Estelas en la mar - Alfa y Omega

Estelas en la mar

Casi 1.200.000 marineros (la mayoría provenientes de los países en vías de desarrollo) a bordo de 50.000 buques mercantes viven expuestos a penalidades y riesgos considerables. La Iglesia les recuerda especialmente el 16 de julio, día de las gentes del mar

José Luis Pinilla Martin
Foto: CNS

«Caminante, no hay camino, sino estelas en la mar». Estas son las exclamaciones líricas más famosas y más cantadas de Antonio Machado. Mucho debemos a ciertos cantautores españoles. Miguel Ríos se atrevió a grabar, allá por los 70, el Himno a la alegría desde la Novena sinfonía de Beethoven, que luego arregló y dirigió Waldo de los Ríos, muy atacado precisamente por hacer versiones ligeras de grandes obras de música clásica. Luis Eduardo Aute nos dejó Rosas en el mar, cantó Al alba y Las cuatro y diez. Ana Belén y Víctor Manuel cantaron juntos o por separado en la Transición –que algunos quieren borrar del mapa– abriendo y cerrando La muralla. Juan Manuel Serrat puso voz y música a los versos de Miguel Hernández, Alberti, García Lorca, Neruda y Benedetti o Machado, con los versos que encabezan este comentario sobre el día de las gentes del mar.

El 16 de julio se celebra la fiesta de la Virgen del Carmen. El deseo de la Iglesia para esta jornada es también cantar, es decir, hacer visible a los invisibles (como en tantas ocasiones). En este caso, visibiliza a marineros y pescadores

A muchos de nosotros, cómodamente instalados en nuestra casa, nos es difícil comprender –sobre todo a los de tierra adentro– hasta qué punto nuestra vida cotidiana depende del mar y sus trabajadores. Y, sin embargo, muchas cosas de uso cotidiano, pequeñas o grandes, nos llegan por ellos. Casi 1.200.000 marineros (la mayoría procedentes de los países en vías de desarrollo) a bordo de 50.000 buques mercantes transportan casi el 90 % de mercancías de todo tipo. Buques expuestos a riesgos considerables, inermes a la fuerza a veces despiadada del mar. Pero son los marineros los que están arriesgando su vida.

La Iglesia desea este año que «la fuerza de la fe» acompañe a esas otras fuerzas y embates que sufren los marinos. Les afectan no solo los peligros de las fuerzas de la naturaleza, sino también la piratería y los atracos a mano armada. Tripulaciones afectadas también por el hecho de pasar de un país a otro, de cambiar y tener que adaptarse constantemente a nuevas situaciones. Sin contar cuando, después de días y semanas en el mar, se les niega el derecho a bajar a tierra firme y abandonar el barco.

Quedan como Atrapados en la red. Precisamente, este es el lema del XXIV Congreso Mundial del Apostolado del Mar (centrado esta vez en los pescadores), que se celebrará en Taiwán en octubre. Porque, entre otros casos, el sector pesquero está plagado de casos de trata de seres humanos, de trabajo forzoso. Atrapados en la red. Que de esto también se hace eco el mensaje de la Iglesia española

El mar como cementerio

El mensaje también alude otras estelas más trágicas. No se podía dejar pasar la ocasión para dirigir la mirada marina a las oleadas de migrantes muertos en nuestro cementerio compartido, el mar Mediterráneo, aquel que tan bellamente cantaba también Serrat como lugar de encuentro. Las estelas del Mediterráneo se cubren de cadáveres flotantes o personas naufragadas donde muchos mercantes acuden en su auxilio. Como también lo hacen tantas embarcaciones oficiales de salvamento. ¡Y muchas ONG ejemplares sin ningún barniz de buenismo fácil, sino arriesgando sus propias vidas, a pesar de lo que diga algún político!

Machado, el Papa Francisco, también el obispo promotor del Apostolado del Mar, monseñor Luis Quinteiro; tú y yo… soñamos estelas limpias. En la encíclica Laudato si se mencionan precisamente algunas de las amenazas que afectan los recursos naturales marinos: «Muchas de las barreras de coral del mundo hoy ya son estériles o están en un continuo estado de declinación: “¿Quién ha convertido el maravilloso mundo marino en cementerios subacuáticos despojados de vida y de color?”».

Dios y el mar de Machado

Muchos dicen que cuando Antonio Machado quiere hablar de Dios lo hace hablando del mar:

«Érase de un marinero
que hizo un jardín junto al mar,
y se metió a jardinero.
Estaba el jardín en flor.
Y el jardinero se fue
por esos mares de Dios».

A Dios lo encuentran muchos en el mar, ya sea el mar de Castilla o el de los océanos. «Los hombres y las mujeres del mar –dice el mensaje episcopal–, oteadores de amplios horizontes, saben que con la fuerza de la fe nuestro horizonte vital se amplía hasta límites insospechados».

Al fin y al cabo, «nuestras vidas son los ríos que van a parar al mar». Lo dijo Jorge Manrique. O lo podría haber dicho Machado. O tú y yo, con palabras más sencillas. Porque ansiamos a Dios y su reino liberador cuando navegamos –ojalá que ligeros de equipaje– en la barca marinera de la vida. Imagen que surcará estos días aguas y puertos guiada por la Virgen del Carmen, de cuyo seno Jesús asumió nuestra humanidad, dejando aquí para quien quiera su limpia estela. Como a los hijos de la mar.