San Pablo y Séneca se escribían - Alfa y Omega

San Pablo y Séneca se escribían

No se sostienen ya las objeciones sobre la autenticidad de las cartas entre el gran filósofo y el Apóstol de los gentiles. Cosa distinta sería atribuir a Séneca la condición de converso, por mucho que el filósofo se apartara del paganismo y creyera en la existencia de un Dios sobre las demás divinidades

Colaborador
San Pablo predicando en el Areópago de Atenas, pintura del siglo XVIII

La correspondencia entre Séneca y San Pablo consta de 14 cartas en latín, difundidas en los manuscritos de Séneca, y ha sido generalmente considerada falsa. Pero, salvo la carta del 64 d. C. -las otras son del 58/9-62-, y probablemente también la epístola XIV, la última, no hay nada que indique que el resto de las cartas sean apócrifas. Es más, muchos elementos hacen pensar que son auténticas. San Jerónimo así las consideraba y ésta es la única razón por la que él apoya a Séneca en De viris ilustribus.

Séneca y san Pablo estaban en Roma cuando Pablo fue procesado por primera vez. Séneca, colaborador de Nerón y hermano de Gallione, que había defendido a Pablo, podía conocer bien que Pablo predicaba en Roma y tenía discípulos hasta en la casa de Nerón. Nerón persiguió a los cristianos cuando Séneca había perdido toda la influencia sobre él.

Admitir que el epistolario original pueda ser auténtico no significa aceptar también la leyenda, obsoleta e infundada, del cristianismo profesado por Séneca. Esto es importante para contrarrestar las objeciones de Erasmo de Rotterdam. Para Erasmo, la finalidad de la correspondencia era hacer pensar que Séneca fuera cristiano. Pero en la correspondencia original nada hace pensar que Séneca se hubiera convertido.

En la epístola VII aparece la expresión spiritus sanctus, pero no se refiere al Espíritu Santo, como demuestra el contexto y el uso senequiano. En la carta de Séneca dirigida a Pablo y a Teófilo, en el 62, cuando Séneca todavía tenía buenas relaciones con Nerón, dice haber leído algunas cartas paulinas al emperador, suscitando la maravilla de Nerón por las ideas sublimes del Apóstol, no instruido. Séneca equiparaba la aspiración divina de Pablo a aquella que los dioses conceden a las personas humildes y considera los escritos de Pablo especialmente inspirados. No es el Espíritu Santo de los cristianos, sino un spiritus que en Pablo infunde pensamientos sublimes y de sanctus.

Monumento a Séneca, en Córdoba

Erasmo denuncia el secretismo que emerge de las cartas y la preocupación de Pablo por la presentación de algunas cartas suyas a Nerón, observando que ésta no es la actitud habitual del Apóstol. Pero aquí no se trataba de predicar a los paganos en general, como Pablo había hecho otras veces, sino a Nerón, emperador con pretensiones divinizantes, pretensiones a las que el mismo Séneca se oponía. No se trata de ocultar el cristianismo para complacer a Nerón, sino de no provocarles a él y a su mujer, la judaizante Poppea. ute;neca la condición de converso, por mucho que el filósofo se apartara del paganismo y creyera en la existencia de un Dios sobre las demás divinidades.

Erasmo critica el hecho de que no se mencione a Cristo en las cartas, mientras que Pablo no hace otra cosa que proclamar su nombre. Pero, mientras un falsificador hubiera insistido en Cristo, estas cartas son conformes a la predicación cristiana de cara a los filósofos y emperadores paganos: también en el discurso -referido en los Hechos de los Apóstoles– en el Areopago, delante de los estoicos, Pablo no habla de Cristo, sino del Dios Creador, y hace alusión a un hombre al que Dios ha resucitado. Que Pablo no hable de Cristo con el estoico Séneca, se debe tanto a que estas cartas no son tratados teológico-filosóficos, como a que Séneca no era un convertido, aunque para él existía un Dios sobre los otros, admitía la Providencia y criticaba el paganismo. Y se podrían añadir otros muchos ejemplos de documentos cristianos dirigidos a un público pagano, que no hablan directamente de Cristo (por ejemplo, La apología siria a Marco Aurelio, atribuida a Melitón; La Epístola Anne ad Senecam y el Liber legum regionum). Hay, por tanto, importantes diferencias entre las cartas canónicas de Pablo, dirigidas a los cristianos, y la correspondencia a Séneca.

Ilaria Ramelli. Il Timone
Traducción: María Pazos Carretero