«La enfermedad me ha enseñado mucho» - Alfa y Omega

«La enfermedad me ha enseñado mucho»

Al realizador José Manuel Serrano Cueto (Cádiz, 1976) su experiencia personal le llevó a realizar un cortometraje al que ha puesto el nombre de Pelucas. En él aborda la enfermedad del cáncer con la finalidad de ayudar a las personas afectadas. Esta producción fue presentada en la segunda edición del Ciclo de Cine que organiza cada primavera la Diócesis de Málaga

Ana Oñate

¿Cómo surge la idea de hacer el cortometraje Pelucas?
Después de haber hecho el documental Contra el Tiempo que estuvo nominado a los Premios Goya yo tenía otros proyectos, otras cosas que hacer. Pero en la vida se nos cruzó el cáncer. A mi mujer le diagnosticaron cáncer de mama en diciembre de 2010. En principio, iba a ser muy tratable y con muy buen pronóstico, pero se fue complicando a lo largo del camino. Cuando había ya pasado un año y pico desde que se lo diagnosticaron —ella estaba con unos tratamientos— tuve la idea del corto con la intención de ayudar. Mi mujer era guionista, tenía muchas tablas, era muy cinéfila y había colaborado conmigo en alguna ocasión. Por eso pensé que podíamos aportar nuestro granito de arena a la lucha contra el cáncer a través de un cortometraje. Yo lo pensé pero no se lo dije a ella, porque no sabía si iba a querer meterse en algo así.

Tampoco yo sabía cómo lo quería hacer, qué quería contar. Pero a mí me había llamado mucho la atención el tema de cómo enfrentarse a la enfermedad, cómo comunicarlo, cómo hablarlo con la gente, una vez que más o menos se acepta la enfermedad, aunque es algo que nunca se acepta (uno quiere levantarse por las mañanas pensando que lo has soñado, que ha sido una pesadilla). También me interesaba indagar en el tema estético, en cómo te lo planteas: si te pones peluca, pañuelo o no te pones nada. A raíz de eso escribí un corto de ficción compuesto por dos personajes, en el que se plantea, en un momento dado, esa pregunta: «¿Qué hago, tengo ganas de salir de aquí y de seguir con mi vida?». «¿Y cómo lo hago? ¿Lo oculto con una peluca e intento que nadie se entere de que estoy enferma? ¿O me pongo un pañuelo y tiro para adelante?».

¿Y qué pasó después?
Yo escribí el cortometraje y se lo pasé a mi mujer. Sobre todo, para que ella me diera el visto bueno, no ya solo como guionista, sino sobre todo como mi mujer y para saber si ella quería que me encargara de esto, porque en algún momento íbamos a tener que hablar de ella y de su enfermedad cuando se nos preguntara por qué había surgido el corto. A ella le encantó el guión y me dijo que sí, que tenía ganas de que me embarcara en esto y que me apoyaría en todo lo que le fuese posible.

A lo largo del camino han sido cerca de tres años de enfermedad de mi mujer. Además, con la circunstancia de que yo también he tenido cáncer, el verano pasado pasamos por la quimioterapia los dos juntos. Cuando las cosas vienen malas vienen malas a la vez. Entonces, el corto adquirió un especial significado para nosotros. Más allá de buscar cierta proyección cinematográfica o profesional nos lo planteamos como una herramienta de trabajo. Como algo, primero, que nos sirviera de terapia a nosotros, a ella y a mí, y luego que pudiera servir a la gente que se encontrara en una situación similar.

¿Cómo ha cambiado, desde entonces, su vida?
Mi mujer, por desgracia, falleció. Ése, lamentablemente, ha sido el gran cambio de mi vida. Como te decía, de alguna manera, Pelucas nos sirvió como terapia. A mí ahora, personalmente, me sigue sirviendo el hablar del corto y el ponerle nombre a la enfermedad, aunque en el corto no se menciona el cáncer, porque pensábamos que si lo decíamos de alguna manera traicionábamos a la realidad. Porque es verdad que pocas veces en la intimidad de un enfermo se menciona la palabra. Casi siempre se intenta huir de la palabra. Luego, a la hora de la verdad, nosotros, en los comunicados y en todo, sí hablamos de cáncer.

Pero el corto es una ficción y queríamos que fuese lo más real posible, lo más ajustado a ese momento íntimo en el que se evita ponerle nombre a la enfermedad. Mi vida ha cambiado por la muerte de mi mujer. Yo, por otra parte, sigo con mis revisiones y siento que el corto es un apoyo, un bastón para mí porque me va a llevar por diferentes sitios para hablar de la enfermedad y a intentar ayudar a mucha gente. Para mí, lo más bonito es recibir casi diariamente e-mails de gente que ha pasado o está pasando la enfermedad, sobre todo mujeres que se sienten muy identificadas con el corto, y a las que les encanta. El final del corto es muy diferente a lo que es el corto, contiene un mensaje positivo, con una canción de Loquillo que dice «que nada te haga borrar la sonrisa de la cara». Al final de los títulos de crédito aparece una foto de mi mujer sonriendo, porque ella se enfrentó siempre a la enfermedad con mucha fuerza.

