12 de noviembre: san Josafat
De pequeño solía leer vidas de santos y libros sobre la unidad de las iglesias. Se convirtió al catolicismo e ingresó en la Orden monástica de San Basilio. En 1614 fue ordenado sacerdote y cuatro años después fue nombrado obispo. Fueron muchos los feligreses que reciben su ejemplo de castidad, pobreza y gran generosidad. Por socorrer a los pobres se desprendía de todo, hasta de las cosas más necesarias. Muere asesinado por sus detractores. Fue canonizado en el siglo XIX
Josafat nació en 1580 en Ucrania. Fue educado fuera de la Iglesia católica. Con 15 años comienza a trabajar en un comercio. En sus ratos libros a Josafat le gusta leer, sobre todo libros de santos. También le interesa la unión de las iglesias, lo que termina provocando que Josafat se termine convirtiendo al catolicismo, aunque de rito oriental.
Josafat, ya convertido, ingresa en la Orden monástica de San Basilio. Su vida como monje la coronan la piedad y la penitencia. Sus superiores llegan a afirmar de él: «en breve tiempo llegó a ser maestro de todos, en la ciencia, en la disciplina religiosa y en todas las virtudes».
En 1614 es ordenado sacerdote. La presencia de Josafat en el monasterio consigue aumentar los deseos de santidad de sus compañeros y arden en deseos de una mayor unión con Roma.
Cuatro años después es nombrado obispo de Pólotzk. Son muchos los feligreses que reciben su ejemplo de castidad, pobreza y gran generosidad. Por socorrer a los pobres se desprendía de todo, hasta de las cosas más necesarias. Pero sus buenas maneras también le granjean enemigos, que le llaman «el apóstata papista». Le intentan matar en varias ocasiones, pero él sigue incansablemente difundiendo la fe de Cristo.
Fruto de su predicación surgen diferentes folletos en los que Josafat habla sobre el primado de Pedro, la defensa de la fe católica y sobre el bautismo de san Vladimirio.
El 12 de noviembre de 1623 sus enemigos consiguieron dar muerte a su cuerpo, disparándole y rematándole con una hoz. Su alma subió al Padre. Veinte años después de su muerte fue beatificado por el Papa Urbano VIII y Pío IX lo canonizó en 1867.