11M - Alfa y Omega

El próximo día 11 de marzo de 2024 se cumplirán 20 años de uno de los atentados más fatídicos de la reciente historia de España, los cometidos en Madrid, en cuatro trenes de cercanías, unos minutos antes de las ocho de la mañana, con 193 muertos y miles de heridos.

No conozco a nadie que no recuerde lo que estaba haciendo aquella mañana. En mi caso, iba camino del Consejo de Estado cuando la radio comenzó a informar de los hechos; y sentado ya en el salón de plenos, recuerdo que cada media hora un ordenanza se acercaba con una nota al presidente, José Manuel Romay, quien interrumpía el despacho de asuntos de la Comisión Permanente para informar del número de fallecidos, que se iba incrementando exponencialmente de una vez a otra.

El atentado conmocionó a la sociedad española, que se unió en una sola voz para condenar el terrorismo y apoyar a las víctimas. Pero todos los atentados son utilizados políticamente y, en concreto, el del 11 de marzo de 2004 modificó claramente el resultado de unas elecciones que, quizá, no debieron de celebrarse en esas circunstancias: el Gobierno de Aznar fue acusado por una parte de la ciudadanía de ocultar información. El 14 de marzo obtuvo la victoria José Luis Rodríguez Zapatero, que no se explica sin la ofensiva mediática de aquellos días bajo la premisa de que «el Gobierno del PP miente».

20 años después se sigue recordando este atentado haciendo, desgraciadamente, mayor hincapié en las cuestiones políticas y mediáticas que rodearon el caso que en las víctimas. Son estas quienes deben ocupar el lugar central y solo así se contribuirá a la recuperación de la convivencia y la tolerancia en España. Es el momento de honrar a los muertos y seguir atendiendo a las muchas víctimas que todavía sufren los efectos del latigazo terrorista y no de hacer guiños a los que causaron el dolor, ni justificar programas políticos. Y es también el momento de hacer memoria de las muchas muestras de solidaridad, de experiencias humanas de dolor y de actitudes valientes de ciudadanos anónimos que tenían como único propósito atender a la desgracia y a la calamidad.