¿La vida ha cobrado para usted otro sentido?
Estoy en un momento un poco complicado, en el que aún me estoy haciendo muchas preguntas. Cuando mi mujer fallece para mí lógicamente es una cosa incomprensible. Ella tenía 42 años, había dejado todo para criar a sus hijos, se había dedicado a ellos totalmente… Tanto, incluso, que cambió hasta su profesión, porque ella como periodista que era y guionista se especializó en niños en los últimos años. Justo cuando ya empezó otra vez a buscar trabajo le diagnosticaron la enfermedad. Así se rompió el futuro que queríamos labrarnos juntos, con todos los sueños y todas las cosas que queríamos hacer. Al final, la enseñanza que te deja esto es algo que parece muy obvio, que lo decimos muchas veces, pero que no terminamos de creérnoslo y de llevarlo a cabo: vivir el día a día. Levantarte por la mañana e intentar llevarlo lo mejor que puedas.

¿Qué es ahora para usted lo más importante?
Para mí lo más importante es crecer como persona e intentar ser mejor persona cada día. A mí personalmente la enfermedad me ha enseñado mucho. Yo creo que nunca hemos estado más unidos que cuando mi mujer conoció el diagnóstico de la enfermedad. Sé de gente que no ha cambiado, o que sus parejas en esos momentos se han quitado de en medio: si no del todo, sí en parte y por el miedo o por lo que sea no se han apoyado tanto. A mí eso no me entraba en la cabeza.

Yo, desde el primer día en el que nos lo dijeron, supe que quería estar cada día más con ella, hasta el último momento. Y por fortuna estuve a su lado hasta el último segundo. Incluso cuando a mí me diagnosticaron el cáncer, a mí no me importaba mi enfermedad, no me parecía tan grave. Me preocupaba mucho más mi mujer que yo mismo. De hecho, cuando voy a revisiones, es tal el dolor que siento por la pérdida de mi mujer que bueno, tampoco voy con ninguna pretensión ni con ningún miedo siquiera. No sé, estas cosas al final te tienen que enseñar a ser mejor persona cada día, a crecer como persona y a aferrarte a que la vida es un minuto y que hay que vivir cada minuto lo mejor posible.

«Pelucas» es un cortometraje con finalidad benéfica. ¿A qué iniciativa se destinarán los fondos que se consigan gracias al mismo?
Desde el primer momento, yo lo hablé con mi mujer y decidimos que el corto tenía que tener un valor como herramienta, para que lo utilicen los colectivos oncológicos y también los psicólogos. Pero luego también tenía que tener una vertiente benéfica que va a ser muy pequeñita: porque lógicamente es un corto, y un corto puede conseguir algo solo si tiene algún premio. Incluso en muchos festivales, los premios no conllevan una cuantía económica, o tienen una cuantía muy pequeña. Pero nosotros no teníamos la pretensión de conseguir nada, sino que lo consiguiéramos, fuese mucho o fuese poco, se destinara a alguna entidad o ONG que a nosotros nos gustara especialmente por el trabajo que hacía. En el camino ese de pensar a quién se lo dábamos conocimos a la Fundación Juegaterapia, que además está muy vinculada con los niños. A mi mujer, Montse, le gustó mucho cuando conoció la fundación porque en esta fundación se dedican a los niños.

La fundación recoge fondos para los niños que están en los hospitales con quimioterapia y que tienen que pasar muchas horas en los hospitales donde están ingresados. Pretenden hacerles pasar ese tiempo lo mejor posible, como dicen en su frase: «La quimio jugando se pasa volando». Y entonces surten a los hospitales con juegos. Nosotros colaboramos con lo que podamos conseguir a través unas camisetas que vendemos y un busto inspirado en el cartel de «Pelucas». La empresa que hace el busto y las camisetas colabora con nosotros vendiendo ese producto. El tanto por ciento que nos correspondería a nosotros va íntegramente a la Fundación Juegaterapia y concretamente a un proyecto que se llama El Jardín de mi Hospi para construir unos jardines lúdicos con columpios y juegos en las azoteas de hospitales. Es un proyecto muy bonito que ya afortunadamente se va a construir el primero aquí en el Hospital de Madrid y a eso destinamos lo que vamos recogiendo con la venta de camisetas del corto.