La gran victoria de Mosul - Alfa y Omega

La gran victoria de Mosul

ABC
Miembros de la policía federal iraquí y civiles celebran el anuncio de la toma de Mosul. Foto: AFP Photo/Ahmad Al-Rubaye

Tres años después de que el grupo yihadista Daesh proclamara el «califato» desde Mosul, la segunda ciudad de Irak volvió a manos del Gobierno de Bagdad. Han sido necesarios nueve meses de ofensiva que han dejado miles de muertos (no hay cifras oficiales ni de bajas civiles, ni militares), la destrucción total de la ciudad vieja y más de 900.000 desplazados, de los que una tercera parte vive en los 19 campos levantados por Naciones Unidas para responder a la emergencia humanitaria.

El primer ministro y comandante en jefe de las fuerzas armadas, Haider al Abadi, se desplazó hasta la ciudad del norte de Irak para felicitar «a sus heroicos combatientes y al pueblo de Irak por la gran victoria», según el comunicado difundido por su oficina. El dirigente chií, vestido de militar, se reunió con los mandos de las unidades antiterroristas entrenadas por Estados Unidos (Golden Division), Ejército y Policía Federal a quienes transmitió el agradecimiento por los nueve meses de combate que, con ayuda de Estados Unidos, han necesitado para arrebatar a Daesh su capital. Después hizo un breve recorrido por la zona este de la ciudad, liberada en febrero, rodeado de fuertes medidas de seguridad.

Desde que hace dos semanas el propio Abadi anunciara «la derrota del “califato”» tras la llegada de sus tropas a la mezquita de Al Nuri –en el corazón de la ciudad vieja y uno de los grandes símbolos del «califato» porque aquí se vieron por primera y única vez imágenes del «califa» tras la proclamación– arrancó la cuenta atrás para una victoria militar definitiva ansiada por los dirigentes políticos y mandos militares. Los yihadistas anunciaron el sábado, a través de la agencia Amaq, que estaban dispuestos a «resistir hasta la muerte», pero al menos treinta combatientes saltaron al Tigris e intentaron huir a nado cuando las fuerzas iraquíes llegaron hasta su última posición, según declaró el portavoz militar, general Yahya Rasool, a la televisión nacional. Las horas previas al anuncio oficial de la victoria estuvieron marcadas por fuertes explosiones, en el que fue el esfuerzo final por tierra y aire para expulsar a los seguidores del califa. Un esfuerzo que coronó una lucha calle por calle, casa por casa, marcada en los últimos días por las decenas de operaciones de martirio de hombres y mujeres de Daesh.

En las imágenes de las televisiones iraquíes se vio a los soldados bailando y aplaudiendo a orillas del río. La voladura por parte de los yihadistas de la mezquita de Al Nuri y del famoso minarete de 45 metros de Al Hadba (que se traduce como «el jorobado», llamado así por su inclinación, y que aparece en los billetes de 10.000 dinares) impidió a las tropas izar allí la bandera nacional, pero los colores negro, blanco y rojo de la enseña nacional aparecieron entre los escombros de la ciudad vieja. Quince de los 54 distritos del oeste de Mosul han sufrido daños muy graves durante los combates, según la ONU, y otros 23 daños moderados. Unas cifras que obligan a un plan de urgencia post califato inmediato para comenzar el desescombro y la reconstrucción, devolver los servicios básicos de agua y electricidad, e intentar que los civiles puedan regresar lo antes posible. Pero el gran deseo de los iraquíes es recuperar la seguridad, una sensación perdida desde la invasión de EE. UU. en 2003.

Mosul es una gran victoria, pero al califato en Irak le quedan Tal Afar, en la frontera con Siria y donde parece que los yihadistas han trasladado su cuartel general, Hawija, al sur de Kirkuk, y todo el noroeste de la provincia de Al Anbar. Al otro lado de la frontera, Raqqa, que está rodeada por las fuerzas kurdo árabes que apoya EE. UU., y Deir Ezzor, dividida entre el EI y el Ejército sirio, son los dos últimos focos de un poder yihadista que está en pleno declive en cuanto a control de territorio.

Mikel Ayestarán / ABC