ofenden”. Desde ese día, la paz plena regresó a su corazón».

Por fin, encontró una comunidad estable en Ascoli Piceno, en 1590. Allí estuvo 14 años, hasta su muerte, y los habitantes se beneficiaron de las virtudes de aquel que en otros lugares habían despreciado. «Iba de casa en casa, mendigando para sus hermanos y para los pobres», relata Lenti. En estas visitas, además, «consolaba, citaba las palabras de Jesús» de memoria, «exhortaba y oraba por los pecadores». A su paso, los jóvenes que mantenían conversaciones inadecuadas cambiaban de tema. Un día intervino para detener a dos bandidos en la catedral; «primero lo arrastraron por el suelo y luego se fueron sin oponer resistencia». Se cuenta también que tenía el don de consejo, hasta el punto de que los duques de Baviera y de Parma le pedían asesoramiento; y que experimentaba éxtasis con cierta frecuencia.

Sanaba conflictos y la gangrena

Los vecinos también recibieron favores por su intercesión; como cuando, tras rezar una noche por la reconciliación entre dos familias nobles que se odiaban a muerte, «a la mañana siguiente en la plaza los dos cabezas de familia se abrazaron para consuelo de todos», narra Lenti. De forma aún más extraordinaria, con el pequeño crucifijo que siempre llevaba consigo logró varias curaciones y milagros, como la sanación de la pierna gangrenada del cardenal Ottavio Bandini en Venarotta. No es de extrañar que en Ascoli «lo tuvieran en alta estima y no quisieran que abandonara la ciudad» cuando se corrió el rumor de que iba a cambiar de destino.

Al amanecer del 12 de octubre de 1604, una multitud de niños recorrió la localidad gritando: «¡Nuestro santo ha muerto, fray Serafín ha muerto!». Él mismo había anunciado su próximo fin. Pronto su fama de santidad llegó a oídos del Papa Pablo V, que autorizó encender una lámpara sobre su tumba. Cuando se abrió la causa, la documentación alcanzó los 2.000 folios. La bula para su canonización, en 1767, afirma que aunque «idiota, analfabeto e iletrado», Serafín había «sabido leer y comprender el gran libro de la vida que es nuestro Señor Jesucristo». Tras ser elevado a los altares, el convento de los capuchinos se convirtió en un santuario dedicado a él, nombrado copatrono de Ascoli junto con san Emidio y Nuestra Señora de las Gracias.

Los devotos le piden, «sobre todo, paz en sus familias y en el mundo», explica el fraile de esta comunidad. «Es un ejemplo de bondad para todos»; hasta para los no creyentes de Astoli, que acuden al templo como los demás. Existe incluso un Camino de los Capuchinos que llega allí tras una ruta de 400 kilómetros. «Los peregrinos de Italia, España y otros países de Europa y más allá quedan maravillados por la fraternal acogida» que se les ofrece en nombre del santo «y por su ejemplo de humildad y fe». Lenti invita también a tenerlo como modelo de amor fraterno. Las fiestas en su honor duran una semana, durante la cual las Misas y catequesis se mezclan con música, juegos, una rifa benéfica para las misiones, crepes, arrosticini (brochetas de pequeños cubos de carne de oveja) y cerveza.